Monday, April 14, 2014

Puestos pá su cartón - editoriales alternativas en Cuba

Puestos pá su cartón: editoriales alternativas en Cuba
Confección de un libro en una editorial cartonera argentina, Eloísa
Cartonera.
IHOELDIS M. RODRÍGUEZ | La Habana | 14 Abr 2014 - 8:34 am.

La publicación alternativa comienza a jugar sus cartas en paralelo con
un sistema editorial necesitado de reinventarse: surgen editoriales
cartoneras.

Detalle de la portada de 'El hilo rojo' de Daniela Hernández Gari,
publicado por la editorial cubana Samandar.
El mundo del libro en Cuba experimenta la incorporación de nuevos
actores. La publicación alternativa comienza a jugar sus cartas en
paralelo con un sistema editorial necesitado de reinventarse en varios
sentidos.

En aproximadamente un año y medio, el nacimiento de tres proyectos
editoriales en las afueras del eje conformado por el Ministerio de
Cultura y el Instituto Cubano del Libro, puede considerarse un hito en
la historia reciente del libro en la Isla: finalmente los ecos de la
edición independiente, y más concretamente de las llamadas "editoriales
cartoneras", han encontrado asidero por acá.

Ediciones Samandar, Costanera Editorial y Ediciones Encaminarte son los
primeros brotes cartoneros en la Isla, 10 años después de que ese
fenómeno comenzara a tomar auge en América Latina y se convirtiera, en
poco tiempo, en un factor clave para pensar las dinámicas editoriales en
el continente.

"Hay una especie de necesidad, de espacio vacío, que hay que cubrir. Uno
no está buscando siempre esos grandes espacios editoriales", dijo Teresa
Fornaris, de Ediciones Samandar, enla premiación del Concurso
Internacional El Vuelo del Samandar 2013, el pasado noviembre.

Ediciones cartoneras en Cuba

Las editoriales cartoneras se basan en la manufactura de libros a partir
del reciclaje de desechos, fundamentalmente cartón para hacer las tapas
de cada ejemplar. Surgen como respuesta a las condiciones económicas
desfavorables en sus respectivas sociedades, y frente a un mercado
editorial que sus miembros consideran agresivo y excluyente.

En el caso de Cuba, las cartoneras llegan en un momento de relativa
recesión y cambios trascendentales en el entorno editorial, tras el boom
que caracterizó al sector en la década pasada.

Datos de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información para el
periodo 2006-2011, revelan que las publicaciones de "Literatura"
comenzaron a reducirse desde 2010, y al año siguiente llegaron a caer
hasta en un 7% respecto del momento en que más títulos se habían
publicado bajo esa etiqueta, el año 2006.

Por otra parte, para la gran mayoría de las editoriales cubanas, las
décadas de subvención estatal han llegado a su fin. Su conversión
acelerada en empresas desde 2012 a la fecha, les deja menor margen para
arriesgarse con autores noveles, por el tema de los índices de venta. La
poesía cede espacio a las reimpresiones de títulos exitosos, las recetas
de cocina y la autoayuda.

Por otra parte, el libro electrónico no termina de erigirse como una
alternativa viable para la promoción y legitimación de la obra propia,
en un país donde menos del 20% de la población tiene un acceso limitado
y azaroso a internet.

¿Alternativos o institucionales?

El concepto de libro-arte o manufacturado ya tuvo sus antecedentes en la
Isla desde el siglo pasado: Ediciones Vigía fue creada en Matanzas en
1985, mientras que la holguinera Cuadernos Papiro data de 2001. Pero
ambas se inscriben de lleno en las estructuras institucionales, con su
permiso de comercialización incluido.

Por su parte, Banco de Ideas Z fue un proyecto de promoción cultural más
cercano al espíritu no lucrativo que define a las cartoneras. Fundado en
La Habana en 1993, publicaba ediciones de autor, plaquettes y
libros-arte, entre otros materiales promocionales.

