Casa propia en tierra ajena
Pedro Corzo
El pueblo cubano se ha desperdigado. El tronco y la raíz estarán por
siempre en la isla, pero las ramas se han extendido tanto y elaborado
raíces tan propias, que no será posible su ausencia, en donde hoy están
presentes, aunque las causas que determinaron la diáspora desaparezcan.
En ocasiones se escribe más con los sentimientos, que con quieto
razonamiento, y es que no es difícil arribar a la conclusión de que los
cubanos han realizado el milagro de tener casa propia en tierra ajena, y
no en una, sino en muchas.
Hechos para demostrar esta certeza no faltan, porque se aprecia en la
visión diaria, en esa partida incesante de cubanos que por diferentes
motivos, deciden abandonar la tierra que les vio nacer. Ellos podrán o
no regresar a la isla, pero es evidente que una mayoría mantiene una
identificación ancestral con la nación de origen.
El cubano ha construido pequeñas patrias en decenas de naciones y
trasladado a ellas costumbres, hábitos, expresiones, sueños y
construcciones. Ha creado en esta nación, en cualquier nación, un
círculo interior que en sus diferencias y coincidencias se nutre sin
cesar, enriqueciendo de cierta manera el patrimonio nacional.
Nuestra asimilación, integración, podrá ser total en la vida exterior,
pero realizamos una vida interior que se manifiesta y enriquece en
nuestros círculos existenciales más estrechos. Pensamos y actuamos con
las naturales influencias del ambiente, pero determinados por lo más
raigal de nuestra idiosincrasia.
Para el espectador, la manifestación pública del cubano del exterior es
sólo política, circunstancias, protagonismo, etc., pero para la mayor
parte, la acción pública es una manera de expresar y reafirmar la
identidad nacional. Es la forma más explícita de proclamar nuestros
orígenes, de identificarnos en el medio, sin que esto implique
hostilidad al mismo. Es como si dijera: Estoy aquí, estoy bien, pero
vengo de allá.
Si no fuera porque los más profundos sentimientos nacionales, no sólo
los ideológicos y políticos, están presentes con todo vigor en las
manifestaciones, no sería posible una militancia que pasa de los 50
años; en los que la frustración y la desesperanza han ocupado la casi
totalidad del escenario. El cubano junto a su rechazo o apoyo a una
situación determinada, reclama y clama su origen en consonancia con su
carácter.
Ese exacerbado sentido de nación es una visión inconsciente de los
peligros que corre la identidad nacional. En la Cuba de los muros, ya
derruidos, se perdió mucho de ese concepto por la imposición de un
modelo estatal y de gobierno extranjero, que resultó también en la
disminución de la autoestima individual.
Pero en la Cuba sin fronteras el concepto de nación también corre
peligros tangibles, porque existe la posibilidad de una integración
total al medio de las generaciones emergentes. Hasta el presente no ha
sido así, por eso hay que seguir trabajando para que el espíritu que ha
sobrevivido estos años no cese de nutrirse.
Hasta el momento la Cuba de extramuros representa conscientemente un
valor-nación por encima del número de personas que la integran. El
individuo promedio manifiesta orgullo por sus orígenes y persuade a sus
hijos de que también es retoño de otra tierra. Les incita a que se
expresen y comporten como tales.
La realidad es que el cubano promedio se siente orgulloso de sus
orígenes, no se avergüenza de sus raíces y contempla con satisfacción
sus éxitos y los de sus coterráneos.
Las generaciones emergentes, sin que esto implique acción política por
parte de ellas, no le desertan a sus ancestros. Por etapas se
identifican con el nuevo andar, pero la mayoría, en su momento, siente
el ardor de la tierra casi olvidada y quizás tampoco conocida.
Inadvertidamente el individuo, el joven casi ajeno a las angustias de
sus padres, se sensibiliza. Redescubre el idioma, disfruta la comida,
antes tal vez poco apreciada. La metamorfosis se produce y hay un vuelco
a las raíces. La música le ocupa, las circunstancias de la tierra
original le preocupan. El individuo, ante el ejemplo y la perseverancia
de su tronco, retoma el rumbo; la angustia de la nación recién
descubierta le ahoga y entonces, confiemos, trabajará para perpetuarse
junto a ella.
Periodista de Radio Martí.
http://www.elnuevoherald.com/2011/06/12/959017/pedro-corzo-casa-propia-en-tierra.html
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