Publicado el viernes, 03.08.13
Carromero y la confesión de la verdad
Dora Amador
Hay políticos de corazón limpio, pero muchos se venden, traicionan,
mienten públicamente sin el mínimo pudor ciudadano con tal de llegar o
mantenerse en el poder.
Se diría que es el caso de Jorge Moragas, Jefe de Gabinete del
presidente Mariano Rajoy, del Partido Popular español. La influencia que
tiene Moragas en la cúpula del partido gobernante es indiscutible, ya se
le conoce como el escudero del presidente.
Jorge Moragas y el cubano Oswaldo Payá, líder del Movimiento Cristiano
Liberación y gestor del Proyecto Varela, eran amigos. No hubo una
entrega de premio u otra ocasión significativa en Europa homenajeando a
Payá a la que Moragas no asistiera dándole su apoyo y siempre exponiendo
en tribunas y congresos y a la prensa la grandeza humana del incansable
luchador, premio Sajarov de Derechos Humanos del Parlamento Europeo, por
la libertad de su patria.
Yo personalmente siempre sentí gratitud hacia el diplomático del PP. No
creo que haya habido político español que haya defendido la causa del
pueblo de Cuba como él. Por años fue, como Vaclav Havel, la voz europea
de los esclavos del totalitarismo. Me quedaba impresionada con las
intervenciones de Moragas en el Parlamento durante el gobierno de
Rodríguez Zapatero por su pasión en defensa de los derechos humanos de
los cubanos.
Pero la amistad del actual Jefe de Gabinete del gobierno con Payá se
detuvo tan pronto fue nombrado por Rajoy al puesto que ocupa hoy. ¿Qué
pasó? Los intereses económicos, las grandes inversiones hoteleras de
España en Cuba ocuparon el primer lugar en la agenda hacia la isla. De
un plumazo se tiraron al basurero los amigos, los principios, la
solidaridad.
Significativamente, Ángel Carromero decidió confesar toda la verdad
sobre el "accidente" que tuvo en Cuba, en el cual murieron Payá y Harold
Cepero, activista destacado del MCL, al diario estadounidense The
Washington Post, y no a un periódico español. Antes se lo había
confesado a Rosa María Payá, hija del cubano cuya vida y obra,
iluminadas siempre por su fe católica, fueron, como las del también
católico Vaclav Havel, una gran inspiración y esperanza para mí.
El mismo día en que salieron las revelaciones de Carromero, The
Washington Post publicó un editorial del cual quiero citar su magnífico
final: "El verano pasado, cuando el coche que conducía el señor
Carromero se salió de control, las autoridades cubanas deben haber
concluido que al fin habían silenciado al señor Payá y no se oiría nada
más sobre él. Probablemente pensaron también que habían intimidado al
joven español para que no hablara. Pero fracasaron. Ahora tenemos un
testigo ocular que sugiere que agentes de Castro trataron de matar al
señor Payá y luego intentaron encubrir el asesinato.
"El único curso de acción apropiado es convocar a una investigación
internacional que pueda ser independiente y no contaminada por las
injerencias de los matones del régimen de Castro. El legado del señor
Payá debe ser exponer la verdad de su muerte, y exhibir esa verdad para
que todos la vean, sobre todo el pueblo de Cuba, para quien el señor
Payá quería nada más y nada menos que el derecho a vivir libres de la
tiranía".
¿Cuál ha sido la reacción de Rajoy y Moragas ante las revelaciones
públicas de Carromero y el editorial? Desligarse de las acusaciones de
Carromero, indicándole a su ministro de Exteriores José Manuel García
Margallo que le diga a la prensa que si Carromero tiene "evidencias" de
que el carro en el que iban fue impactado por detrás, que acuda a un
tribunal.
Moragas debe de saber, o por lo menos fuertemente sospechar, que quien
era su entrañable amigo fue asesinado por Fidel y Raúl Castro. En honor
a esa amistad y a la verdad, el Partido Popular que él dirige junto a
Rajoy, debe secundar el pedido del Washington Post para que se lleve a
cabo una investigación internacional. O mejor aún, que diga lo que sabe,
como pidió el hermano de Oswaldo, Carlos Payá, en lugar de impedir a sus
miembros que hablen sobre ese caso –hay suficientes testimonios en la
prensa española sobre el silencio impuesto–, estoy segura de que con eso
bastaría. No habrá necesidad de una investigación internacional, ya se
cuenta con suficientes pruebas para encausar a los hermanos Castro.
Son tantos sus asesinatos en estos 54 años, que para ellos, este era un
muerto más. Pero se equivocaron. Oswaldo Payá está vivo como una llama
en el alma de Cuba que clama por justicia, y la verá.
http://www.elnuevoherald.com/2013/03/08/1426137/dora-amador-carromero-y-la-confesion.html
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