Lenguaje y totalitarismo
[05-09-2012]
Miguel Sales Figueroa
(www.miscelaneasdecuba.net).- Uno de los atropellos más graves que la
libertad padeció a manos del totalitarismo en el siglo XX fue la
confiscación del lenguaje. La progresía marxista se apoderó de conceptos
como democracia, justicia, desarrollo, independencia y modernidad, y los
aplicó a realidades que poco tenían que ver con el sentido original de
las palabras.
A veces, éstas terminaron por significar lo contrario de lo que
supuestamente designaban. Y donde la inversión semántica no cuajó, se le
añadió al término un adjetivo que potenciaba la superchería. Así tuvimos
democracias populares, justicia social, desarrollo humano y una larga
lista de vocablos de la neoparla o el neolenguaje (Orwell dixit), que
acompañó con su furor al ruido noticioso de finales de siglo.
Quizá lo peor de todo fue que las propias sociedades occidentales
consintieron esa metamorfosis lingüística y terminaron por aceptar como
buenas, si no las realidades mentadas, sí las etiquetas que las
enmascaraban. Y aunque el totalitarismo marxista ya murió su muerte, esa
claudicación prosigue en nuestros días. Ejemplo al canto:
Diversos medios de prensa que no son precisamente favorables al régimen
de Cuba, publicaron recientemente la noticia de que la hija de un alto
funcionario del gobierno castrista había pedido asilo en Estados Unidos.
Casi invariablemente el titular de la noticia proclamaba que la muchacha
"había desertado". Como desertar es, en sentido recto, "abandonar el
soldado sus banderas" y sólo en sentido figurado y de manera muy
infrecuente se emplea para designar la acción de alejarse de amigos o
familiares, parecía que la joven en cuestión desempeñaba un cargo
militar importante en la isla. Pero resultó que no, que era una simple
psicóloga y que aprovechó la celebración de un congreso de su
especialidad en México para echar a correr hasta la frontera del Norte,
donde mostró a los gendarmes sus pies primorosamente secos y les dijo
que tenía una tía en Tampa.
Huelga señalar que el término "desertor" posee una connotación
peyorativa. Quien deserta abandona a sus compañeros de armas, a veces en
momentos de gran peligro, y por lo general su proceder es sinónimo de
traición y cobardía. Al régimen castrista le viene de perillas que la
propia prensa occidental tilde de desertor a todo cubano que busque
asilo, cuando en realidad, el calificativo más apropiado sería el de
prófugo o fugitivo, porque esa persona huye de un país que cada vez se
parece más a un vasto presidio.
En Cuba la práctica del neolenguaje socialista ha generado un léxico
que, de no ser porque encubre una realidad nefasta, sería para morirse
de risa. Así, la cartilla que sirve para racionar los productos de
primera necesidad se denomina "libreta de abastecimiento", la oficina
que tramita las peticiones de salida del país recibe el nombre de
"Departamento de Inmigración", los parados o desempleados son
"interruptos" y cualquier tarea adicional no remunerada que el gobierno
imponga se llama "trabajo voluntario". (Recuerdo que en la escuela
terminamos por calificarlo de "obliguntario"). Un empresario no es un
empresario, sino un "cuentapropista" (antes, "merolico"). Los productos
que escasean, no es que no estén, sino que "están en falta" y, como para
subrayar el paternalismo del Estado, los pocos que venden no los venden,
sino que "los dan". (¿Qué dan hoy por la libreta? es una pregunta que
todavía se escucha con frecuencia. En 50 años de racionamiento, a nadie
se le ha ocurrido preguntar ¿qué venden hoy por la libreta?).
Algún lingüista futuro se encargará de estudiar la jerga de la era
castrista y su función en el dispositivo estatal de represión y
propaganda. Con estos apuntes sólo he querido dejar
constancia de hasta qué grado la profecía orwelliana se ha cumplido en
nuestro tiempo. La aplicación exitosa del neolenguaje y su difusión
universal fuera del contexto europeo, auspiciada por la caterva de
cómplices, borregos e indiferentes que lo repiten, demuestran su
capacidad de trascender culturas y usos idiomáticos.
Como lenguaje y pensamiento son indisociables, la génesis de una cultura
de libertad en Cuba quizá deba empezar con la promoción de la higiene
del idioma a fin de, parafraseando a Rubén Martínez Villena, despojarlo
de la "costra tenaz del socialaje", para abrir camino a nuevas ideas y
maneras inéditas de considerar las cosas. Palabra en libertad: todo un
programa de subversión filológica, para socavar una de las raíces más
hondas del menguante totalitarismo caribeño.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36994
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