Las nacientes cartoneras cubanas se mueven en esta cuerda por ahora. Son
iniciativas personales no regularizadas legal o institucionalmente, sino
que se ubican en la zona limítrofe de los centros culturales
establecidos, con los que convergen frecuentemente en el terreno de la
promoción artística. Incluso varios de estos escritores devenidos
gestores culturales se desarrollan profesionalmente dentro del espacio
institucional: Ediciones Samandar es liderada por Teresa Fornaris,
directora de la Casa de la Poesía en La Habana Vieja; Costanera
Editorial es un proyecto de Yanelys Encinosa, especialista en el Centro
Cultural Dulce María Loynaz; y Ediciones Encaminarte, con base en Las
Tunas, ha buscado cobijo en las secciones provinciales del Ministerio de
Cultura (MINCULT), la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y
su antesala juvenil, la Asociación Hermanos Saíz (AHS).

Este nivel de cercanía entre alternativos e institucionalidad es
recurrente en las dinámicas culturales cubanas. Con ello los creadores
—en este caso los "cartoneros"— implementan estrategias de supervivencia
ante la imposibilidad de vender los libros que producen, al tiempo que
consiguen la aquiescencia tácita de los circuitos oficiales para seguir
desarrollando sus proyectos.

El negocio editorial en Cuba es competencia exclusiva del Estado. La
Constitución de la República, en su artículo 52 (inciso 1), reconoce a
los ciudadanos libertad de palabra y prensa, pero aclara que todos los
medios de difusión masiva "son de propiedad estatal o social y no pueden
ser objeto, en ningún caso, de propiedad privada, lo que asegura su uso
al servicio exclusivo del pueblo trabajador y del interés de la sociedad".

Sin embargo, las recientes reformas económicas emprendidas por el
Gobierno normalizaron la impresión y encuadernación de documentos como
una de las modalidades del "trabajo por cuenta propia", una forma de
iniciativa privada bajo supervisión estatal.

En la práctica, una línea muy tenue separa la impresión —ahora legal— de
libros por encargo, de la edición y venta. Así lo explicó Yanelys
Encinosa, creadora de Costanera Editorial, en el panel "La autogestión
editorial como alternativa para la promoción de la joven literatura",
celebrado en el Pabellón Cuba el pasado febrero: "lo más parecido a
poder entrar en un marco legal sería sacar una licencia de
'cuentapropista' como impresora particular o como artesana (….) La
legalidad debería pensar en este tipo de figuras: pequeñas editoriales,
una cooperativa de diseñadores, editores, impresores... Que si un sello
independiente está en capacidad de producir y vender 100 o 200
ejemplares, lo pueda hacer".

Mientras tanto, los tuneros de Ediciones Encaminarte ya han dado pasos
con el tema del financiamiento, al gestionar coediciones con una
editorial estatal de la vecina ciudad de Holguín: "Con [Ediciones] La
Luz, pensamos editar futuros textos (...) con nuestra estética y la
ayuda de sus ISBN", comentó en una entrevista Junior Fernández, su director.

Hacerse visibles, el gran reto

Con tiradas que fluctúan entre uno y 200 ejemplares, número de miembros
variable para cada nuevo libro que emprendan, y fuentes de
financiamiento adaptables a las condiciones materiales de los autores y
la propia editorial, el incipiente universo de las cartoneras cubanas
parece vivir el momento mágico de lo iniciático y lo tentativo, del work
in progress.

Lo heterogéneo de este escenario compartido emerge desde las propias
motivaciones fundacionales, que tienen en común la finalidad promocional
pero desde ópticas particulares. En el caso de Ediciones Samandar se
hace evidente la impronta del homenaje, el motivo especial, al menos en
sus primeros intentos: el proyecto empezó por regularizar la edición, en
formato de libro, de las memorias del concurso anual de haikus "El vuelo
del Samandar", y luego un volumen de poesía alegórico a la edad de los
autores incluidos, aunque también han hecho pequeñas ediciones de autor.

