Tuesday, October 4, 2016

Reflexiones contra un “Invierno Negro”

Reflexiones contra un "Invierno Negro"
Desde 2003, el panorama no había estado tan tenebroso para la sociedad
civil independiente
Martes, octubre 4, 2016 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba.- CUBALEX, organización independiente dedicada a ofrecer
asesoría legal gratuita a los cubanos ―un servicio imprescindible en una
sociedad donde el atropello de los derechos es parte permanente de la
cotidianidad―, sufrió en días pasados un repentino y brutal ataque en su
sede en La Habana, por parte de las fuerzas represivas del gobierno.

Este imprevisible hecho, en el que se aplicó una violencia
desproporcionada y absolutamente injustificada, marca un nuevo capítulo
de la escalada de terror que se ha estado produciendo en los últimos
meses contra la sociedad civil independiente de la Isla, bajo la forma
de acoso y hostigamiento a diversos proyectos cívicos y a personas
independientes.

Con este acto, la represión rompe sus propias rutinas y envía un sombrío
mensaje: ya no se trata de agredir y golpear a los disidentes y
opositores que se manifiestan pacíficamente en las calles, sino que el
régimen está dispuesto a violar sus propias leyes y allanar
indiscriminadamente los espacios privados en su intento de aplastar todo
foco de disidencia. Nadie está a salvo; la Constitución y las Leyes no
valen frente al poder del Estado-Partido-Clan Castro.

Por su parte, el proyecto Convivencia, la Asociación Jurídica de Cuba,
periodistas independientes, sindicatos y bibliotecas independientes,
entre otros, también han estado recibiendo desde semanas atrás la
indeseada atención de la policía política, en la que no han faltado las
citaciones policiales, las amenazas, las detenciones arbitrarias, los
decomisos y las "visitas a domicilio", tanto encubiertas como abiertas,
en una clara señal de que, pese a los casi dos años transcurridos desde
el inicio de la reconciliación con "el enemigo imperialista" y cese de
la beligerancia, la cúpula de poder no tiene la menor voluntad de
tolerar la existencia de espacios de libertad y posiciones alternativas
a su poder totalitario.

Puesto en perspectiva, desde la razia de la Primavera Negra en 2003,
nunca el panorama había estado tan enrarecido y tenebroso para la
sociedad civil independiente. Algo que debería disparar las alertas en
las sociedades civilizadas del mundo que defiendan los principios de la
democracia.

En un torpe esfuerzo por legitimar la represión, el castrismo también ha
echado a andar nuevamente su maquinaria propagandística a través de su
monopolio de prensa, con los viejos y manidos argumentos de siempre: la
descalificación de sus críticos al interior de Cuba ―como "mercenarios",
"apátridas", "contrarrevolucionarios", etc.― y las acusaciones contra el
gobierno de EE.UU. de intentar subvertir el orden político de la Isla,
al financiar directa o indirectamente a los "enemigos de la revolución"
y al mantener aviesamente "la política del palo y la zanahoria", puesto
que las verdaderas intenciones del Tío Sam siguen siendo reimplantar el
capitalismo en la Isla. Algo que, es sabido, anhelan millones de cubanos.

Curiosamente, esto no ha impedido que el proceso de reconciliación del
Palacio de la Revolución con la Casa Blanca siga su curso. De hecho,
ambas partes consideran que éste avanza de manera satisfactoria. Porque
sucede que los ancianos de verde olivo (o de cuello y corbata, según la
ocasión) están más interesados en los dólares americanos que esos mismos
"mercenarios de la contrarrevolución interna" a los que acusan.

La represión, pues, no se basa realmente en supuestos resabios de
soberanía ni autodeterminación ―dos palabrejas tan corruptas como todo
lo demás en Cuba―, tal como sostienen sus fieles voceros y sus aliados
regionales. Tampoco se trata de que los Castro y su claque aspiren a una
tajada de los beneficios que traería una normalización de las relaciones
con la poderosa potencia del Norte. Se trata de que lo quieren todo para
sí ―los dólares y el poder―, sin intrusiones y sin cuestionamientos. Y
para eso necesitan culminar su silenciosa transición a la sucesión sin
la incómoda interferencia de los inquietos actores de la sociedad civil
independiente cubana. Para ello cuentan, además, con la serena
aquiescencia de la opinión pública internacional y el beneplácito de los
gobiernos democráticos del mundo, que miran distraídos hacia otro lado
mientras la represión se incrementa al interior de la modélica Isla.

