Entrevistas y represión
[07-08-2012]
René Gómez Manzano
Abogado y Periodista Independiente
(www.miscelaneasdecuba.net).- Sigue siendo noticia todo lo relacionado
con el sucedido del domingo 22 de julio en las inmediaciones de la
ciudad de Bayamo, en el que perdieran la vida el dirigente opositor
Oswaldo Payá Sardiñas y su joven seguidor Harold Cepero Escalante. Este
evento ha recibido una cobertura inusual en la prensa oficialista cubana.
Una semana después del hecho, la atención se ha enfocado en la acusación
formal presentada contra el chofer del automóvil, el español Ángel
Carromero, así como en la celebración de dos conferencias de prensa en
las que fue figura central el líder de la juventud democristiana sueca
Jens Aron Modig, quien viajaba en el mismo vehículo.
Al conductor del carro se le mantuvo de inicio "retenido" en la zona del
accidente, y ahora fue instruido de cargos por un homicidio en ocasión
de conducir vehículos por las vías públicas. Esa conducta está prevista
en el artículo 177 del Código Penal, que contempla sanciones de uno a
diez años de prisión. Este caso particular demuestra el empleo de largas
penas de cárcel como instrumento predilecto en la labor de ingeniería
humana que, para crear "el Hombre Nuevo", se trazaron las autoridades
castristas.
Estas últimas, cuando lo consideran pertinente, aplican castigos feroces
contra toda opinión alternativa; también incrementaron las sanciones por
los hurtos y robos (cuya duración multiplicaron por tres o más) y
declararon delictivos actos como el sacrificio de ganado, la entrada y
salida ilegal del país e incluso la mala cocción de —digamos— una pizza
(sí, aunque parezca increíble, durante cierto tiempo la legislación
criminal reprimió la "prestación deficiente de servicios"…).
En el caso específico de los accidentes viales, pese a tratarse, por
definición, de resultados no queridos, el régimen castrista sustituyó
las penas que contemplaba el Código del Tránsito de la etapa
prerrevolucionaria (el cual admitía simples multas o prisión de hasta
pocos días) por los castigos actuales, cuyo límite mínimo es de un año,
tanto para los homicidios —según he expresado ya— como para las lesiones
graves (artículo 178).
Carromero fue trasladado ahora a La Habana, donde se encuentra privado
de libertad en las tenebrosas celdas tapiadas del tristemente célebre
Departamento Nacional de Investigaciones, en Calle 100 y Calzada de
Aldabó. Conozco bien ese centro, en el que, para mi desgracia, he estado
"hospedado" más de una vez debido a mi actividad contestataria.
Aunque es posible que el joven español, gracias a su condición de
extranjero y al interés mediático suscitado por los hechos, reciba allí
un tratamiento menos severo, debo decir que, al calificar los calabozos
de ese antro como tenebrosos, estoy sólo describiéndolos con toda
objetividad. Una de las características de ese sitio es que los reclusos
son mantenidos de manera constante en absoluta oscuridad, excepto cuando
se les suministran alimentos.
Conviene aclarar que lo habitual es que los acusados sean conducidos a
ese lugar cuando el oficial instructor desea esclarecer aspectos
importantes del caso; en particular, cuando su objetivo es lograr que un
implicado "confiese". La prolongación del cruel encierro durante semanas
y aun meses, sin perspectiva alguna de su cese, combinada con los
constantes interrogatorios y el empleo de otros "métodos
investigativos", suele bastar para que hasta el más recalcitrante acepte
todas las imputaciones.
Pero en el expediente incoado por las muertes de Payá y Cepero surgen
preguntas razonables: Si es cierta la versión oficial del accidente de
tránsito, y si no hay duda alguna de que quien conducía el automóvil era
Carromero (que, por esa misma circunstancia, sería el único posible
responsable), ¿entonces qué necesidad había de encerrarlo en ese antro
de suplicio? ¿Para esclarecer qué aspecto del supuesto delito culposo
por él cometido?
El caso de Modig es aun más escandaloso: viajaba en el vehículo como
simple pasajero, por lo que se trata de un mero testigo o —mejor— una
víctima, ya que sufrió lesiones leves. En vista de ello, ¿por qué se le
"retuvo" también a él? Es evidente que su participación en las
conferencias de prensa se produjo bajo presión de las autoridades.
Incluso el carácter consecutivo de esos eventos informativos (primero,
ante los comunicadores oficialistas; y sólo después, si "se portaba
bien", ante los extranjeros) revela manipulación grosera.
Las entrevistas son dignas de verse. Ciertas preguntas de colegas
oficialistas y aun de algunos representantes de la prensa foránea no
hubieran sido desdeñadas por el más inquisitorial investigador de la
policía política. En el editorial del 31 de julio del Granma, la
irascible jefatura castrista califica de "calumniadores" a políticos
respetables que se limitaron a pedir "una investigación transparente".
En este enrarecido contexto, veremos qué le depara el destino al
desventurado Carromero.
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/article.asp?artID=36704
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