Continúa mentalidad de ofensiva revolucionaria
Martes, Junio 19, 2012 | Por Orlando Freire Santana
LA HABANA, Cuba, junio, www.cubanet.org -A pesar de la imagen de
apertura que las autoridades cubanas pretenden ofrecer del trabajo por
cuenta propia, cualquier observador medianamente informado advierte que
se trata de una actividad que transita por un sendero cuajado de espinas.
Los trabajadores por cuenta propia deben afrontar los altos impuestos,
la no existencia de un mercado mayorista donde adquirir sus insumos y
materias primas, los vericuetos de una Declaración Jurada de ingresos
personales al final del período fiscal— con el probable desembolso de
una cantidad de dinero adicional—, así como la faena no siempre honesta
de los inspectores de la Oficina Nacional de Administración Tributaria
(ONAT), el Ministerio de Trabajo, y Salud Pública en el caso de los
elaboradores de alimentos.
Y los cuentapropistas han de vérselas además con un enemigo
aparentemente más sutil, pero no por ello menos peligroso: aquellos que
conservan la mentalidad del pasado, que se oponen a los cambios, y que,
en el caso específico que nos ocupa, no piensan en cómo crearles las
condiciones a los trabajadores por cuenta propia para que provean de más
bienes y servicios a la población, sino en la manera de controlarlos mejor.
Un ejemplo de lo anterior es la carta del lector L. A. Toledo Fontanar,
publicada en el periódico Granma en su edición del viernes 1 de junio.
En el texto de la misiva se hace énfasis en la importancia de la
recaudación de los impuestos, así como el combate contra el desvío de
recursos, el trabajo ilegal y la corrupción. Hasta ahí no habría mucho
que objetar al lector de marras. Mas ya al final de la carta, y al
referirse al daño económico que le ocasiona al país la sub declaración
de ingresos por parte de los cuentapropistas, el lector escribe lo
siguiente: "¿Están nuestros sistemas de control "afilados" para detectar
estas y otras desviaciones que hagan innecesario recurrir a nuestras
organizaciones en el barrio?"
Es decir, que si no fueran suficientes los cuantiosos medios de
fiscalización y control con que cuentan las instancias gubernamentales
de la isla, se podría acudir a las organizaciones del barrio, en clara
referencia a los Comités de Defensa de la Revolución, la Asociación de
Combatientes de la Revolución Cubana, o hasta las brigadas de respuesta
rápida, todas las cuales estarían prestas a poner "orden" de inmediato
en el trabajo por cuenta propia.
No sería de extrañar que el firmante de la carta hubiese formado parte
del contingente de cientos de miles de interventores que en 1968, en el
contexto de la tristemente célebre "Ofensiva Revolucionaria", no dejaron
el menor vestigio de actividad económica privada en Cuba, bajo el
supuesto de que solo la propiedad estatal era compatible con la
construcción de la sociedad comunista. El resultado de tamaña locura no
se hizo esperar: apenas dos años después era casi imposible encontrar,
en una urbe como La Habana, un simple refresco con que saciar la sed de
un caminante.
Claro, podrían pensar algunos, la carta refleja la opinión de una
persona. Pero el hecho de que el órgano oficial del Partido Comunista se
haya hecho eco de ella, nos lleva a pensar que esas acciones a nivel de
barrio se hallan aún en el arsenal de los cavernícolas de línea dura en
el aparato de poder.
http://www.cubanet.org/articulos/continua-mentalidad-de-ofensiva-revolucionaria/
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