Lunes, 20 de Febrero de 2012 05:54
Frank Correa
Jaimanitas, La Habana (PD) "El Guaso", de 40 años y natural del barrio
marginal Romerillo, acaba de regresar de Rinconcito, en Las Tunas,
provincia oriental que visitaba por primera vez, donde vive la familia
de su esposa. Asegura que fueron los cinco días más útiles de su
vida.casa_guantanamo_cuba
Decidió irse bien lejos de La Habana durante el fin de año, porque se
dedica al negocio clandestino. Quería refrescar de las redadas
policiales y divertirse tranquilo, algo imposible en la capital. Llevó
cuatrocientos CUC, que ahorró durante varios meses. Se embarcó en una
Yutong la noche del 30 y llegó a Las Tunas el 31 al mediodía. Un camión
lo llevó hasta Puerto Padre y luego un carretón lo condujo al caserío.
Conoció por fin a los suegros y a los cuñados. Dice que Rinconcito
resultó el lugar más tranquilo del mundo, fuera de todo peligro, pero a
la vez el más pobre que conociera nunca. Medio centenar de bohíos
miserables con techos de guano y mucha escasez de agua. No tienen ni luz
eléctrica.
Acompañado del suegro fue a la tienda en divisa más cercana y trajo lo
necesario para cinco días. Compró un puerco para asar, de cincuenta
libras, por solo mil pesos – unos cuarenta CUC –. Los familiares de su
mujer le dijeron que el precio real era setecientos, cantidad muy
difícil de hallar en Rinconcito, pero como era habanero lo clavaron.
De todas formas "el Guaso" se sentía a sus anchas y junto a su mujer
estrenó ropas nuevas y descubrieron que allí nadie estrenaba nada.
Mientras los cuñados asaban el puerco en púa en el patio dio una vuelta
por el caserío. En todas las casas vio hombres y mujeres mal vestidos y
de aspectos míseros. Colaban alcohol de bodega en un embudo con leche de
vaca y aspirinas. Guaso los filmó con su teléfono celular y lo enseñaba
como evidencia.
Pasó toda la noche pensando cómo ayudar a la familia de su mujer y por
la mañana fue a Puerto Padre y compró dos puercas jóvenes, un verraco y
materiales de construcción. Construyó un corral de varios
compartimientos y un tanque para almacenar agua. Dice que tuvo que
impartirles clases a sus cuñados de cómo criar puercos, porque lo habían
olvidado. Y les recalcó que el negocio era a la mitad. Llegó a La Habana
sin dinero, pero enseguida echó a andar su negocio, llamando a los
clientes por teléfono.
http://primaveradigital.org/primavera/cuba-sociedad/sociedad/3422-un-habanero-en-rinconcito.html
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