Tuesday, April 29, 2014

Un Primero de Mayo por dentro

Un Primero de Mayo por dentro
ELIÉCER ÁVILA | La Habana | 29 Abr 2014 - 9:56 am.

En pocos lugares se viven tan intensamente las grandes movilizaciones
como en las Universidades. La Universidad de Ciencias Informáticas
(UCI), por ser un caso "especial" dada su relevancia "estratégica", se
convierte en un hervidero desde muchos días antes de cada fecha señalada.

El primero de mayo, nada puede quedar mal en el desfile, los "máximos
líderes" de la revolución estarán observando y también los invitados
extranjeros. Además la prensa internacional aprovechará cada detalle
negativo para desacreditar la imagen de nuestro pueblo. Por tanto está
prohibido sentarse a descansar una vez que comience el desfile, usar
ningún símbolo que pueda asociarse al enemigo, salir del bloque que le
corresponde a cada facultad, vestirse de un color ajeno al que nos
identifica y un largo etcétera que uno termina aprendiendo de memoria…

Como batallones militares, día tras día en las últimas dos semanas, cada
Brigada de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEU) ensaya su
papel en el desfile. Bajo el sol en los días y bajo luces gigantescas en
las noches, miles de estudiantes aprendimos a conformar bloques
compactos y uniformes, tomar distancias y hacer cordones de seguridad.

Un grupo especialmente selecto se encarga de cubrir los flancos, de
velar porque ningún "apátrida" vulnere los anillos y atente contra el
desfile en territorio UCI. Otro grupo especialmente selecto portará
megáfonos para —como directores de orquesta— indicar el momento oportuno
para decir las consignas asignadas por el Consejo de Estado en el cierre
de la marcha.

Algunas consignas reiteradas en los últimos catorce años han sido: "los
jóvenes no fallarán", "seguiremos fieles a nuestra historia", "por la
revolución todo", y bueno, entre col y col se puede lubricar con tres o
cuatro clásicos —"viva Fidel", "viva Raúl"— que, como los Avemarías,
siempre funcionan.

Hace unos años, cuando "la UCI era la UCI" —como solemos decir los
mayorcitos— siempre daban pulóveres, un gancho perfecto para que nadie
se ausentara. Muchos compañeros de estudio, en algún punto de la
carrera, solo contaban con éstas prendas como ropa en su armario,
incluso para salir a una fiesta.

24 horas antes del momento tan esperado, las calles internas y los
parqueos de la universidad comienzan a llenarse de ómnibus de todos
tipos y colores. Quien ve tantos juntos no puede imaginarse que existan
en La Habana problemas con el transporte, ni con el combustible.

La comida, que no es sorpresa para nadie que se acabe, se retrase o esté
horrible, esa tarde es un lujo.

Esa noche por lo general nadie duerme, las congas, la música, las
discusiones de deportes, y "dar cuero" en los balcones, entretienen lo
suficiente hasta escuchar la indicación de subir a las guaguas,
identificadas con códigos para que cada cual encuentre la suya.

El viaje hasta el punto de desembarco se hace usualmente de madrugada.
Una interminable caravana atraviesa las calles habaneras escoltada por
motos de policía que intentan despejar el camino con una destreza y
velocidad que provoca mirar por el cristal todo el tiempo.

De esta forma, 10.000 estudiantes y casi 3.000 trabajadores, armados con
su javita de merienda y agua, llegan al punto de encuentro donde otras
decenas de miles siguen llegando toda la noche, militares de todas
clases, estudiantes de enseñanza artística, de enfermería…, en fin, un
rosario interminable de curvas, rostros, miradas, sonrisas pícaras,
intercambios de teléfonos, pellizcos de las novias y experiencias
inesperadas matizan el torbellino humano que rompe por completo la
monotonía del algebra, el C++ y los vericuetos del free software.

A pesar del cansancio y de la trasnochada, el desfile es una fiesta. El
único momento que importa de verdad dura menos de un minuto. Es cuando
se pasa por delante de la tribuna que se encuentra en los altos de la
plaza de la Revolución. Así que mientras tanto, vale reírse como un
demente de cualquier cosa posible, da lo mismo lo feo que es fulanito,
lo chivatico que es menganito que no se despega de la Decana…

Se acerca el momento cero, las voces de los locutores de televisión que
arengan sin pausa se hace más nítida y a lo lejos ya se distingue un
puntico verde con sobrero entre varias guayaberas blancas en lo alto de
la plaza. "¡Es Raúl, hacia ahí hay que enfocar!" Nuestros propios
arengadores, casi sin voz por el esfuerzo, intentan sacar sus últimas
energías para hacernos vibrar a una sola voz. Todos hemos cogido el
papelito del bolsillo y releemos las consignas fundamentales para no
equivocarnos, es importante que el coro quede perfecto.

"¡Levanten esas banderas!", "¡Es la UCI compatriotas!" "¡Un cierre
espectacular!"

Entre los gritos y el sol que nos encandila cuando miramos a lo alto,
pasan unos segundos y ya estamos fuera del foco. Solo hemos podido ver
un grupito distante de galones y estrellas que alza la mano en gesto de
saludo, como premio a un esfuerzo increíble que acaba en un pestañazo.

Sobrepasada la avenida Boyeros entre la Biblioteca y el MINFAR, ya nada
importa. Una estampida desordenada intentará subirse en la guagua que
pueda y llegar a la cama para recuperar el aliento. Aún pasarán horas
para que eso sea posible.

La misión está cumplida, nuestro agradecimiento eterno por ir a una
Universidad de excelencia sin merecerlo, quedó patentado. Los líderes
supremos tienen lo que querían, nuestra muchedumbre ha sido captada por
miles de cámaras y esas gloriosas imágenes darán la vuelta al mundo
legitimando todo, absolutamente todo lo que se necesite legitimar. Todo
ha sido acatado, todo ha sido ratificado, todo ha sido aceptado. No
importa lo que creamos cada uno de nosotros individualmente sobre cada
tema. La masa ha hablado —¡y con que fuerza!— en nombre del país.

Pero solo unos pocos saben el sentido profundo de estos actos. La
inmensa mayoría es totalmente ajena a las jugadas de inteligencia. No se
imaginan cuánto tiene que ver ese desfile con los precios de la cebolla
o los frijoles en el mercado, con la falta de internet, con los
salarios, el transporte, la burocracia, la vida en cada rincón de la
isla. Ni siquiera saben cuánto les cuesta a su propio bolsillo este
espectáculo millonario.

A veces, cuanto más huyes de la política, cuanto más te escondes en la
cotidianidad, cuanto más lejos quieres estar de los conflictos, cuanto
más despreocupado quieres vivir, es precisamente cuando más víctima eres
de quienes organizan minuciosamente tu agenda invisible, para hacerte
protagonista, activo y constante, de sus propios intereses.

Luego del desfile, la realidad cotidiana sigue igual, el pueblo gana un
buen cansancio y algo de distracciones, y el Gobierno se queda con
cientos de decisiones firmadas, para el presente y para el futuro, por
la obediencia y la apatía, típicas del hombre nuevo.

Si la gente se imaginara la gran oportunidad que se pierde…

Source: Un Primero de Mayo por dentro | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1398758197_8353.html

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