Historia de una monja y el Papa Francisco
ANÓLAN PONCE
Desde que ocupa el trono de San Pedro, el papa Francisco se ha embarcado
en una cruzada abierta contra el capitalismo, dedicando más tiempo a
atacarlo que a las funciones y problemas internos de la Iglesia Católica
como corresponde al máximo vicario de Jesús en la tierra. En su reciente
viaje a Sudamérica, y sobre todo en Bolivia, sus discursos fueron de
tono tan radical que pueden ser tildados de políticos y revolucionarios,
y ello no compagina con el carácter religioso y espiritual de su
posición eclesiástica.
La actitud del Papa me ha hecho recordar la novela Historia de una
monja, un relato verídico de la escritora norteamericana Kathryn Hulme,
basada en la vida de la ex monja y enfermera belga Marie Louise Habets,
la cual fue llevada al cine en 1959 con Audrey Hepburn como
protagonista. La cinta acaparó 8 nominaciones al Oscar, llegando a ser
en aquel entonces el film más taquillero de la Warner Brothers.
Historia de una monja narra la lucha interna de Habets –en la cinta la
hermana Luke– por resolver el gran conflicto que se desarrolla entre su
amor a Dios, que la ha impulsado a aceptar los votos monásticos, y su
vocación verdadera, que es ayudar al prójimo y halla su objetivo en la
enfermería. En un recorrido espiritual de casi 18 años por el corazón y
el alma de esta joven belga, descubrimos, al igual que ella, que su
deseo de ayudar al prójimo la ha esposado erróneamente con Dios. La
hermana Luke rectifica y renuncia a los hábitos aunque no a Dios,
escogiendo servirlo a través de su labor humanitaria de enfermera en el
frente de batalla durante la Segunda Guerra Mundial.
La historia de Marie Louise Habets es un ejemplo de una vocación
canalizada a través de un medio equivocado. ¿Pudiera ser esto lo que
sucede con el Papa Francisco? Si tiene vocación de revolucionario, ¿no
debía ser en lugar de Papa un jefe sindical, un primer ministro o un
líder guerrillero? Es la pregunta que nos hacemos muchos católicos en el
mundo.
Nadie pone en duda su bondad, honradez, sinceridad y sobre todo su
humildad. Francisco habla con su corazón cuando defiende a los pobres, a
los explotados y a los marginados por la sociedad. Pero, ¿es el suyo un
corazón mortalmente herido por prejuicios creados en su niñez o su
adolescencia de los cuales no ha logrado desprenderse, de la misma forma
que Habets comprende que no ha podido desprenderse del amor que siente
por su padre al ser incapaz de perdonar a los nazis que lo matan, lo que
finalmente la impulsa a abandonar los hábitos?
La cruzada del Papa Francisco es justa e injusta a la vez. Justa es
porque defiende a los pobres, a los explotados y a los marginados por la
sociedad. Pero es injusta porque en lugar de atacar los excesos del
capitalismo, ataca a este en sí, ignorando que ha sido el capitalismo el
que ha sacado a mayor número de personas de la pobreza y que donde este
no rige o se practica de alguna forma, es donde existen los mayores
porcentajes de miseria y escasez. Es también injusto atacar al
capitalismo y no dedicar una onza de crítica al comunismo cruel y
criminal que mantiene a Cuba con un nivel de pobreza de un 70% a un 80%,
o al Socialismo del siglo XXI que ha sumido a Venezuela, a pesar de la
bonanza petrolera de los últimos 10 años, en una pobreza mayor que
cuando Hugo Chávez llegó al poder.
El papa Francisco da a veces la impresión que abusa del privilegio de su
alta posición para influenciar a otros a que consigan por la fuerza lo
que no puede la prédica. En Bolivia instó a "los humildes, los
explotados, los pobres, y los excluidos" a buscar un cambio de sistema,
"un cambio real, de estructuras"; visitó a los prisioneros de Palmasola,
la cárcel mas peligrosa del país; se reunió con activistas de
movimientos populares; y aceptó como arte un Cristo crucificado en la
hoz y el martillo.
Yo propongo que el Papa haga lo mismo en su viaje a Cuba. El mismo
discurso radical llamando a cambiar las estructuras; que visite a los
prisioneros políticos que se pudren en las cárceles cubanas por luchar
pacíficamente por lo que él propone en su discurso; que se reúna con
todos los disidentes y atienda sus quejas; y que pida a Raúl Castro que
libere a El Sexto y acepte "como arte" su acción de soltar en el centro
de La Habana a dos puercos con los nombres de Fidel y Raúl.
Si el Papa es un revolucionario, lo debe ser para todos. Ante mis ojos
cubanos, solo así quedará redimido.
AnolanPonce@aol.com
Source: ANÓLAN PONCE: Historia de una monja y el Papa Francisco | El
Nuevo Herald -
http://www.elnuevoherald.com/opinion-es/opin-col-blogs/opinion-sobre-cuba/article34966407.html
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