No estamos tan iguales como nos dice Raúl Castro
Martes, Septiembre 4, 2012 | Por Moises Leonardo Rodriguez
ARTEMISA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -El presidente Raúl Castro
dijo recientemente que "todos estamos iguales", refiriéndose a la
insuficiencia de los salarios de los cubanos para cubrir las necesidades
básicas. Pero esta afirmación se desmoroná ante la realidad si, más allá
de los salarios nominales, se consideran las prebendas de que gozan las
élites del poder y sus sirvientes de más alto nivel.
Por ejemplo, entre la villa de recreación Guajaibón, del Ministerio del
Interior, y las instalaciones populares en la playa La Herradura, ambas
en la costa norte del municipio Mariel, actual provincia de Artemisa,
hay un abismo que no aparece registrado en nómina alguna.
Hasta hace unos años, la Villa Guajaibón fue una unidad military, apenas
divisable desde la carretera Panamericana que une a La Habana con el
pueblo de Mariel. Actualmente es un conglomerado de nuevas y vistosas
construcciones, destinadas a la recreación exclusiva de oficiales del
Ministerio del Interior y sus invitados. Toma su nombre de un río que
desemboca a unos metros de la villa.
En La Herradura se encuentran una zona de tráilers (remolques
habitables), una base de campismo popular y la playa. Desde muy lejos,
resulta fácil apreciar el entorno humilde.
La carretera de un kilometro que conduce a la Villa Guajaibón está bien
pavimentada y posee las debidas señalizaciones. La que lleva hasta las
instalaciones de La Herradura tiene 9 kilómetros y en su mayor parte ha
perdido el asfalto que tuvo hace más de veinte años, cuando era
utilizada eventualmente por Fidel Castro para visitar la cría de
camellos y dromedarios que existe en esa zona. Los baches abundan tanto
como el marabú, que casi cierra la vía en algunos tramos. No posee señal
de tránsito alguna, ni circulan por ella vehículos del servicio público
de pasajeros.
En la zona de tráilers y en la playa de La Herradura, el servicio
gastronómico es brindado fundamentalmente por particulares, con o sin
licencia, a precios fuera del alcance de quienes dependen de un salario.
En contraposición, conozco el caso de una persona que pudo comer en la
Villa Guajaibón, invitada por un oficial, junto a un grupo de otros 14
comensales. El almuerzo incluyó arroz, potaje, ensalada, con plato
fuerte a escoger entre bistec de res (algo prácticamente vedado a los
cubanos), puerco o pollo; además, postre, cervezas o refrescos
enlatados, y café. Y el costo total del banquete fue de 120 pesos en
moneda nacional (unos cinco dólares) .
Las cabañitas del campismo popular, en La Herradura, son rústicas y sólo
algunas pocas tienen baño interior. El agua es salobre, por lo que hay
que cargar la potable desde un tanque en la cocina. Quienes alquilan
hospedaje allí deben llevar ventiladores desde sus casas, pues no existe
otro modo de combatir el calor y los moquitos.
Las casas de la Villa Guajaibon, bonitas y de construcción sólida,
poseen baño intercalado y aire acondicionado. En su interior hay
refrigeradores con cervezas, refrescos y alimentos, que se incluyen en
el costo general de la renta, a precios muy inferiores a los del mercado
estatal para la gente de a pie.
Los bañistas de La Herradura deben conformarse con la depauperada playa
y otras partes llenas de diente de perro. En Guajaibón existe una enorme
piscina, que se mantiene siempre limpia y dispuesta para recibir a sus
exclusivos bañistas. Y eso que está enclavada en un municipio que
registra graves deficiencias en el suministro de agua para la población.
Aún admitiendo lo imposible, o sea, el supuesto de que todos los cubanos
vivimos en igualdad, en lo que respecta a los salarios, ¿cómo justificar
que el dinero de algunos posean mucho mayor poder adquisitivo que el de
otros? ¿No es esto una forma más de apartheid, también en las opciones
de recreación?
corrientemartiana2004@gmail.com
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