¡Última hora! ¡En Cuba descubrieron el trabajo social!
Fidel Castro no consideraba útil para la revolución la profesión de
trabajador social
Maida L. Donate, Arlington (Virginia) | 15/08/2011
A finales de 2010 recibí una convocatoria de la Asociación Nacional de
Trabajadores Sociales (NASW, siglas en inglés) para visitar Cuba como
parte de un intercambio profesional entre trabajadores sociales de EEUU
y la Isla, con el propósito de estudiar los servicios sociales que se le
están prestando a las personas de la tercera edad, los servicios y
cuidados a los pacientes con cáncer, y el sistema de servicios y
protección a la niñez y la juventud.
Se organizaron dos delegaciones, cada una limitada a 25 profesionales, a
fin de garantizar la máxima interacción con su respectiva contraparte
cubana. Las delegaciones irían en fechas diferentes. Del 13 al 18 de
febrero 2011, el grupo de los Servicios y Protección a la Niñez y la
Juventud, encabezado por Luisa López, MSW, Directora de la División para
los Derechos Humanos y Asuntos Internacionales de la NASW. Del 13 al 18
de marzo 2011, el grupo de los Servicios Sociales para las Personas de
la Tercera Edad, encabezado por Joan Levy Zlotnik, Ph.D., ACSW, Director
del Instituto de Política de Trabajo Social de la NASW. Los
participantes debían ser miembros activos de la NASW.
La noticia me estimuló la curiosidad profesional por dos razones.
Primero, en Cuba trabajé, desde 1969 hasta 1993, en investigaciones
multidisciplinarias y proyectos sociales para estudiar las condiciones
de vida y trabajo de la población, solicitados por la alta dirección del
gobierno y el partido, dizque para hallar soluciones a los problemas
sociales que se agudizaban con el tiempo. Aquellas investigaciones
abarcaban los diversos grupos de población residentes en el territorio
nacional y de manera tangencial, se acercaban a intervenciones de
trabajo social. Segundo, en los EEUU me he reciclado profesionalmente
como trabajadora social, completando una maestría en ese campo. El haber
sido estudiante a estas alturas de la vida, me ha permitido hacer la
comparación de los programas de estudios y los requisitos para ser
trabajador social en Cuba y en EEUU, y en algunos de los países europeos
con tradición reconocida en ese campo. Inicié la búsqueda de información
en bibliotecas e Internet, exprimí mi memoria y la de otros colegas,
hice algunas entrevistas a trabajadoras sociales de diferentes
generaciones, como Josefa Quintana, quien fuera trabajadora social en
allá y aquí, y encontré algunas cosillas interesantes.
El presente Programa de Trabajadores Sociales surgió el 10 de septiembre
de 2000 como parte de un paquete de 170 otros programas emergentes
tratando de dar respuesta a la secuela social y política que había
dejado el período especial para tiempo de paz (1989-1998). Aberración
política que se le ocurrió a los jerarcas en el poder, después de la
caída del Muro de Berlín, el desmantelamiento del campo socialista, y
las Causas #1 y #2 de 1989, contra los generales Arnaldo Ochoa y José
Abrantes. El punto más álgido del período especial se produjo en 1994
con la crisis de los balseros, en un nuevo intento del gobierno cubano
para provocar una crisis migratoria similar a la de Mariel en 1980.
Entre el 8 y 10 de diciembre de 1998, se celebró el VII Congreso de la
Unión de Jóvenes Comunistas. Previamente los jóvenes de todo el país
fueron convocados a dar opiniones y hacer críticas. Esas asambleas se
han estado usando para pulsar la opinión pública, y sirven de válvula de
escape al descontento político y social, a través del espejismo
liberador que produce verbalizar pensamientos reprimidos. En aquella
ocasión, los jóvenes cuestionaron la validez y vigencia del concepto del
Hombre Nuevo. Estaban en los albores del siglo XXI, fecha mágica en la
que todos los jóvenes cubanos serían seres humanos perfectos. Sin
embargo, las cárceles estaban atestadas de jóvenes menores de 25 años
que habían cometido algún crimen o delito común. Los que se graduaban de
pre-universitario no podían seguir estudios superiores y tampoco había
empleo aunque fueran profesionales graduados. ¿Cómo se explicaba este
fracaso de la ideología tan cacareada durante medio siglo? De otra
parte, la disidencia interna se diversificaba y cobraba más
protagonismo, nacional e internacional. Las reuniones del partido y de
la juventud empezaban a tomar un matiz que preocupaba a la dirección de
la revolución. Para mantener el poder tenían que encontrar, a la
brevedad, un mecanismo de control social que permitiera perfeccionar los
mecanismos de represión, creando una base de datos a nivel de barrio,
para conocer al máximo detalle posible, la dirección y fluctuación de la
opinión popular. Por supuesto, con énfasis en aquellos barrios donde,
previamente, se hubiera identificado a los más políticamente
inconformes. Se puso en marcha la consigna Batalla de Ideas.
En noviembre de 1999, el caso del niño Elián González, le vino como
anillo al dedo al Gobierno cubano para distraer la atención de
nacionales y extranjeros de lo que realmente estaba pasando en la isla.
