Monday, February 9, 2015

El intrincado proyecto pendiente

El intrincado proyecto pendiente
[09-02-2015 14:00:15]
Alberto Medina Méndez

(www.miscelaneasdecuba.net).- La lista de asignaturas no aprobadas por
la sociedad es casi interminable. Para superarlas habrá que, primero
identificarlas, para luego priorizarlas y finalmente, después de una
dedicada, perseverante y metódica labor, obtener ciertos resultados
relativamente aceptables.
En esa grilla, existe una tarea especialmente relevante y al mismo
tiempo preocupante, que no tiene que ver con la economía, como
habitualmente la hacen aparecer, sino con la justicia, la equidad y la
convivencia ciudadana. Se trata de la soñada recuperación de la
deteriorada cultura del trabajo.

Durante muchos años, de un modo lento pero sostenido, varias
generaciones de ciudadanos fueron estimulados e incentivados a abandonar
esa actividad vital, por decisiones políticas equivocadas, de neto corte
populista y demagógico, propias de quienes usan el poder solo para
perpetuarse en él y no para lograr verdaderas transformaciones positivas.

Se han desarrollado perversas estrategias para establecer una retorcida
nómina de privilegios que mediante normas vigentes, eximen de esfuerzo a
vastos sectores. Esto no sucedió por casualidad, ni por un mero error de
percepción insignificante, sino como parte de un elaborado y premeditado
plan tendiente a lograr que un conjunto de personas puedan ser sometidas
al poderoso de turno, bajo las herramientas más clásicas del clientelismo.

Es bueno entender que esto no se ha conseguido a espaldas de la gente
sino, muy por el contrario, con el explicito apoyo que implica la
legitimación de esas resoluciones a través del voto de miles de
electores que respaldaron no solo esas determinaciones puntuales, sino a
cada una de las ideas que las alimentan.

Muchos se percataron de lo perjudicial que sería este esquema no solo en
el corto plazo, sino una vez que transcurrieran los años y se
naturalizaran como parte del paisaje. Otros, recién tomaron dimensión de
lo que sucedía una vez que se hizo casi imposible revertir esa dinámica
impuesta.

Hoy, buena parte de las personas lo visualiza con absoluta claridad. Un
par de generaciones, al menos, no solo no tiene interés en trabajar y
ganarse su sustento gracias a su esfuerzo personal, sino que además está
convencida de que le corresponde ese derecho de exigir al resto de la
ciudadanía que lo subsidie, que lo financie y le permita el acceso a
todos los servicios disponibles.

Ellos entienden que pertenecen a un grupo social que no ha sido
bendecido, y que su "mala suerte" debe ser compensada porque no han
tenido acceso a la educación y a otras oportunidades. Este pérfido
argumento, construido con dedicación por una clase política ruin, que
casi no distingue partidos, parece haberse instalado como una verdad
indiscutible.

Sin embargo, cada vez son más los individuos que ya no admiten esta
regla de juego como incuestionable. Las crisis, las emergencias, las
angustias ya no pueden explicar tantos años de continua inercia. Menos
aun ilustrar el desproporcionado crecimiento de esta ola de subsidios,
ayudas, programas y cuanto recurso retórico intente disfrazar lo que
solo ha servido como un instrumento más de sometimiento político y de
indignidad cívica.

Casi todos los seres humanos adultos están capacitados para ganarse su
manutención. Pero además de poder hacerlo, mucho más importante es que
tienen el deber moral de intentarlo por ellos mismos, por su dignidad, y
porque es lo que corresponde en una comunidad civilizada.

El desgastado argumento de que se trata de desposeídos, inválidos,
analfabetos e indigentes, que no tienen alternativa, no solo no es
veraz, sino que diversas demostraciones empíricas lo refutan con
contundencia.

Lo que no resulta razonable, a estas alturas, es seguir recorriendo el
camino de la transferencia irrestricta de recursos desde quienes se
sacrifican a diario hacia los que, mayoritariamente, pudiendo sostenerse
por sí mismos, prefieren seguir recibiendo una infame asistencia, antes
que esmerarse.

Claro que existen excepciones. Pero no menos cierto es que la sociedad
civil puede dar testimonio de su eficiencia para mitigar con más talento
que el Estado, inclusive evitando adicionalmente la presencia siempre
tentadora de la corrupción que rodea a la administración de los dineros
públicos.

Parece difícil emprender este sendero, pero es imperioso hacerlo cuanto
antes. El daño ha sido enorme, y no solo desde lo económico sino,
fundamentalmente, desde lo ético. Mucha gente sigue creyendo que tiene
derecho a no trabajar y a recibir protección, contrariando las más
esenciales leyes naturales. Siguen pensando que es una responsabilidad
social de los que "pueden" trabajar amparar a los demás, como si fueran
culpables de sus habilidades, de su voluntad de hacer, de crear y
sacrificarse.

El camino que hay que desandar es tortuoso, sinuoso y complejo. No será
sencillo conseguir que las reglas de juego vuelvan a ser las más
elementales, esas que dicen que cada uno debe ganarse lo suyo para que
sea factible entonces abandonar el actual saqueo institucional que
implica quitarles una parte del fruto de su esfuerzo a los que trabajan
a diario, para dárselos a otros, como si fuera su responsabilidad
sustentar al resto.

Mas tarde o más temprano, por convicción o solo porque es inviable
continuar con esta dinámica que propone el presente y su pretendida
tendencia, habrá que iniciar el regreso hacia la equidad, la ética y el
sentido común. Nadie dice que será fácil. Es bueno que se empiece a
pensar en como hacer esto lo antes posible. Se trata del intrincado
trayecto pendiente.

Source: El intrincado proyecto pendiente - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/54d8af5f3a682e1020bc3c09#.VNj2O_nF9HE

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