La Guerra Económica
[25-02-2015 05:39:01]
Saúl Godoy Gómez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Maduro es un ser humano básico, que
trabaja en función de pasiones y sentimientos primarios; su intelecto es
elemental, su cultura escasa, su capacidad de discernimiento limitada,
ahí está razón por la que fue un sujeto exitoso en los procesos de
ideologización que llevaron a cabo los cubanos cuando fue a la isla de
Fidel buscando formación política.
Una de las formas más eficientes de adoctrinar a personas como Maduro es
implantándole un escenario conspirativo, una versión del mundo donde hay
enemigos implacables, imperialistas, colonialistas, esclavistas que
están en la búsqueda del dominio mundial, que pueden utilizar cualquier
medio y recurso para sus propósitos, entre ellos la manipulación
psicológica, la propaganda, el lavado de cerebro y técnicas avanzadas de
ingeniería social de las que se valen para desestabilizar a los países y
enajenar a sus habitantes; el punto clave de las teorías conspirativas
es que se ejecutan en secreto, detrás de una coartada legal y aparente
normalidad.
Una vez montado este sistema conspirativo en la mente del sujeto
indoctrinado, identificado el enemigo (que por lo general son gobiernos,
corporaciones, religiones, que actúan desde el extranjero) y sus
procederes (acciones que acusan deterioro en la vida de sus víctimas, en
connivencia con factores internos), el método se retroalimenta en lo que
Goertzel llama “un sistema de creencias monológico”, en el que todos
los argumentos en contrario finalmente sustentan de alguna manera esas
creencias; el fanatismo toma control del sistema y no hay manera de
sacar a la persona de este curso de pensamiento.
Una de las características más notables de los sistemas conspirativos es
que se alimentan de otras conspiraciones, no importa lo disparatado o
irracionales que sean sus argumentos; una vez en funcionamiento, el
sistema lo que hace crece y se expande, tomando como argumentos válidos
otras conspiraciones, aunque en principio no tengan nada que ver unas
con otras.
La parte del encubrimiento es fundamental, la conspiración tiene que
estar pasando sin que otros se den cuenta de lo que sucede, una guerra
económica de cuarta generación es una guerra secreta, no se utiliza
ejércitos ni el despliegue de fuerza, todo es un plan orquestado desde
las sombras para arruinar a un país, con la complicidad de los medios de
comunicación.
Aunque lo que se observa es que el gobierno, que sufre la supuesta
guerra, está cometiendo graves errores de desempeño como administrador
del país, que el modelo económico que está aplicando no sirve y no tiene
la capacidad de solventar una crisis creada por él; con el fin de
ocultarla y salvar su responsabilidad, promueve la idea de la teoría
conspirativa. Es ésta una de las tácticas comunistas más usadas en la
historia, desplazar la propia culpa hacia otros, crear al enemigo
externo y asignarle todos los males y padecimientos, esto con el fin de
preservar el poder, aparentando librar una lucha contra esa guerra
económica (que por lo general implica una reducción considerable – muy
conveniente - de las libertades individuales).
Los gobiernos chavistas se han caracterizado por el uso continuo del
expediente del Golpe de Estado en varias de sus modalidades; Chávez era
un aficionado en descubrirlos en pleno desarrollo y en desbaratar sus
terribles propósitos; Maduro no se queda atrás, con ayuda de su fiel
guardián, Diosdado Cabello, que han develado una serie de atentados y
componendas y han llegado a descifrar que sus “cerebros” se encuentran
en la Casa Blanca en Washington, sus operarios son todos líderes de la
oposición, a quienes amenazan permanentemente con la prisión; son
campeones en presentar pruebas (algunas elaboradas en La Habana, otras
en el canal oficial VTV, otras en el SEBIN) que invariablemente
consisten en grabaciones obtenidas de manera muy oscura y siempre
manipuladas, o en confesiones de militares, o comprados o torturados.
El marxismo tiene ya más de un siglo asignándole al capitalismo todas
sus fallas e insuficiencias, en una guerra fría de conspiraciones y
planes malignos para destruir el socialismo. Si esa idea ha germinado en
la mente de algunos hombres, basta con que se active a nivel de la
propaganda oficial con la especie de una guerra de cuarta generación,
para que la paranoia y el mecanismo asociativo empiecen a funcionar,
advirtiendo claramente los tentáculos de la nueva conspiración.
Hofstadter define el pensamiento conspirativo como la creencia en una
vasta, insidiosa, planificada red internacional de intrigantes,
designada para llevar a cabo actos de naturaleza criminal; más adelante
agrega que el plegarse a esa creencia le ofrece la oportunidad a los
desposeídos, o a quienes no se sienten bien con su posición en la
sociedad, para reafirmar su aislamiento y descontento. No podemos dejar
de señalar que, efectivamente, esas teorías funcionan en personas poco
educadas y de clases sociales bajas.