En junio de 2000, Elián regresó a Cuba y en septiembre estaban todas las
condiciones creadas para empezar a funcionar los Programas Emergentes,
entre ellos, el Programa de Formación de Trabajadores Sociales, que
convirtió a un importante grupo de jóvenes cubanos en lupas sobre los
individuos y sus familias, para detectar e informar sobre desigualdades,
problemas sociales y opiniones que pudieran servir de caldo de cultivo
para acciones contestatarias y posiciones disidentes de la voluntad del
estado.
Se escogió la otrora Escuela de Asistentes de Círculos Infantiles
situada en Cojímar, Ciudad de La Habana para albergar al primer grupo de
unos 600 estudiantes, egresados de pre-universitario, que no habían
alcanzado matrícula universitaria ni tenían empleo. El primer curso tuvo
una duración de seis meses y las materias que se impartieron eran de
enseñanza general. Ninguna relacionada con la especialidad de trabajo
social. En octubre 2001 había tres escuelas más: Santa Clara, Holguín y
Santiago de Cuba, y se había ampliado el tiempo de estudios a un curso
escolar completo. La filosofía de este programa, en palabras de la jefa
del programa de la Capital, es "ser un ente coordinador para desarrollar
el programa de cambio social dictado por la voluntad estatal… los
trabajadores sociales no somos responsables de los cambios sociales…"
(Entrevista, Mayo 3, 2008, Cubainformacion.TV).
Semejantes declaraciones merecen una reflexión. En enero de 1959, uno de
los reclamos que se hizo fue la necesidad de un Ministerio de Bienestar
Social. El 6 de febrero de 1959, se promulgó la ley creando el
ministerio. El 4 de marzo del mismo año, la Dra. Elena Mederos (La
Habana, 1900-Washington, DC, 1982) fue nombrada en el cargo de ministra.
Cinco meses más tarde, la Dra. Mederos renunció por no estar de acuerdo
con el rumbo que estaba tomando la revolución. El ministerio fue
desintegrado en diciembre de 1959, Fidel Castro no consideraba útil para
la revolución, la profesión de trabajador social. Las funciones
administrativas asistenciales pasaron a la Dirección de Seguridad y
Asistencia Social del Ministerio del Trabajo y, el manejo de casos en
hospitales, al Ministerio de Salud Pública. La labor social se enfocó en
el desarrollo de comunidades rurales, principalmente en las zonas
orientales y central del país, y se creó el Grupo de Desarrollo de
Comunidades (GDC), adscrito al Ministerio de la Construcción, bajo la
dirección de Raquel Pérez de Miret. En el primer quinquenio de la década
de los 70, el GDC comenzó una línea de trabajo urbana en el barrio
capitalino de Cayo Hueso. Unos años después, la Sra. Pérez de Miret
murió en un accidente de tránsito en la zona central de la isla. El GDC
desapareció y se creó el Centro de Desarrollo y Control de la Vivienda,
como departamento anexo al Consejo de Estado, dirigido por Nicia Agüero.
En la década de los 80, el Instituto Nacional de la Vivienda centró todo
lo relativo al desarrollo de la vivienda. En 1988, se creó el Grupo para
el Desarrollo Integral de la Capital (GDIC) para la preservación del
patrimonio histórico de La Habana y se comenzó a trabajar en el concepto
de los Talleres Integrales del barrio, en localidades con altos índices
de pobreza y problemas sociales, como Atarés, La Güinera, Los Pocitos, y
se retomó Cayo Hueso. A esas fechas, la actividad de trabajo social
propiamente dicha, se limitó a intervenciones de grupos de estudiantes
universitarios de las carreras de sociología y psicología social de la
Universidad de La Habana, bajo la tutoría de sus profesores. En resumen,
a pesar de haber sido un reclamo desde el inicio de la revolución, el
trabajo social como profesión, no fue considerado útil y necesario hasta
que en 2000, lo visualizaron como vía de contención ante la
depauperación de las condiciones de vida y trabajo de la población.
Interpretación totalmente opuesta a la verdadera esencia de la ética de
la profesión de trabajo social.
En el mundo moderno actual, la primera misión de la profesión de trabajo
social es el mejoramiento del bienestar de los seres humanos,
ayudándolos a que todos puedan cubrir sus necesidades básicas, prestando
particular atención a las necesidades y empoderamiento de los grupos de
población más vulnerables, oprimidos, y viviendo en la pobreza. El
enfoque de la profesión de trabajo social es el bienestar individual en
el contexto social y el bienestar de la sociedad en general. Los
trabajadores sociales debemos ser promotores de justicia y cambio social
junto, y en representación, de los individuos, familias, grupos,
organizaciones y comunidades con los que trabajamos.
El Código de Ética de la NASW establece que los trabajadores sociales,
por ley, trabajan bajo la premisa de respeto obligatorio a la
confidencialidad y la privacidad del individuo, y al principio de auto
determinación. Con el propósito de ayudar a descubrir y utilizar, las
potencialidades que todo ser humano tiene. El trabajador social debe
respetar la diversidad cultural, étnica, religiosa, política,
orientación sexual, y condiciones especiales de las personas con las que
trabaja. El trabajador social no da el pescado, enseña a pescar.
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