Granada, la derrota que Fidel Castro no podía perdonar
Posted on 25 octubre, 2013
Por Juan Reynaldo Sánchez*
A 30 años de los acontecimientos desencadenados en la isla caribeña de
Granada tras el magnicidio del primer ministro Maurice Bishop y la
invasión de tropas estadounidenses, el fantasma de Fidel Castro gravita
sobre el descalabro de la operación militar cubana y la suerte de 25
compatriotas que fueron conminados a una muerte absurda.
Todavía hoy siguen en pie dos preguntas esenciales: ¿Qué significaba
Granada en los propósitos megalomaníacos de Fidel Castro? ¿Por qué
designó al coronel Pedro Benigno Tortoló Comas y cuáles fueron sus
órdenes directas?
Al frente del movimiento izquierdista de la Nueva Joya (NJM, Bishop
había tomado el poder en 1978 mediante un golpe de Estado contra el
gobierno del primer ministro Eric Gairy, precisamente con ayuda
logística de La Habana.
Fidel Castro necesitaba de otro puntal en el Caribe, además de la
Jamaica de Michael Manley. Sabía que el gobierno de Manley era inestable
y podía perder el poder en cualquier momento, como en realidad sucedió
en 1980. De manera que Granada aparecía como el trampolín de exportación
de la revolución a otras naciones de la región caribeña, como ya lo era
la Nicaragua sandinista en Centroamérica.
Entrenamiento en Cuba
La posible influencia en la comunidad caribeña del gobierno de la Nueva
Joya sería verdaderamente importante tanto para Castro como para la
entonces todopoderosa Unión Soviética en pleno apogeo de la Guerra Fría,
dada la tendencia marxista leninista de Bishop.
Desde los primeros días del triunfo de Bishop, Fidel Castro ofreció
entrenamiento y asesoramiento en aspectos de la seguridad presidencial y
militar especializada que el premier granadino no tardó en aceptar.
Así fue como decenas de militantes de la Nueva Joya comenzaron a
entrenarse en la escuela de la Seguridad Personal, por entonces ubicada
donde hoy se encuentra la Unidad de la Policía Especial en el bosque de
La Habana; otras decenas de granadinos reciben cursos especiales en las
instalaciones de Tropas Especiales del Ministerio del Interior.
Bishop visita Cuba por última vez el 7 de octubre de 1983, días antes de
la intervención norteamericana y caribeña a la isla. La visita
transcurre en largas horas de reuniones y recorridos por el interior del
país, incluyendo la Central Electronuclear de Juraguá, en Cienfuegos.
Bishop le comenta a Fidel Castro sobre las divisiones dentro del partido
de la Nueva Joya, las críticas de culto a la personalidad que le habían
realizado dentro de la organización y la cada vez más precaria unidad en
el gobierno de la isla.
Ya para esta época, Cuba está involucrada en la construcción de un
aeropuerto en Point Salines mediante la colaboración de obreros
pertenecientes a la Brigada "Blas Roca Calderio", según un acuerdo
establecido con Granada, a la vez que habían sido enviados decenas de
asesores militares cubanos.
La estrella de Tortoló
Bajo el pretexto de construirse únicamente para el apoyo del turismo a
la isla, el aeropuerto también tenía el objetivo de servir a los
propósitos del tráfico de personal y material bélico hacia el Caribe,
como en una época se utilizó el aeropuerto internacional José Martí de
La Habana para el aterrizaje y estacionamiento de los bombarderos
soviéticos de largo alcance soviéticos en un área militar especialmente
habilitada en el lugar.
Con estos antecedentes es comprensible la designación del coronel
Tortoló para la defensa de las instalaciones y posiciones cubanas en
Granada.
Fidel Castro conocía a Tortoló desde las maniobras militares Bastión, a
comienzos de los años 80, y especialmente estuvo muy cerca de él durante
los ejercicios desarrollados en 1883. En el recorrido realizado por
diferentes puestos de mando de la defensa, Castro llegó a la antigua
escuela de responsables de milicias del Ejército Central, que tenía a
Tortoló como jefe del Estado Mayor de esa fuerza militar.