Los que creen en esas teorías son personas que se acoplan con la
caracterología del fanático, de modo que se hacen impermeables a las
evidencias en contrario, expresando una necesidad urgente de ser
escuchados y de que los otros se enteren de lo que ellos saben.
El problema de esas teorías conspirativas, en su mayor parte inocuas, es
que cuando son promovidas por el gobierno, cuando se convierten en
políticas de estado, pueden causar un daño tremendo a la sociedad, ya
que desvían la atención de las verdaderas causas de los problemas y
hacen imposible conseguir soluciones a las crisis, agravándolas.
Una de las principales características de las teorías de conspiración es
que no están soportadas por evidencias o las pruebas de su existencia
son muy débiles, por lo que requieren gente que tiene una capacidad de
análisis limitado y una gran credulidad.
Los que afirman que la conspiración existe, lo hacen al contrario de la
opinión mayoritaria y de las posibles autoridades que pudieran
verificarlas; en el caso venezolano, por ejemplo, la crisis de los
precios petroleros en el mercado internacional es parte fundamental de
la conspiración, para imponer la opinión de que un Imperio se tomó el
trabajo de mover el complejo mundo de la energía y provocar el derrumbe
de los precios, todo ello para hacerle daño a nuestro país, cosa no sólo
es insensata sino presuntuosa.
Culpar del desabastecimiento y la escasez de productos de primera
necesidad a los productores y distribuidores nacionales, en lugar de las
erráticas políticas económicas comunistas aplicadas en el Plan de la
Patria, va en contra de toda la evidencia existente, así ponen a los
militares y policías a atacar los almacenes y depósitos de productos
para distribución, presentándolos como pruebas de acaparamiento ilegal,
como parte de un plan elaborado en el extranjero; ante la opinión de la
gente sobre que la culpa apunta al gobierno, los fanáticos expresan que
ésa es justamente la creencia que quieren implantarnos, cuando la
realidad es otra.
Las enormes colas y el descontento de la gente porque no hay productos
para adquirir y satisfacer necesidades son presentadas como una
maquinación para desestabilizar al gobierno y endosan la culpa a los
comercios; hacen continuos operativos de fiscalización en los
establecimientos y todo lo que encuentran es utilizado como prueba de
que hay una ofensiva contra el gobierno para tumbarlo… nada ocurre por
casualidad, todo obedece a un plan manejado por el enemigo.
No es casual que parte de las evidencias, que el gobierno presenta de
esta guerra, son una serie de medidas de seguridad que algunos países de
la comunidad internacional han tomado para protegerse del crimen
organizado, donde están involucrados altos funcionarios del gobierno
socialista de Venezuela, a quienes les han retirado las visas y
congelado sus bienes, medidas que corresponden al ejercicio de su
soberanía, para la protección de su orden social contra
narcotraficantes, lavadores de dinero y corrupción.
Cuando se les hace ver que ningún de los países vecinos sufre de tal
ofensiva, ellos lo toman como un argumento a su favor, que prueba que
efectivamente la guerra es contra el país y este gobierno, que las
medidas que toma el Imperio contra funcionarios violadores de derechos
humanos o involucrados con el narcotráfico, son diferentes estrategias
para acabar con el gobierno bolivariano socialista… las elaboraciones
sobre el tema se hacen cada vez más desatinadas e ilusorias ante el
asombro internacional.
La repetición constante de esas premisas sobre la guerra económica
contra el país, cuando simultáneamente se concretan políticas de mayor
intervencionismo, nacionalizaciones, hechos de fuerza y una cacería de
brujas contra el empresariado venezolano, dirigentes de la oposición,
ciudadanos comunes que protestan por la escasez y la inflación,
agravando aún más la situación económica y social, sólo tiene un final
predecible: el estallido social.
Esa cabalgata sobre lo irracional y la locura de un gobierno perdido y
sin moral alguna es un espectáculo triste y muy peligroso, sobre todo
cuando existen gobiernos e instituciones regionales que le prestan
credibilidad a esas componendas y alimentan la paranoia de Maduro y sus
adláteres.
Lo peor de este macabro juego conspirativo es que sus operadores
terminan por creérselo; a medida que pasa el tiempo y obligados a
elaborar más y más sobre esos argumentos fantasiosos, la situación se
agrava y el gobierno agrede con más fuerza a su propia población, que
indefectiblemente ubica del lado de los conspiradores; la guerra empieza
a develar su verdadero rostro, una confrontación intestina entre un
pueblo vilmente explotado y un gobierno tiránico que ha desestimado todo
respeto por lo humano.
Source: La Guerra Económica - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/54ed51e53a682e05601b20c9#.VO27mPnF9HE
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