Sunday, June 12, 2011

Cubanos que viven entre dos mundos

Publicado el sábado, 06.11.11

Cubanos que viven entre dos mundos
Victoria Burnett
New York Times

LA HABANA -- Alejandrina Hernández sólo empacó ropas ligeras y un bolso
de maquillaje cuando voló a La Habana desde Miami esta primavera. Como
siempre, llevó el mínimo de equipaje.

De su propio equipaje, quiero decir.

Hernández llevó además más de 100 libras de comida, ropa y medicinas
para su familia y otros cubanos cuyos parientes en Estados Unidos le
pagaron $8 por libra para que cargara sus regalos.

"Yo necesito ver a mi familia, pero estos viajes son muy caros", dijo
Hernández, quien ha regresado ocho veces a ver a su esposo y su madre en
los últimos 18 meses. "De esta manera, más o menos cubro los gastos".

Hernández es parte de un aumento de visitantes cubanos y
cubanoamericanos a Cuba de Estados Unidos desde que el presidente Barack
Obama levantara las restricciones de viaje en el 2009 para los que
tienen familia en Cuba.

Economistas y agentes de viaje estiman que 400,000 pasajeros viajarán a
Cuba desde Estados Unidos este año, casi cuatro veces la cantidad del
2008, y más que en ningún otro momento desde que EEUU cortara sus lazos
con la isla hace unos 50 años. Los visitantes traen dinero y enormes
maletas repletas de artículos que el embargo y los problemas económicos
de Cuba han puesto fuera del alcance de sus habitantes, desde artículos
de primera necesidad como leche en polvo, caldo en cubitos y vitaminas
hasta lujos como BlackBerrys y televisores de pantalla plana. Gran parte
de estos van a parar a las salas y las despensas de sus familiares, o a
vendedores al por menor que operan el voraz mercado informal de Cuba.

Pero el dinero y las mercancías alimentan también al naciente sector
privado de Cuba, el frágil espinazo del plan del presidente Raúl Castro
para dar un nuevo impulso a la débil economía del país. Muchos
cuentapropistas dicen que ellos reciben capital y abastecimientos de sus
familiares en el extranjero: cuentas de colores de Miami para baratijas
religiosas, molinillos de pimienta para mesas de restaurantes, cera para
tratamientos de belleza.

Los opositores de un mayor contacto con Cuba afirman que estas aperturas
simplemente ayudan a mantener a flote al gobierno de Castro. El senador
Marco Rubio, republicano por la Florida, cuyos padres son exiliados
cubanos, ha calificado las remesas y los viajes de los cubanoamericanos
como "tal vez la mayor fuente de ingresos para el gobierno más represivo
de la región".

Un funcionario del Departamento de Estado, quien pidió conservar el
anonimato porque el tema es políticamente delicado, dijo que "el
contacto adicional de persona a persona y el aumento de la independencia
económica con respecto al estado" ayudaron a "socavar la represión". En
un e-mail respondiendo preguntas, el funcionario dijo que esos
beneficios tienen mucho más peso que las preocupaciones sobre si "el
gobierno cubano le saca provecho indirectamente".

En el 2004, el presidente George W. Bush limitó las visitas familiares a
una cada tres años, reduciéndolas desde una al año, pero ahora los
cubanos y cubanoamericanos pueden visitar a sus parientes con tanta
frecuencia como lo deseen y enviarles cualquier cantidad de dinero que
se les antoje.

La administración de Obama suavizó además las restricciones de viaje a
los no cubanoamericanos. En marzo, se expandió el número de aeropuertos
que pueden tener vuelos directos a Cuba, de 3 a 11. Y ahora se permite a
cualquier estadounidense que envíe a cubanos hasta $2,000 al año para
ayudar a los negocios privados.

Manuel Orozco, experto de Inter-American Dialogue, un centro de análisis
político, dijo que las remesas a Cuba —que para el año pasado se
estimaron de entre $900 millones a $1,400 millones— eran importantes
para los pequeños negocios que están empezando a aparecer en la isla.
Pero dijo que los expatriados cubanos esperarían a que se hicieran
reformas más profundas en Cuba —o detalles sobre las nuevas reglas de la
nación para permitir la venta de propiedades y automóviles— antes de
enviar cantidades mayores.

