Los que siembran vientos, cosechan tempestades
[22-04-2014 12:20:30]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- Las contradicciones humanas son parte de
su esencia. Por eso es muy relevante reflexionar sobre ellas, ya no solo
para interpretar adecuadamente su naturaleza, sino para intentar tomar
actitudes sensatas en el futuro y sacar el mejor provecho posible de
ellas. El progreso de la humanidad depende justamente de entender los
procesos para potenciar las propias fortalezas dando pasos hacia adelante.
El reciente "paro nacional" en Argentina es solo una muestra más de esas
incoherencias tan habituales en estas sociedades. No es la idea
cuestionar la herramienta, al menos no en esta oportunidad. Pero no se
debe pasar por alto que quienes patrocinaron esta iniciativa con
intencionalidad manifiesta, hace muy pocos años atrás fueron apasionados
impulsores de las políticas económicas de este mismo gobierno. No solo
las alentaban en cuanto acto público existiera, sino que las aplaudían
abiertamente, fundamentalmente en los medios de comunicación, con
encendidos discursos que hablaban del momento histórico, de la bisagra
que significaba para el país, apelando a cuanto recurso emotivo pudieran
mencionar para invitar a sumarse a ese movimiento partidario.
El argumento central de la última decisión sindical ha sido el de
reclamar por la inocultable pérdida del poder adquisitivo del salario de
los trabajadores. Eso ocurre por un motivo evidente, relacionado con el
proceso inflacionario que se desató hace varios años y que hoy se hace
sentir cada vez con más fuerza. Esa inflación no es producto de un
sorteo, de una casualidad o de un mero desliz operativo, sino el
derrotero esperable de un Estado que gasta mucho, demasiado y que se
financia con elevados impuestos, que ya no puede incrementar hasta el
infinito sin generar más caídas de consumo e inversión.
Este es el gobierno que el gremialismo local aclamó, el mismo que no se
puede endeudar porque se ha encargado de mostrar su permanente
hostilidad a los inversores, motorizando medidas restrictivas para la
circulación de capitales y por ende expulsivas de quienes desean apostar
por el país y ayudarían a evitar la magnitud de esta crisis.
La emisión monetaria constante, desproporcionada e irresponsable ha
generado esta inflación. No podía suceder otra cosa. Es lo que
irremediablemente tenía que pasarle a un gobierno que demagógicamente
disfruta de su populista actitud de "repartir lo ajeno", sin asumir que
es imposible distribuir lo que no se genera previamente.
Pero es importante entender que este sector político que hoy conduce la
nación no llegó a esta situación por arte de magia. Está allí, ocupando
el poder, ostentando ese apoyo legislativo que le permite aprobar normas
insólitas y perjudiciales para el país, porque un sector de la
ciudadanía lo avaló no en forma tibia, sino con efusivo fervor, y esa
militancia sindical que ahora impulsa medidas de fuerza es parte
importante de esas adhesiones políticas que permitieron que todo lo
posterior ocurra.
Es tiempo de hacerse cargo de las decisiones electorales. Es saludable
hacerlo. Lo que los gobiernos hacen es lo que la gente que los vota les
pide. Una sociedad y un sindicalismo que pretenden MÁS Estado, mayor
concentración del poder en pocas manos, que cree en esa forma de
gobernar que sostiene que es más importante "repartir que producir", no
debe hoy quejarse como si nada tuviera que ver, no al menos sin hacer
una autocrítica despiadada sobre sus errores conceptuales e ideológicos.
Lo que hoy sucede es la consecuencia de lo que se viene haciendo sin
descanso. Al principio parecía alcanzar y todos creyeron que esa
alquimia funcionaría indefinidamente. Hoy ya no es suficiente. Pero nada
de eso hubiera ocurrido sin los explícitos y apasionados apoyos
electorales de una inmensa cantidad de ciudadanos que prefirieron darle
crédito a esa dinámica y a esos dirigentes.
Una cosa es haber creído en esos dislates de modo genuino y darse cuenta
del error. Seguro que muchos ciudadanos ya tomaron nota de ese
desacierto. Es esa actitud y no la otra la que permite a las sociedades
evolucionar. No existe un manual de aprendizaje para tomar decisiones
correctas, en todo caso se pueden defender ciertas ideas para luego
comprender que esas visiones y formas no conducen hacia lo deseado.
Abundan ejemplos en el mundo de países que pasaron por determinadas
políticas y luego de sufrirlas en carne propia, pudieron interpretar el
daño que las mismas implicaban, para luego emprender un nuevo recorrido
que los llevó hacia el éxito, superando la pobreza y logrando un
progreso social que hoy los enorgullece.
Lo difícil de asimilar es la actitud de esos ciudadanos que creen que no
se trata de políticas equivocadas sino solo de problemas de
implementación o hasta de interlocutores inadecuados. Prefieren afirmar
que es la corrupción la cuestión a resolver, o por ahí el tono agresivo
de confrontación de los discursos políticos. En todo caso, esos son
agravantes de decisiones estructurales equivocadas. Se pueden llevar
adelante medidas con el rumbo incorrecto, de modo honesto y con una
retórica amigable, pero eso por sí solo no lleva hacia el objetivo
esperado. El modelo colapsa por sus ideas disparatadas en lo económico y
político y no por su estilo criticable.
No se pueden dilapidar recursos a mansalva y pretender que eso no tenga
consecuencia alguna. Pasa en la economía familiar y obviamente también
en la de una nación. Es imposible ser irresponsable en la administración
de la cosa pública sin tener problemas por doquier. Y mucho más difícil
de explicar es como se puede aún seguir defendiendo a dirigentes que han
convertido un comunidad abundante en recursos naturales, que podría
alimentar a diez veces su población, en una nación que tiene un
significativo número de personas por debajo de la línea de pobreza.
Los perversos manipuladores de la política no son parte de este análisis
solo apto para personas con cierta integridad. Los dirigentes sindicales
son, en su inmensa mayoría, personajes de una corporación que protegen
intereses económicos vinculados a sostener su cuota sindical, defender
su espacio de poder y desde allí hacer política buscando generar
privilegios, cuando no para lograr insertarse en listas sábanas de
legisladores y dar otro paso adicional sumando más poder. No se puede
esperar de ellos gestos de grandeza, no está esa posibilidad en su
agenda cotidiana. Por eso los mismos que aplaudieron en el pasado son
los que hoy se quejan paralizando el país.
Equivocarse está en el bolillero, cualquiera puede cometer errores y de
hecho las sociedades lo hacen con mucha frecuencia. El presente es la
consecuencia de las decisiones del pasado. Y no hay marcha atrás en
esto. Lamentablemente no se puede volver en el tiempo. Pero si se debe
asumir lo ocurrido. Lo que no parece razonable es persistir en sostener
y defender ideas equivocadas, excusándose en cuestiones triviales para
explicar lo inexplicable. Cuando la ciudadanía comprenda con convicción
la relación causa efecto de los procesos políticos, es probable que
entienda también que los que siembran vientos, cosechan tempestades.
Source: Los que siembran vientos, cosechan tempestades - Misceláneas de
Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/5356426e3a682e0594be9bd2#.U1ebEPmSwx4
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