Al arribar Castro, le rinden el parte correspondiente de las supuestas
acciones militares y como jefe del Fstado mayor le informa de las
tácticas y maniobras a seguir para contrarrestar una posible invasión
enemiga. Tortoló lo hace bien y responde sin titubeos a las incisivas
preguntas del gobernante, que se lleva una magnífica impresión del joven
coronel.
El 14 de octubre Bishop es depuesto y asesinado por las fuerzas leales a
Bernard Coard y se desata una ola de violencia en la nación caribeña.
Ante la inminente intervención militar por parte de Estados Unidos y
fuerzas conjuntas de estados caribeños como Barbados, Dominica y
Jamaica, Fidel Castro decide no retirar ni un solo cubano de Granada y
enviar a un militar de alta graduación para hacerse cargo de la defensa
en las posiciones cubanas en el territorio granadino, fundamentalmente
el aeropuerto en construcción en Point Salines y la Embajada cubana.
En el despacho de Fidel Castro
El nombre que le viene a la mente en ese momento es el de aquel jefe del
Estado Mayor del Ejército Central que pocos días ante le había dado una
brillante disertación en las maniobras para repeler cualquier "invasión
enemiga". De esta forma se decide la suerte de Tortoló. El coronel es
citado para el despacho de Castro en el Consejo de Estado, donde Castro
personalmente le da las órdenes que debía ejecutar a su llegada a Granada.
Recuerdo claramente, como si fuera hoy, aquel encuentro y las
apremiantes recomendaciones hechas por Castro:
A.- Sin perder un minuto, organizar a los cubanos en las diferentes
zonas para la defensa de las instalaciones y distribuir todas las armas
que allí se encontraban.
B.- Establecer un sistema de comunicaciones entre las posiciones y la
embajada cubana, a fin de mantener informada a La Habana sobre los
posibles acontecimientos que se desarrollaran.
C.- Lo más importante: no atacar a las fuerzas enemigas si no eran
atacados directamente.
Fidel Castro le insistió que debía defender sus posiciones a toda costa
"hasta el último hombre y la última bala", aún con el conocimiento de
que no podía contar con refuerzos desde Cuba, previendo el bloqueo naval
que se implantaría a la isla. En otras palabras, significaba que en caso
de enfrentamiento armado, sería combatir hasta el final. Un suicidio
anunciado.
Con estas órdenes en la cabeza, el coronel Totoló partió del aeropuerto
del escuadrón ejecutivo de Playa Baracoa, al oeste de la capital cubana,
en un avión AN-26 que lo trasladó a la isla de granada, en la madrugada
del 24 de octubre de 1983. Para esa fecha, Bishop ya había sido ultimado.
Inmolados y aferrados a la bandera
Todos los partes recibidos por Fidel Castro a través de la embajada
cubana en Granada, donde se encontraba como embajador Julián Enrique
Torres Rizo eran devastadores y potencialmente exagerados, hasta el
punto de informar que el último reducto de resistencia cubana se había
inmolado, abrazados todos sus integrantes a la enseña nacional.
¿Por qué Fidel Castro no retiró al personal cubano de Granada una vez
que Bishop fue asesinado, cuando incluso él mismo había expresado que
las relaciones con Bernad Coard y su gobierno eran frías y distantes?
¿Por qué no aprovechó esa cobertura y salvó a decenas de cubanos muertos
y heridos en una contienda que no tenía más salida que la inmolación?
Ciertamente Fidel Castro no movió un dedo en buscar una evacuación de
los cubanos mediante una coordinación diplomática con las fuerzas
invasoras. No porque no había tiempo -como expresó después- sino porque
desde un principio esa variante no estuvo en sus planes. Castro sabía
que los cubanos no contaban con el armamento, ni la preparación, ni la
experiencia necesaria para hacer frente y frenar un posible ataque a las
posiciones que ocupaban en territorio granadino.
