Más cerca de Goebbels que de Marx
FABIO RAFAEL FIALLO | Ginebra | 27 de Diciembre de 2016 - 07:18 CET.
La muerte de Fidel Castro desencadenó sentimientos encontrados a nivel
mundial. Entre ellos una andanada de loas por parte de representantes y
acólitos de la izquierda autobautizada "revolucionaria" a la memoria de
su fenecido ídolo.
Como de costumbre, en sus declaraciones estos últimos hicieron caso
omiso del abominable saldo de crímenes (encarcelamientos, torturas,
asesinatos, atropellos y otras violaciones de los derechos humanos más
elementales) que Fidel Castro dejó a su largo paso por el poder.
Ignoraron, además, el desastre económico del experimento castrista, que
solo a base de una ayuda astronómica prodigada, primero por la Unión
Soviética, y luego por la ahora exangüe Venezuela chavista, ha logrado
subsistir.
Pretendiendo justificar su obnubilación, los "revolucionarios" sacaron a
relucir los cacareados "logros de la revolución" en el campo de la salud
y de la educación, así como en materia de igualdad. Tales "logros" se
han convertido en lo que, en un documentado artículo publicado en DIARIO
DE CUBA, Roberto Álvarez Quiñones llama "el mito mejor vendido por Fidel".
La triste realidad es que las supuestas "conquistas sociales de la
Revolución" son un burdo mito y no pasan el cedazo de un análisis
objetivo e imparcial.
Pues si la educación en Cuba es digna de encomio, ¿por qué la Isla no
descuella en ninguna clasificación de las universidades de América
Latina y del mundo? ¿Cómo pueden ser idóneos los servicios médicos
cuando los hospitales del país se encuentran en un estado deplorable y
obtener medicinas se ha convertido en una odisea para la mayoría de los
cubanos?
Si en verdad la igualdad existe, ¿por qué tantas cubanas y tantos
cubanos con diplomas universitarios, o incluso menores de edad, tienen
que recurrir a la prostitución para poder subsistir? Tan es así que
Fidel Castro se atrevió a afirmar que "las prostitutas cubanas son las
más cultas del mundo".
Mientras eso ocurre, la casta gobernante vive en condiciones de
opulencia que el cubano de a pie no puede ni siquiera vislumbrar.
En lo que respecta a la equidad de género, ¿podría alguien pronunciar,
como plantea la escritora Wendy Guerra, el nombre de alguna ministra
cubana? ¿Acaso es una casualidad que, actualmente, la cubana de mayor
resonancia dentro del régimen no es otra que Mariela Castro, directora
del Centro Nacional de Educación Sexual y, sobre todo, hija del
Presidente Raúl Castro? Como apunta Laritza Diversent, del Centro de
Información Legal Cubalex, "¿qué se puede esperar de instituciones que
no tienen reparos en golpear salvajemente y en público a mujeres como
las Damas de Blanco?".
Si realmente la igualdad racial se ha concretizado, ¿por qué la BBC
Mundo llega a la conclusión de que los cubanos afrodescendientes "tienen
inferiores puestos de trabajo, reciben menos ingresos, viven en las
peores viviendas y son mayoría en las cárceles y una minoría en las
universidades"?
La falaz defensa del régimen cubano por parte de la izquierda
antidemocrática y los portales procastristas nos retrotrae a la época
del nazismo, cuyo jefe de propaganda, Joseph Goebbels, en un célebre
artículo publicado en enero de 1939 con el título "¿Qué quiere realmente
Estados Unidos?" (Was will eigentlich Amerika), afirmaba
jactanciosamente que, gracias al nazismo, Alemania "no solo ha abolido
el desempleo, sino que incluso tiene hoy escasez de mano de obra", al
mismo tiempo que "América del Norte tiene entre 11 y 12 millones de
parados".
La propaganda nazi esgrimía, pues, la creación de empleos para
justificar o al menos tratar de ocultar los crímenes del nazismo. La
propaganda castrista, por su parte, enarbola los desvencijados servicios
sociales del Estado y los falsos logros en materia de igualdad para
tratar de acallar las críticas a la privación absoluta de libertades
públicas que por más de medio siglo ha impuesto la dictadura fidelista.