En cambio, Ediciones Encaminarte nace, según Junior Fernández, "ante la
problemática de la publicación de las obras de los escritores jóvenes,
que es una situación que todo el mundo conoce". Mientras que Yanelys
Encinosa (Costanera Editorial) sitúa el foco de atención en las
dinámicas disfuncionales de promoción y distribución del libro, una vez
publicado. "En mi experiencia personal, con mi primer libro existían
cientos de ejemplares y yo no sabía donde estaban. No tenía poder sobre
mi libro".

Ante la imposibilidad de ingresar efectivo por concepto de ventas, la
cooperación de los propios escritores pasa a primer plano y determina
cuántos ejemplares se producirán y qué camino tomarán una vez
terminados. Mientras Ediciones Encaminarte planea estandarizar su
producción alrededor de los 12 títulos anuales —con tiradas entre 60 y
150 copias—, así como crear peñas literarias y una biblioteca de libros
cartoneros para visibilizar su catálogo, las tiradas de Ediciones
Samandar van casi íntegras para el autor, quien se encarga de su promoción.

Otra es la visión de Costanera Editorial, que asume la distribución de
la obra por diversas vías, tras asegurar los ejemplares de cortesía para
el escritor. Según Yanelys Encinosa, la manera en que se distribuya el
resto de los 100 o 200 ejemplares dependerá del aporte en recursos que
el autor pueda hacer. En cuanto a la factura de las copias, "se adapta a
las necesidades de promoción que vayan surgiendo para cada título, pues
todos los ejemplares no se producen de una sola vez, sino que dependen
de las posibilidades de aparición en espacios públicos que la editorial
y el propio autor logren gestionar".

Algo en lo que sí concuerdan estos tres proyectos es en mantener abierto
el diapasón de géneros literarios a publicar —llegando incluso al ensayo
en el caso de Encaminarte—, así como la procedencia nacional o
extranjera del autor. Sintomáticamente, el primer libro de Costanera es
de la cubana Ana Núñez, radicada en Canadá; y Encaminarte ya publicó
autores de Ecuador para ponerse en sintonía con la pasada Feria
Internacional del Libro, donde ese país fue invitado de honor.

Entre las ventajas de este tipo de edición, está el hecho de que el
autor conserva la totalidad de derechos sobre su obra y, si logra que el
libro previamente editado por una cartonera sea aceptado por una
editorial institucional, puede contrarrestar la espera —que a veces se
prolonga durante varios años— con una cierta disponibilidad de
ejemplares manufacturados para ir haciendo promoción de su obra mientras
tanto.

Para Yanelys Encinosa, el gran reto de las cartoneras cubanas es hacerse
visibles al punto de sugerir a las instituciones la posibilidad de un
diálogo con estas iniciativas privadas, autogestivas. "Un diálogo no
competitivo sino productivo, complementario y que sea beneficioso para
ambos. Que no se vea como una amenaza este tipo de proyectos, sino como
soluciones posibles para los creadores que no han logrado una respuesta
del sistema establecido. Esta es la cuestión de la alteridad, no de la
competencia", reconoció en febrero pasado, en la presentación del libro
de Ana Núñez Crónicas domésticas (Costanera Editorial, 2014).

"Complementarias" o independientes, lo cierto es que esta posición de
entendimiento con la institucionalidad no deja de remitir a una realidad
editorial insatisfactoria para algunos de sus actores. La irrupción de
las cartoneras puede leerse como necesidad de independencia en varios
sentidos, a la vez que dinamiza el ambiente porque acorta los tiempos de
gestión de los proyectos y afianza nuevos canales de distribución que ya
no dependen de las políticas institucionales.

Source: Puestos pá su cartón: editoriales alternativas en Cuba | Diario
de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cultura/1397165536_8086.html

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