La verdadera intención de Fidel Castro era que, si Estados Unidos se
decidía por no atacar las posiciones cubanas, los 700 efectivos
desplegados allí regresarían a Cuba como verdaderos héroes y se
esgrimiría el argumento victorioso de que el imperialismo no había osado
atacarlos. En caso de ser atacados, ofrecerían resistencia "hasta el
último hombre y la última bala", como le había ordenado a Tortoló, y
entonces desataría una campaña internacional en contra del presidente
Ronald Reagan para desacreditarlo y tildarlo de abusador y asesino.
Pero las cosas no le salieron como esperaba. Tortoló no tuvo nunca la
decisión de inmolarse ante una causa que ya se había perdido desde La
Habana cuando lo enviaron a Granada.
Rostro de preocupación
Recuerdo el rostro de preocupación y el desasosiego que acompañó a Fidel
Castro por esos días tras las evidencias de la aplastante derrota.
Según se supo luego mediante las investigaciones realizadas
personalmente por Fidel y Raúl Castro, Tortoló nunca dio la orden de
fuego contra las posiciones enemigas. La pesquisa fue conducida por los
dos hermanos mediante entrevistas a testigos de los acontecimientos,
incluido el propio Tortoló, en la Casa 28 de protocolo del Consejo de
Estado, situada en las callea 150 y 21 del municipio Playa, en La Habana.
Los interrogatorios confirmaron que Tortoló recorría las posiciones
durante el enfrentamiento, desatado realmente por las fuerzas granadinas
de resistencia. Al ver que los cubanos no le tiraban a las tropas
invasoras, los granadinos comenzaron a hacerle fuego a a las posiciones
cubanas para buscar una reacción. Algunas posiciones cubanas abrieron
entonces fuego por su cuenta, sin tener la orden específica del mando
inmediato.
El saldo de esta lamentable escaramuza militar fue de 19 soldados
estadounidenses, 25 cubanos y 45 granadinos del Ejército Revolucionario
del Pueblo (PRA) fallecidos. También murieron 24 civiles de Granada.
Entre los cubanos hubo también 59 heridos y 638 prisioneros.
Chivo expiatorio
Poco le duraron al coronel Tortoló las horas de gloria después que fuera
recibido como un héroe por el propio Fidel Castro en el aeropuerto de La
Habana, donde rindió el parte de la "misión cumplida". Después de las
investigaciones realizadas, fue recriminado por Fidel y Raúl castro en
la mencionada Casa 28 y enviado a un tribunal de honor que lo degradó a
soldado, junto con todos los militares cubanos que estaban en Granada.
Como alternativa se les impuso limpiar su honor en la guerra de Angola,
donde combatió Tortoló y se ganó los grados de sargento. Hoy vive sin
gloria y con pena en su casa de la calle Marino en La Habana, a los 68 años.
Toda la responsabilidad de este inútil enfrentamiento cubano con la 82
División Aerotransportada del Ejército de Estados Unidos recae sobre la
conciencia de Fidel Castro y de su hermano Raúl. Aunque Tortoló cargará
siempre con el estigma del hombre que huyó, no fue más que el chivo
expiatorio de este monumental fiasco militar cubano en el Caribe.
Después de Granada, la imagen de la invencibilidad cubana y la retórica
de la inmolación patriótica quedaron severamente dañadas. Y eso es lo
que Fidel Castro no podía perdonar.
*Juan Reynaldo Sánchez fue escolta personal de Fidel Castro entre 1968 y
1994, con grados de teniente coronel. Fue destituido y cumplió prisión
en Cuba. Logró abandonar la isla en el 2008 y actualmente reside en
Miami. Tiene en proceso de edición un libro sobre su experiencia en la
seguridad personal del gobernante cubano.
Source: "Granada, la derrota que Fidel Castro no podía perdonar | Café
Fuerte" -
http://cafefuerte.com/cuba/8324-granada-la-derrota-que-fidel-castro-no-podia-perdonar/
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