Wednesday, February 11, 2015

Elogio del moderado

Elogio del moderado
Algunas de las manifestaciones de intransigencia de un sector de la
comunidad exiliada reflejan el ideal totalitario: no se trata de rebatir
una idea sino de suprimirla
Alejandro Armengol, Miami | 11/02/2015 11:42 am

Practicar la moderación y la cordura en nuestras discusiones políticas
no nos libra del exilio. No contribuye, de forma sustancial, al fin del
castrismo o al mejoramiento de las condiciones de vida en Cuba. Tampoco
ayuda a la permanencia del régimen. Simplemente facilita el entendernos
mejor.
Contra este ideal de entendimiento, persisten en el exilio quienes se
declaran opositores al gobierno castrista, pero manifiestan una actitud
similar a la existente en La Habana: "con nosotros o contra nosotros".
Las opiniones e informaciones contrarias a sus puntos de vista son
consideradas un ataque y no un criterio divergente.
Estas manifestaciones de intransigencia de un sector de la comunidad
exiliada reflejan el ideal totalitario: no se trata de rebatir una idea,
sino de suprimirla. Apelando al argumento del respeto a la comunidad, el
"dolor del exilio" y la necesidad de no "hacerle el juego" a Castro,
ciertos personajes de esta comunidad intentan imponer un código de lo
que se debe o no se debe informar; lo que es correcto y no es correcto
hacer; definir la estrategia a adoptar por Washington respecto a la
relación con el gobierno cubano y excluir o santificar a priori
cualquier actividad que una persona cualquiera —con independencia de su
nacionalidad— intente desarrollar en suelo cubano.
La buena noticia es que esta actitud —esta bandera de lucha por
demasiados años en el exilio— en la actualidad solo refleja el pensar y
la forma de comportarse de una minoría.
Por años, el mejor recurso con que contaban quienes se oponían a dejarse
doblegar en la práctica de un pensamiento independiente, era el apoyo
que brindan las leyes y el Estado de Derecho que caracteriza a un país
democrático, con independencia de sus limitaciones. Luego diversos
sondeos de opinión comenzaron demostrar que esa opinión que se creía de
unos pocos —a los que se podía encerrar en un saco diverso y castigar
con improperios— era en realidad compartida no solo por la mayoría de
los estadounidenses, sino por muchos —tantos que ya es un criterio
mayoritario— en Miami.
Sin embargo, lejos de traer la cordura, esa realidad lo que ha tenido
como consecuencia es un acrecentamiento de un tono emocional que no
facilita el debate.
En cualquier discusión sobre Cuba pueden surgir de momento elementos que
entorpecen los criterios racionales, desde el insulto y los ataques
personales hasta el apoyarse en la divulgación de mentiras —que en
ocasiones contienen elementos aislados de verdad, pero que en su
totalidad presentan un panorama falso— y los enfoques demasiado
estrechos, que impiden una visión de conjunto y un conocimiento mejor
del enemigo común.
Participantes catalogados de "castristas" y "anticastristas",
"dialogueros" y "verticales" se enfrascan en batallas verbales,
sustentadas en la utilización de un lenguaje deformado que impide una
verdadera comunicación.
Esta deformación verbal se produce de dos formas. La abstracción, como
un medio para despersonalizar y tergiversar las intenciones, y el
deshumanizar a los opositores.
Lo que debe preocupar es que esta deformación tiene su origen en una
manipulación del lenguaje, propia de los regímenes totalitarios. La
supervivencia de este mecanismo, en una sociedad donde pueden expresarse
las ideas sin el peligro de ir a la cárcel, es deprimente.
Tanto en el exilio como en la Cuba bajo los hermanos Castro se ha
utilizado el argumento de que recurrir a estos y otros mecanismos
similares forma parte de un mecanismo de defensa, frente a la hostilidad
que rodea a quienes defienden razones caducas. La justificación no es
válida en caso alguno.
En lo que respecta al exiliado, está presente una doble agresividad, que
lo convierte al mismo tiempo en víctima y victimario: hostilidad que se
sufre por vivir una existencia anómala, al estar fuera de la patria, y
agresión que al igual éste genera —al concentrar sus pasiones en
objetivos limitados— y padece, producto de una soledad que lo lleva
tanto a la desproporción como a la cursilería.

Source: Elogio del moderado - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/elogio-del-moderado-321881

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