Eso explica que, no por contradictorio, deja de ser lógico este
recrudecimiento de la violencia desde el Poder. La realidad cubana es
actualmente tan confusa y controversial que no existen explicaciones
llanas para interpretar las señales de una manera única o irrefutable.
Una misma pregunta puede recibir un variado número de respuestas, no
necesariamente afines entre sí.

Por ejemplo, la más reciente encuesta presentada en la portada de
CubaNet presentaba una interrogante sencilla, como es de esperarse de
una indagación de esta naturaleza. Se trata de responder si la actual
escalada represiva del régimen castrista se debe a la impunidad de que
goza éste frente a la comunidad internacional. Y, de hecho, apenas 24
horas después de colocada la encuesta más del 80% de los que
respondieron (incluida esta escribidora) lo hicieron afirmativamente.

Solo que la impunidad, aunque efectivamente es un factor de gran
importancia en este caso puesto que estimula la actuación violenta de
las hordas castristas, es apenas un elemento para explicar la represión,
pero no es su causa esencial. De hecho, no existe una sola causa
esencial, sino un variado cúmulo de ellas; y todas se encuentran
fundamentalmente al interior de la Isla y no solo en el escenario
político internacional.

En ese conglomerado de causas de base ―que a su vez son consecuencia del
fracaso del modelo castrista y de su incapacidad para sostenerse sobre
sus propios principios fundacionales, dizque "socialistas"― se incluyen,
entre otras, el aumento del descontento social y el crecimiento de los
sectores disidentes (y otros "inconformes") dentro del país, con el
consiguiente aumento del activismo y de grupos sociales potencialmente
receptivos a propuestas de soluciones alternativas al Poder; mayor
visibilidad de los sectores críticos a partir de utilización de las
nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones para penetrar
el monopolio informativo oficial, pese a la todavía precaria e
insuficiente capacidad de acceso de los cubanos a la Internet;
desesperanza y falta de expectativas de un futuro mejor para las nuevas
generaciones, lo que se refleja dramáticamente en el sostenido flujo
migratorio y toda la crisis que se deriva de éste; y el desvanecimiento
del mito del "enemigo externo", que ha creado numerosos poros en la
estructura monolítica sobre la que se asentaba el poder absoluto.

A esto se suma el actual auge de nuevos actores críticos, en este caso
bajo la misma o similar denominación ideológica utilizada por el
castrismo (socialista, marxista, martiana y otros), que se mueven en dos
tendencias diferentes: los que abogan por un socialismo participativo y
democrático que permita oportunidades para todos los cubanos, más allá
de su color político; y los que se declaran fieles seguidores del
pensamiento y la obra de la revolución, que reconocen a la generación
histórica, ignoran la otredad política, pero se niegan a repetir
miméticamente el discurso oficial, a la vez que reclaman su
participación en la toma de decisiones políticas, una herejía impensable
para el Poder totalitario.

Siguiendo la lógica de un régimen que suma en sí lo peor de la tradición
de todas las dictaduras latinoamericanas y de otros totalitarismos del
resto del planeta, no cabe más que esperar mayor represión y terror en
el futuro inmediato. El castrismo parece estar preparando lo que se
anuncia como un Invierno Negro. Paradójicamente, cada nueva acción
represiva que pretende ofrecer esa imagen de fuerza y frenar los focos
de disidencia interna, solo delata con mayor claridad la vulnerabilidad
del régimen y sus propios temores a perder el control absoluto ejercido
por casi seis décadas.

La respuesta de la sociedad civil independiente al incremento represivo
de la dictadura ha sido la misma en todos los casos: no claudicar,
mantener la voluntad de seguir luchando pacíficamente por la democracia
en cualquier circunstancia. Una actitud que merece mayor reconocimiento,
respeto y apoyo de los gobiernos democráticos y organismos
internacionales que tanta solidaridad han desplegado a la hora de
premiar con su aplauso, su aprobación o su silencio a la más antigua
satrapía del mundo occidental.

Source: Reflexiones contra un "Invierno Negro" | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/reflexiones-contra-un-invierno-negro/

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