Dos estrategias para reducir la pobreza
JOSÉ AZEL, Miami | 13/04/2017
Nuestro arsenal intelectual de estrategias político-económicas para
aliviar la pobreza contiene dos ideas contrapuestas: redistribución de
ingresos y crecimiento de economía de libre mercado. La primera depende
de la fuerza compulsiva del Gobierno, la segunda, de las libertades
individuales. Como ciudadanos, nuestra tarea es seleccionar la idea
menos defectuosa de este conjunto de alternativas imperfectas. Mirémoslo
analíticamente con más detalle.
En nuestra sociedad existen millones de personas que tienen sobrados
recursos para cubrir sus necesidades. Conviven con otros millones que no
tienen dinero suficiente ni para sus necesidades más básicas. Es
tentador argumentar que podríamos maximizar la felicidad, en términos
económicos, redistribuyendo recursos de los ricos hacia los pobres.
Las virtudes de esta idea de la redistribución provienen de un concepto
económico caprichosamente llamado "disminución de utilidad marginal de
riqueza". Con él, los economistas señalan que cada dólar adicional que
ganamos nos trae menos felicidad que el dólar anterior porque destinamos
nuestros recursos a satisfacer las necesidades más urgentes primero, las
más altamente valoradas.
Por ejemplo, un pobre vagabundo se beneficiaría grandemente con 100
dólares para comprar alimentos y cubrir necesidades básicas. Pero la
misma suma no crearía mucha felicidad adicional a un millonario.
Entonces, de acuerdo al argumento de la redistribución, transferir
riqueza de alguien abundantemente rico a alguien pobre incrementaría la
felicidad general de la sociedad, y este sería el comportamiento moral
que los gobiernos deberían mantener.
Sin embargo, el principio de "disminución de utilidad marginal de
riqueza" en el que se basa el argumento redistributivo no está limitado
geográficamente. Es universal. O sea, hay personas en todo el planeta
mucho más pobres que incluso los más pobres de Estados Unidos.
Entonces, el principio de "disminución de utilidad marginal de riqueza"
nos llevaría a priorizar políticas que aliviaran la pobreza global -no
solamente la doméstica- redistribuyendo recursos de nuestros pobres
hacia los más pobres del mundo. Después de todo, la utilidad marginal de
100 dólares para alguien en la empobrecida África puede ser mucho mayor
que para alguien en nuestras ciudades más pobres.
La estrategia de redistribución de ingresos tiene un defecto más
pernicioso aún. La redistribución no solamente transfiere recursos de
una persona a otra, también reduce la suma total de recursos disponibles
en la sociedad en general. De nuevo, este efecto se origina en el
principio de la "disminución de utilidad marginal de riqueza".
Veámoslo así: el dinero puede utilizarse para consumir o invertir; es
decir, producir. Para el rico, dado que sus necesidades básicas de
consumo ya están satisfechas, producir resulta una utilización del
dinero más fructífera que consumir. Al crecer el ingreso, la disminución
de utilidad marginal del consumo conduce a destinar más recursos a
producir: invertir es más provechoso que consumir.
Pero las políticas redistributivas reducen los incentivos para producir.
Si realmente nos preocupa la felicidad social, debemos fomentar la
producción y el crecimiento. Políticas que reducen inversión a favor del
consumo a corto plazo desaceleran el crecimiento económico e incrementan
la pobreza.
Los mercados libres esconden poderosos mecanismos de reducción de
pobreza y subestimamos el poder del crecimiento económico como
estrategia para reducirla. El economista y filósofo político Tyler Cowen
nos recuerda que: "Si un país crece al 5% anual necesita 80 años para
pasar de un ingreso per cápita de 500 dólares a uno de 25.000 dólares.
Creciendo al 1%, el mismo incremento requiere 393 años.
Además, una de las grandes virtudes del libre mercado es que promueve
felicidad social y reducción de la pobreza sin intentarlo. Como señaló
Adam Smith: "No esperamos nuestra cena de la benevolencia del carnicero,
el cervecero o el panadero, sino de la preocupación de ellos por sus
propios intereses".
Los mercados tienen fallas y podríamos considerarlos una estrategia
inadecuada de reducción de la pobreza si existieran alternativas
factibles que lograran mejores resultados. Pero no las hay. Redistribuir
contribuye necesariamente a desacelerar los ritmos de crecimiento y
deberíamos entender los daños que ese subproducto de la redistribución
de ingresos causa a los pobres.
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Nota de la Redacción: José Azel es investigador senior en el Instituto
de Estudios Cubanos y Cubanoamericanos de la Universidad de Miami y
autor del libro Mañana in Cuba.
Source: Dos estrategias para reducir la pobreza -
http://www.14ymedio.com/blogs/cajon_de_sastre/marxismo-capitalismo-riqueza-pobreza-distribucion_de_la_pobreza-crecimiento_economico_7_2198850094.html
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