"Nadie de la diáspora va a invertir $10,000 en este momento", dijo.

No obstante, el flujo de visitantes está alimentando la cultura de
consumo en Cuba, pequeña pero en crecimiento. Y, en un país en que la
mayoría de las personas gana alrededor de $20 al mes a cambio de
servicios y subsidios sociales, el consumo de cualquier tipo salta a la
vista.

Arnol Rodríguez, quien salió de Cuba hace 11 años y vive en Rochester,
Nueva York, estaba sentado esta primavera en un lujoso hotel de La
Habana y miraba a su hijo y algunos amigos comer pizza y bailar reggaeton.

"Esto es algo que ellos nunca, pero nunca, podrían permitirse", dijo
Rodríguez, de 49 años, quien gastó $200 para invitar a 10 amigos y
familiares locales a pasarse un día en la piscina. "A mí no me importa
cuánto me cuesta".

Rodríguez, en su 14 viaje de vuelta a Cuba, dijo que había traído siete
maletas con kits de prueba para su hermano diabético, ropa, chocolate,
un PlayStation 2, dos discos duros y un equipo de DVD.

Armando García, presidente de Marazul Charters, que opera vuelos diarios
entre Estados Unidos y Cuba, dijo que cubanos de todo tipo estaban
comprando pasajes. Pero los visitantes más frecuentes eran los que se
fueron de principios de la década de 1990 en adelante, cuando las
privaciones de la era postsoviética llevaron al éxodo.

"Esta es una generación que no está formada por la política de la Guerra
Fría, sino por la política de la supervivencia", dijo Orozco.

A diferencia de los que se fueron poco después de la revolución de Fidel
Castro en 1959, los emigrados más recientes tienden a mantenerse en
contacto con la isla, intercambiando chistes y noticias a través de
mensajes de texto, teléfono o correo electrónico.

"Eso está ayudando a destruir el mito de la separación" entre la gente
de la isla y la comunidad de cubanos en Estados Unidos que ya pasa de
los 1.8-millones, dijo Katrin Hansing, profesora de la Universidad de la
Ciudad de Nueva York.

Una vez en la isla, los emigrados regresan a sus redes sociales: llevan
a comer a sus parientes, se van a bailar con sus amistades, bautizan a
sus hijos y se hacen chequeos con médicos en el sistema de salud de Cuba.

Leonel Morales, de 34 años, quien se fue a Miami hace tres años, regresó
a Cuba por primera vez para ser iniciado en la Santería. El proceso le
hubiera costado el triple en la Florida, dijo.

Durante su visita a La Habana, Morales vio también a un médico conocido
para atenderse un problema crónico del estómago. Una consulta médica en
la Florida le costó $7,000.

Hernández, quien ha vivido seis años en la Florida con su hijo, le
cuenta a su esposo y amigos de sus largas horas de trabajo como mucama
de hotel, sobre los peligros de las hipotecas, sobre las delicias del
aire acondicionado y la internet en todas partes.

"Los cubanos están un poco equivocados sobre lo que es la vida en
Estados Unidos", dijo Hernández, de 50 años. "Ellos no saben lo duro que
es, cuánto hay que trabajar. Al mismo tiempo, uno ve los frutos de su
trabajo. Uno regresa aquí y ve que todo se está cayendo a pedazos".

Aunque ella extraña a su familia y el olor distintivo del mar en Cuba,
cosas que le traen las lágrimas a los ojos, Hernández dijo que ella se
quedaría en la Florida hasta que su hijo termine la universidad o hasta
que el dolor de sus articulaciones le impida trabajar, viajando entre su
tráiler en Hialeah al ruidoso hogar de su esposo en una cuartería
laberíntica que fuera en otra época un monumental edificio de La Habana.

"La mitad de mi corazón está aquí y la otra mitad está allá", dijo. "Lo
triste es que no soy feliz de verdad en ninguno de los dos lugares".

http://www.elnuevoherald.com/2011/06/11/v-fullstory/959463/cubanos-que-viven-entre-dos-mundos.html

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