Votar no, elegir
Los artilugios del ¨proceso eleccionario¨ en Cuba se repiten una y otra
vez desde hace más de cincuenta años.
Yusmila Reyna Ferrera Periodista Independiente, Directora Aplopress
agosto 07, 2012
Se acerca el momento de ir a las urnas en Cuba, al meditar al respecto
se piensa en cuáles serían los mejores términos para denominar lo que se
avecina y se cree, que ratificar la dirigencia cubana, proclamar la
adoración al líder, demostrar la irreversibilidad del Socialismo o
reafirmar la dictadura castrista pudieran ser los términos a emplear, a
escoger por la corriente personal más radical o no. Porque lo que sí no
es ese momento, es un proceso, ni elecciones y tampoco una renovación de
mandatos.
No es un proceso, porque aunque se realiza por partes: primero a nivel
municipal, luego a nivel provincial y por último a nivel nacional, sus
estructuras y relaciones solo tienen una finalidad o función, mantener
en la cúspide del poder ahora a Raúl Castro y sus octogenarios colegas
militares, lo que significa que aunque falle algún componente no se
afecta el sistema o proceso y el resultado siempre va a ser el mismo.
No importa cuántos cubanos asistan a las urnas, no importa cuántas
boletas se anulen o salgan en blanco, y mucho menos importa si hay un
empate a nivel municipal o provincial, cosa que se resuelve en segunda
ronda, donde nunca lo habrá es en la ocupación de la presidencia, porque
nuevamente la votación será unánime.
Tampoco son elecciones porque el derecho a elegir no se práctica, ni en
el sentido de denominar o seleccionar el candidato, que represente mis
intereses, ni en el de echar mi voto por él.
A nivel de comunidad o circunscripción tampoco se elige, pues aunque sí
echas tu voto no lo haces por el candidato, preferido por ti o que
presente el mejor programa de gobierno sino por el más comprometido con
el partido comunista, quien lo colocó allí o por el que más medallas o
tareas revolucionarias haya cumplido según el papel autobiográfico que
se exhibe.
Y por supuesto, a nivel provincial no tienes acceso como tampoco al
nacional, pues solo es para los privilegiados y en ascenso, de los más
confiables de los confiables que serán los que reafirmarán al jefe máximo.
No es una renovación, por lo obvio siempre son las mismas caras, no
importa que el país haya involucionado años tras años, en todos los
índices, sociales, económicos, políticos, culturales, educativos por ¨el
arte de convertir en ruinas¨, de sus planes, programas o lineamientos.
Los artilugios del ¨proceso eleccionario¨ en Cuba se repiten una y otra
vez desde hace más de cincuenta años. Cuándo llegará el momento de
elegir y no votar o de no votar, sino elegir, el caso es, el no correr
la coma de nuestro título articular. Será el día en que se convierta en
alegría la llegada de ese momento que se llamaría entonces proceso de
elecciones, que implicará la renovación de los funcionarios con menor
aceptación popular o/y el mantenimiento de los que mejor hayan cumplido
con sus funciones públicas. Así como la promoción de nuevos líderes
gubernamentales.
Cuando cambien las expectativas ante el proceso, diferente a lo que
ocurre hoy, que es como si no se avecinara nada. El pueblo no lo
comenta, no participa y no construye los espacios, las comisiones, las
actualizaciones de los listados de votantes, ni tampoco nombra los
candidatos.
No existen esperanzas en algún que otro partido y figura, ni se piensa
en las posibilidades de escuchar otro discurso ni en otra forma de
conducir el país.
El pueblo no manifiesta sencillamente interés en el futuro suceso, en
apariencia parece no importarle, pues que no represente nada ya es
también parte de la inercia social.
Nuevamente aprender, aprehender y practicar el sufragio universal es una
cuestión por lograr en el país, luego de la abolición de la
constitucionalidad y la democracia por Fidel.
Para lograr transformar el escenario en la repartición del poder en el
país y que éste se convierta en la constatación o reafirmación de la
democracia, no de un tirano, se necesitan marcar nuevas pautas. Donde no
solo el pueblo, del que aún no se puede esperar mucho, sino de algunos
profesionales que hasta ahora simulan, los miembros de la naciente
sociedad civil y de la oposición, independientemente de sus perfiles de
lucha, puedan asumir de forma distinta el momento, no dejando
sencillamente de participar unos u otros siendo indiferentes.
Crear programas de gobierno no en frío sino respaldados por una figura
política, dentro de los varios partidos u otras organizaciones con
capacidad para formar gobierno que existen, para presentarlos desde las
circunscripciones, pero a lo largo del país, como forma de
contrarrestar, y por supuesto de desenmascarar la farsa, del pueblo
aglutinado alrededor de un único partido que representa sus intereses.
Iniciar el camino, aun cuando estimemos bajos votos.
Socializar las propuestas entre el pueblo mejor preparado y menos
comprometido como los profesionales inteligentes, los universitarios y
otros jóvenes. Soportar las redes sociales con materiales de opinión
respecto al suceso, así como sus irregularidades y nuevas alternativas
para solucionar el problema.
Asumir como nuestro el momento, dejando atrás la contemplación o solo la
crítica de su carácter violatorio. Olvidando definitivamente el
conformismo, organizándose mejor y dispuestos a correr los riesgos. Tal
vez así, los cubanos, comencemos a acercarnos a elegir y olvidemos la
inutilidad del votar.
http://www.martinoticias.com/content/article/13532.html
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