Tuesday, September 25, 2012

Te acuerdas todavía del hip hop?

¿Te acuerdas todavía del hip hop?
Martes, Septiembre 25, 2012 | Por Ernesto Santana Zaldívar

LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Todo comenzó
verdaderamente alrededor de agosto de 1994, cuando se celebró de manera
casi milagrosa (gracias a la conjunción de los mil esfuerzos de unos
cuantos soñadores) el primer Festival de Hip Hop en Cuba. Fue entonces
cuando esta vieja, descuidada y gris ciudadela de El Vedado se convirtió
en un punto de convergencia de las principales energías raperas de la
capital y quizás, incluso, del país. La añeja edificación parecía
renacida. La encarnaba un nuevo espíritu. De eso no había dudas.

Mi rap no está mezclado, no es pop ni reguetón, se escuchaba cantar. Y
todos comprendían de qué se hablaba.

La espontaneidad, el talento, el carisma y la creatividad tuvieron un
polo magnético que se tornó fuertemente visible. Nada podía negarlo.
Aquello parecía indetenible. Graffiti y rap a toda máquina: cualquiera
podía pensar que se trataba del inicio de una nueva era cultural en
Cuba, o al menos en La Habana, y eso acontecía precisamente durante los
momentos más oscuros de la peor crisis general en la historia del país.

Es necesario que el silencio ya se acabe, Tiranosaurio, se escuchaba
cantar. Y todos comprendían el reclamo.

Los raperos tenían muchísimo que decir a los cuatro vientos y tenían
voces capaces de hacerlo con la tenacidad apropiada, y tenían modos
varios, además, y tenían una voluntad joven —como si dijéramos
inderrotable—, y para colmo tenían esperanzas mientras remontaban el
brillante camino que algunos afro americanos e hispanos de los Estados
Unidos habían inaugurado en la década anterior.

Y ocurrió que (desde aquel mundo exterior y remoto) nombres como Public
Enemy, Ice-T, 2 Live Crew o Arrested Development, e incluso M.C. Hammer
o Massive Attack con su trip-hop, comenzaron a centellear con vigor
multiplicado en la mente de quienes estrenaban sus primeras rimas
fogosas a la vera de las viejas paredes de la casona, que fueron
impregnándose de aquellos obsesivos sonidos y cubriéndose de repentinas
inscripciones y dibujos trazados por admiradores de Basquiat o de Keith
Haring —quien dibujaba lo mismo en una pared del metro que en una
camiseta o en un dirigible, y era admirador, a su vez, de la pintura
corporal afrocubana.

Foto de Ernesto SantanaPor aquella esquina de Diecinueve y Diez —hoy
devuelta al gris—, pasaron rostros y nombres incontables como fueron
Alto Voltaje, Los Aldeanos, Mano Armada, SBS o Amenaza (que pocos años
más tarde sería un grupo muy conocido fuera de nuestro país bajo otro
nombre: Orishas). Muchos, como estos, se fueron de Cuba hacia los
destinos más diversos e inimaginables; algunos siguieron en la cultura
hip hop contra viento y marea, otros no pudieron mantener el impulso
imprescindible y finalmente la abandonaron.

Incomprendidos, rechazados, marginados por burócratas de mierda y
sabuesos del estado, se escuchaba cantar. Y todos sabían que las
metáforas no eran lo que más se precisaba.

Algunos amigos, cada vez más escasos según pasan los años, todavía
siguen reuniéndose de vez en cuando a un costado del viejo caserón: se
sientan en un muro roto bajo los laureles de la acera y conversan quizás
sobre el Ice-T actor o sobre una película de Spike Lee. "¿No han oído lo
último de Orishas?" O discuten de béisbol. O se callan. O, por hablar,
hablan de cualquier otra cosa.

Algunos de los que allí acuden son tan jóvenes que sólo han escuchado
contar sobre lo que ocurría en aquella esquina lustros atrás, antes del
momento en que las autoridades, "en bien del orden público", por
supuesto, detuvieran el espectáculo definitivamente y de que el letrero
Comunidad Urbana dejara de tener el significado tan estimulante y
prometedor que una vez pareció definitivo. Casi veinte años después, son
muy pocos los que recuerdan aquellas jornadas vibrantes e inclusivas.
Algunos, no resulta raro, prefieren no recordar y aun ni hablar de
aquella época.

Hace sólo unos meses, se fue para España otro de los últimos
sobrevivientes de aquella era —cuenta alguien a la sombra de un árbol—,
casado con una hermosa europea que se lo llevó más lejos aún de aquellos
gloriosos días de Dj y metralla de rimas explosivas y hervidero de gente
buscando más y más rap y más y más versos duros y más y más nombres de
retadores.

Un país de monjes en tensión, que su iglesia es el mar y su dios una
embarcación, se escuchaba cantar entonces. Y todos vislumbraban el golfo
luminoso, azul, terrible.

Y después, como si allí jamás hubiese ocurrido nada, vino el silencio. Y
todos saben que es largo ese silencio y que suena a definitivo.

http://www.cubanet.org/articulos/%c2%bfte-acuerdas-todavia-del-hip-hop/

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