Wednesday, October 24, 2012

Miedo ovejuno

Política

Miedo ovejuno
Alberto Méndez Castelló
Las Tunas 24-10-2012 - 10:22 am.

El síntoma más fiable de esa enfermedad política es el voto hipócrita.

En septiembre de 1948, los fabricantes de relojes suizos se hicieron
publicar en una revista de tirada internacional un anuncio con aparente
escasa garra comercial. La fotografía de un anciano venerable, vestido
correctísimamente, que llevaba bajo el brazo un paraguas y un sable,
ilustraba el anuncio.

De forma inaudita los relojeros abrieron su anuncio preguntando: "¿En
qué consiste la grandeza de un país?" Y, luego de referir que la
grandeza de un país no está en sus recursos naturales ni en su tamaño,
sino en su pueblo y el espíritu de sus habitantes, decían a dónde iba el
caballero y por qué su atuendo impecable.

"El pacífico ciudadano que ustedes ven aquí se dirige a votar en el
cantón de Appenzell. La espada es un símbolo que por más de 400 años los
suizos han portado en día de elecciones para demostrar su determinación
de preservar la independencia, que no es individualismo sino inteligente
cooperación y coordinación para fabricar y hacer todo en forma precisa,
cuidadosa y bien."

¡Me muero de envidia!

Este domingo, el doctor José Luis Toledo, decano de la Facultad de
Derecho de la Universidad de La Habana y presidente de la Comisión de
Asuntos Constitucionales y Jurídicos de la Asamblea Nacional del Poder
Popular, dijo a Juventud Rebelde, a propósito de las elecciones
municipales: "Cada elección en nuestro país es un referéndum de la
Revolución".

Bueno, de la revolución no. Según entiendo, lo que llamamos revolución
en Cuba terminó en marzo de 1968, cuando hasta los cajones de los
limpiabotas fueron expropiados. El hecho de que ahora se los devuelvan
no quiere decir que este sea un proceso revolucionario, sino
oportunista, a mi juicio.

Pero tiene razón el señor Toledo: cuando los cubanos somos convocados a
las urnas, quienes ya van más de medio siglo en el poder reciben un voto
de "confianza".

Doy una connotación suspicaz a la palabra confianza, en tanto voto
positivo otorgado a la jefatura del Gobierno, por un hecho paradójico e
incuestionable: los cubanos acuden a las urnas y, según las
estadísticas, mayoritariamente votan a favor por reformas
constitucionales declarando irreversible el carácter socialista del
sistema político y social en la Isla, o por elegir a un delegado de barrio.

Aunque otra cosa ocurre puertas adentro. En sus casas, hasta los
mismísimos militantes del Partido y de la Unión de Jóvenes Comunistas se
expresan contrarios al régimen de las más visibles formas.

Una frase clarifica el malestar generalizado: "Esto está malo".

¿Por qué los cubanos, si perciben las gravísimas faltas del régimen, le
otorgan su voto favorable cuando desde el secreto de las urnas pueden
anular las boletas en lugar de adherirse a quienes critican?

Diríase que por el policía que les han metido dentro en estos 53 años.

Sería esa una de las causas, solo una. El mayor miedo de no pocos
cubanos es el miedo al cambio.

Como es sabido, esos temores los han sembrado todas las dictaduras en
todas las épocas.

En su artículo Las materias primas de la libertad, el doctor Alberto
Padilla, que fuera miembro de la Academia de Derecho y Ciencias Sociales
de Buenos Aires, contaba cómo un sargento que durante la dictadura de
Perón se preparaba para servir en la embajada argentina en Washington,
tuvo el cuidado de llevar consigo algunas valijas de comestibles.

"La propaganda nacionalista lo había convencido de que sin los
suministros alimenticios procedentes de nuestra patria el pueblo de
Estados Unidos y de otros desafortunados países se morirían de hambre",
contaba el doctor Padilla.

Algo parecido ocurre con demasiados cubanos: piensan que sin la
educación, la salud y el puñado de víveres asignados por el régimen
quedarán a merced de las olas en la economía de mercado.

Otros, convencidos de la eficacia de la oferta y la demanda, no se
buscan problemas para que les dejen marcharse en paz y, por supuesto,
para que en paz les permitan regresar a Cuba, a disfrutar de las
ventajas de sus euros y dólares contra los devaluados pesos cubanos.

El temor, tanto de los que protegen migajas, como de quienes buscan
riquezas a cambio de la libertad, puede diagnosticarse, según me dijo un
veterinario, como "miedo ovejuno". Y el síntoma más fiable de esa
enfermedad es el voto hipócrita.

"La cobardía es comprensible como enfermedad, incomprensible resulta el
infantilismo político y pecan de ingenuos los que se abstienen en la
errónea creencia de la poca monta de las elecciones de los delegados de
barrio", afirma el veterinario.

Si así fuera, el régimen permitiera la elección de disidentes,
opositores o gente insumisa como Sirley Ávila, la que fuera delegada en
el barrio Limones en el municipio Majibacoa, concuerdo yo con el doctor
de ovejas.

"El que se abstiene en cualquier proceso eleccionario se está privando
de decir NO cuando no deba decir SÍ. Abstenerse es inhibirse", afirma un
experimentado jurista.

En 2010, 729.186 electores invalidaron sus boletas mientras 354.324 no
votaron. Esto suma 1.083.510 cubanos que de forma tajante pudieron decir no.

Recuerden que los militantes del Partido Comunista solo son unos 800.000.

Quienes nunca hemos elegido un presidente en Cuba debíamos aprender a
ganar ese derecho tachando a quienes hacen de títeres de la autocracia
en los barrios.

Para lograrlo debíamos acudir a las urnas como los antiguos caballeros
suizos, con la espada bajo el brazo.

Los cubanos podríamos conseguirlo hasta con menos. Al ir a votar, basta
con el recuerdo del machete de nuestros abuelos. Recordando su grandeza,
bien podemos deshacernos de nuestras miserias.

http://www.diariodecuba.com/cuba/13642-miedo-ovejuno

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