En el precitado artículo, Goebbels declara igualmente: "El
nacional-socialismo es la idea política y la visión del mundo que hoy
guía a Alemania. Lo afirma toda la nación alemana. Criticar al
nacional-socialismo equivale, pues, a criticar al pueblo alemán en su
totalidad".
Los amanuenses del castrismo reaccionan de la misma manera que Goebbels:
tildan de "ataque a Cuba" cualquier crítica al régimen castrista y
proclaman que "Cuba no está sola", como si el régimen criminal que
gobierna la Isla pudiese confundirse con la nación y el pueblo de Martí.
Por otra parte, así como en su artículo Goebbels niega que "el
nacional-socialismo sea una dictadura", los procastristas aducen que el
de Cuba no es un régimen dictatorial y añaden que el pueblo cubano ha
simplemente escogido un modelo de democracia diferente al multipartidismo.
Si así fuese, ¿por qué no se les permite a los cubanos expresar
libremente, en las urnas, esa supuesta predilección? ¿Por qué el régimen
condenó a largos años de prisión a los patrocinadores del Proyecto
Varela, el cual, en conformidad con la Constitución del país, proponía
consultar al pueblo sobre la forma de gobierno que deseaba instaurar?
Al actuar de esa manera, el régimen trata a sus ciudadanos como si
fuesen niños, incapaces de razonar y decidir por sí mismos, a través del
libre debate y de elecciones transparentes, el destino que desean para
su país.
Y para que la similitud sea completa, tanto Goebbels como los
propagandistas del castrismo estigmatizan a todo un grupo, acusándolo de
ser el causante de las críticas provenientes del exterior contra el
régimen vigente.
Para Goebbels, "la opinión pública americana, influenciada por los
judíos, está tratando de interferir en un grado intolerable en la
política doméstica de Alemania". Para la izquierda procastrista, son los
"gusanos" de la Florida quienes inducen a la prensa y al Congreso de
Estados Unidos a adoptar una actitud crítica con respecto al régimen de
La Habana.
El alegato de Goebbels, lo sabemos hoy, de nada sirvió para enmascarar
la naturaleza genocida y criminal del Tercer Reich. Como de nada
servirán las loas al castrismo para ocultar los estragos económicos,
sociales, y sobre todo humanos, causados por el socialismo cubano.
Lo curioso del caso es que, para seguir postrados ante el castrismo, los
autodenominados "revolucionarios" de América Latina y del mundo le dan
la espalda al postulado fundamental del edificio teórico de su profeta
Karl Marx, a saber: es la economía la que determina la viabilidad o no
de un sistema político y social y, por ende, la capacidad de dicho
sistema a imponerse y prevalecer.
En efecto, si Marx abogó por el socialismo, fue porque entendía que el
capitalismo había agotado su potencial de desarrollo y pensaba que el
control estatal de la economía, con miras a instaurar la sociedad sin
clases, estaba en capacidad de desarrollar, mejor que el capitalismo, lo
que llamó las "fuerzas productivas", es decir, la base material y
tecnológica de la sociedad.
Por más que los epígonos de Marx se las pasen anunciando la crisis final
del capitalismo, es este sistema el que sigue dictando el progreso
material y tecnológico del mundo, mientras que el socialismo fracasa en
todos y cada uno de los países en que llega a ser impuesto.
Por ello, si fueran consecuentes con la premisa básica del marxismo —es
decir, que la robustez económica es el factor determinante de la
supervivencia y eventual superioridad de un sistema social— los
"revolucionarios" reconocerían el fracaso del socialismo y abandonarían
su servil alienación ante el castrismo y sus líderes.
Por calcar los métodos de propaganda del nazismo en vez de extraer las
consecuencias lógicas del postulado básico del marxismo sobre el papel
fundamental que desempeña la economía, puede decirse que la izquierda
pro castrista está más cerca de Joseph Goebbels que de Karl Marx.
Source: Más cerca de Goebbels que de Marx | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1482407873_27618.html
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