La historia de Cuba y la normalización de relaciones con EEUU
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 3 Mar 2015 - 8:23 am.
Si aceptamos que la nación es lo primero, entonces oponerse a la
normalización de las relaciones con Estados Unidos resulta
contraproducente, pues esa decisión, además de corregir un rumbo que
nunca se debió tomar, constituye una necesidad del presente y el futuro
de nuestro país.
Resulta que después de largos meses de conversaciones secretas entre los
dos gobiernos, de anunciarse la decisión de restablecer las relaciones
diplomáticas y de haber efectuado la primera ronda de conversaciones, un
nutrido grupo de intelectuales oficialistas —sin detenerse en las
contradicciones de un proceso tan complejo ni percatarse de la no
correspondencia entre el discurso y los pasos concretos emprendidos—
iniciaron una inútil y penosa campaña dirigida a avivar un pasado que se
quiere y se debe superar.
Se apoyaron en el contradictorio discurso pronunciado por el mandatario
cubano en la III Cumbre de la CELAC, donde planteó que: "el proceso
hacia la normalización de las relaciones bilaterales no será posible
mientras exista el bloqueo, no se devuelva el territorio ilegalmente
ocupado por la Base Naval de Guantánamo, no cesen las trasmisiones
radiales y televisivas violatorias de las normas internacionales, no
haya compensación justa a nuestro pueblo por los daños humanos y
económicos que ha sufrido. Y que no sería ético, justo ni aceptable que
se pidiera a Cuba nada a cambio. Si estos problemas no se resuelven,
este acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos no tendría
sentido".
La campaña subraya aspectos repetidos durante más de medio siglo: el
fortalecimiento del pensamiento antiimperialista, antianexionista y
anticolonialista, la resistencia del pueblo y la fidelidad a los
principios y la vocación de victoria. Con ese fin apelan a la Historia,
una disciplina que durante décadas se enseñó en las escuelas y se
divulgó por los medios de comunicación de forma selectiva.
Me detengo en cuatro de los planteamientos del Máster en Ciencias y
Presidente del Instituto de Historia de Cuba, René González Barrios,
realizados en una entrevista publicada por el semanario Trabajadores,
los días 2 y 9 de febrero de 2015:
1- "Estamos sometidos a una guerra —no menos peligrosa para nuestra
sobrevivencia como nación— que se libra en el ámbito cultural e
ideológico, y tiene a la historia como a uno de sus blancos principales."
Es decir, pasamos de la confrontación a la convivencia, pero la guerra
continúa. Lo nuevo es la forma, pero Estados Unidos seguirá siendo el
"enemigo". Este planteamiento parece desconocer que el mayor peligro
para nuestra sobrevivencia radica en la falta de libertades ciudadanas,
en la ineficiencia económica y en los salarios que no guardan
correspondencia con el costo de la vida, lo que se refleja en el éxodo,
cada vez mayor de los cubanos hacia otros países.
2- "La historia es una ciencia y los historiadores llegan a conclusiones
después de serios y complejos análisis de fuentes y datos."
Las fuentes y los datos son solo la materia prima del historiador. Esa
materia prima pasa por la interpretación del investigador, quien como
todo ser humano está limitado por la época en que vive y por sus
concepciones. Si además, el investigador está comprometido con una
ideología específica, sus resultados, quiéralo o no, estarán permeados
por ella, ya que el compromiso del historiador influye y/o determina sus
conclusiones.
Si asumimos que historiar significa interpretar el pasado y dominarlo
como clave para la comprensión del presente, y que en los regímenes
totalitarios la historia se subordina a la ideología, entonces la
objetividad resulta imposible. Lo que explica en parte, que la historia
haya dejado de ser de interés no sólo para niños y jóvenes, sino para la
gran mayoría de los cubanos. De no ser así no habría que hacer llamados
para su defensa ni desatar una campaña con ese fin. Sencillamente la
historia de Cuba es asignatura pendiente.
3- "Atacar esta columna vertebral de la cultura política de un pueblo y
desmembrarla, lleva inevitablemente a su destrucción."
Teniendo en cuenta lo anterior, si el ataque a la historia lleva
inevitablemente a la destrucción, entonces no es tan importante la
argumentación del atacante como la debilidad de los defensores. Sería
más útil reconocer las deficiencias de la historia impartida
oficialmente, para lo cual no se requiere de gran esfuerzo.
4- [Los desafíos] "son muchos y varios; el principal, en el cambio de
visión que puede percibir un sector importante de nuestra población, que
considere que llegamos a la normalidad y que llegó, para quedarse, una
época de total armonía y concordia… Lo real es que Estados Unidos no va
a renunciar jamás a tratar de imponer su modelo hegemónico cultural y la
idea de su modo de vida al mundo, y muy especialmente, a Cuba."
Como el restablecimiento de las relaciones diplomáticas implica
abandonar el concepto de enemigo, carece de utilidad aferrarse al
pasado. Lo que debe ser preocupación es la enseñanza de la historia
liberada de la ideología dominante; una historia integral, que permita a
los cubanos formarse sus criterios sin necesidad de que les sean
inducidos desde el poder.
En ese sentido, en vez de brindarle tanta prioridad al pasado de guerras
e intransigencias o de hacer creer que estamos en presencia de una gran
victoria diplomática, debería de enseñarse más y mejor otros episodios y
hechos de nuestra historia que ayudarían a fortalecer la débil formación
cívica de los cubanos.
Dos criterios de profundos conocedores de la importancia de la historia
son suficientes para empeñarnos en enseñar lo que hasta ahora se ha
omitido o se le ha prestado poco valor: el famoso político y orador
romano Marco Tulio Cicerón, bautizó a la historia como "maestra de la
vida"; mientras el filósofo y ensayista hispanoestadounidense Jorge
Santayana, advirtió que "los pueblos que no conocen su historia están
condenados a repetirla."
Se impone pues enseñarse más y mejor al padre Félix Varela, quien
comprendió que la formación cívica constituía una premisa para alcanzar
la independencia, eligió la educación como camino para la liberación y
se empeñó en enseñarnos a pensar. A José de la Luz y Caballero, quien
comprendió que, antes de la revolución y la independencia estaba la
educación. Al José Martí que criticó factores tan negativos como la
inmediatez y el caudillismo y para quien el concepto de República era
"estado de igualdad de derecho de todo el que haya nacido en Cuba;
espacio de libertad para la expresión del pensamiento; de muchos
pequeños propietarios; de justicia social, que implicaba el amor y el
perdón mutuo de una y otra raza, edificada sin mano ajena ni tiranía,
para que cada cubano sea hombre político enteramente libre"
Definiciones que Martí remató con un ideal devenido puro formalismo: "yo
quiero que la ley primera de nuestra república sea el culto de los
cubanos a la dignidad plena del hombre."
Source: La historia de Cuba y la normalización de relaciones con EEUU |
Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1425298644_13170.html
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