¿Qué hay detrás del disparate castrista llamado Plan de Desarrollo
Nacional hasta 2030?
FRANCISCO ALMAGRO DOMÍNGUEZ | Miami | 9 de Junio de 2016 - 12:05 pm.
El finalizado VII Congreso del PCC ha sido toda una lección de cómo
romper las disonancias y las disidencias dentro de Cuba. Las
disonancias, porque eran muchos los ruidos en torno a si debían hacerse
o no cambios de actores y de poderes; si por fin el "modelo", tras un
largo vuelo estratosférico, iba a aterrizar en suelo coherente, sólido.
Disidencias rotas, porque a la altura de casi 60 años muchos y diversos
en ideas son quienes dentro de las filas comunistas se oponen a
continuar la navegación al pairo.
Para romper la disonancia, es decir, disminuir los conflictos éticos
generados por no hacer nada y parecer que se hace mucho, escogieron la
clásica maniobra antidisonante de romper con la lógica: Plan de
Desarrollo Nacional hasta 2030. Como han dicho muchos, parece un mal
chiste, una aberración, tal vez un delirio. ¿A quién en la historia de
la humanidad se le ha ocurrido planificar el desarrollo de su país para
más de 15 años? A primera vista a ese plan de desarrollo le caben todos
esos adjetivos y más. Pero si algo debemos aprender de los ideólogos del
Partido es que nada allí es espontáneo o desordenado.
Una lectura cuidadosa del proyecto de desarrollo, con sus ejes y
sectores estratégicos para hacer el socialismo sustentable, pareciera
ignorar que el mundo se moverá de manera muy rápida y no planificada en
el siguiente lustro. Con un desconocimiento muy obvio para ser
involuntario, los ideólogos parecen pasar por alto que los medios de
producción y por supuesto, las relaciones de producción, están dando un
giro que nos colocará a todos, precisamente en apenas cinco años, en una
dimensión económica, cultural y política desconocida.
Basta tomar la producción de energía, el transporte, las
telecomunicaciones y la medicina. Las investigaciones actuales para
obtener gas y petróleo por métodos menos ortodoxos, como el fracking, ha
hecho caer los precios de los hidrocarburos. Estados Unidos se ha
convertido en productor y exportador de petróleo, y con eso ha arruinado
las débiles economías monoproductoras. Pero el cambio real está por
llegar con fuentes de energía renovables, eficientes, de muy alta
tecnología. El pronóstico es ver esos resultados en menos de cinco años.
El transporte naval, aéreo y terrestre hoy está totalmente controlado
por computadoras de una altísima capacidad. Y los primeros automóviles
sin chofer están anunciándose para dentro de tres años. Las
telecomunicaciones son esenciales para el desarrollo; ya no solo el
acceso ilimitado a internet y las redes sociales; las pequeñas y
medianas empresas acceden desde hace lustros al mercado para vender,
comprar y anunciarse sin restricción alguna. Hoy un solo hombre es toda
la empresa —no hay explotados ni explotadores— y trabaja desde su casa
en París, conectándose con Beijing o Nueva York al mismo tiempo. Aunque
el inefable Concorde lo hubiera permitido hacer tres decenios atrás, en
menos de un lustro se cree que cualquiera podrá desayunar en China,
almorzar en Paris y cenar en Nueva York.
La medicina está dando un vuelco de ciencia ficción. Los futuros
antibióticos no atacaran bacterias sino estimularán la defensa del
organismo. Las terapias genéticas y de células madre podrán mejorar
enfermedades hasta ahora incurables. El campo de los anticuerpos y la
generación de medicamentos en computadoras es una realidad hace muchos años.
Ciertamente, lo dicho no aplica para todos los países. La carrera por el
desarrollo es exponencial, y quienes van delante no esperan por los que
vienen detrás. También es cierto que la libertad para producir y para
crear, el respeto a las leyes y a la democracia, el ingenio y el
sacrificio de los pueblos puede ponerlos en esa avanzada. Los Tigres de
Asia son un ejemplo paradigmático.
Para llevar adelante ese salto al desarrollo hay que trabajar con las
generaciones jóvenes actuales. Formar un hombre nuevo de verdad, no el
de las consignas. Un hombre y una mujer nuevos que piensen con cabeza
propia, libres para elegir y responsabilizarse con sus decisiones;
hombres y mujeres nuevos para los cuales la familia y los hijos están
primero que el Partido o el máximo líder; hombres y mujeres para los
cuales el trabajo es placer, un culto, porque con su esfuerzo pueden
poner los alimentos sobre la mesa, vestirse como gusten, viajar y
descansar cuando puedan. Un hombre o una mujer para la cual quedarse en
casa ayudando a criar los hijos no es demérito sino un trabajo
insuperable, y al cual algunos ya están tratando de bien remunerar.
Hombre nuevo, en fin, hombre libre, sin ataduras ni fanatismos políticos
o religiosos, que es la única manera de ser personas buenas, honestas,
provechosas para sus familias y la sociedad.
El Plan de Desarrollo Nacional hasta 2030 no habla de nada de eso. Todo
lo contrario. Y no puede hacerlo pues el proceso, lo que está más allá
de una simple lectura, es trotar en la caminadora; que el tiempo pase
hasta que quienes han armado el berenjenal mueran plácidamente en sus
camas, y los que queden sean tan ancianos que juzgarlos se convierta en
un acto de crueldad. En ese sentido, adquiere toda lógica la
antidisonancia del dato 2030. Es un cálculo conservador: quienes ahora
están en el timón y son absolutamente responsables del desastre de medio
siglo, tienen entre 70 y 90 años —siempre hay algún longevo. Los
octogenarios podrían no ver la luz del 2029, y los que frisan la séptima
década, si sobreviven hasta entonces, tendrán más de 80.
Por ahora, lo que toca es no hablar mucho del hombre nuevo y sí del
hombre del saco. Ese hombre malo de quien la abuelita decía iba a venir
a llevárselo a uno si no se comía toda la comida. El hombre del saco es
el capitalismo abyecto y vulgar. De ese sí no se deja de hablar ni un
día por los jerarcas cubanos. Un capitalismo que menos del 20 % del
pueblo de la Isla conoció, y habita el 70 % de la tierra —si descontamos
China, Cuba y Corea—. A los jerarcas cubanos hay que creerles el cuento
de esa maldad. Comerse toda la guayaba del 2030. Y la de los ejes y
sectores estratégicos. Y la de una economía socialista planificada
sustentable, perfecto oxímoron de postre. Porque de no hacerlo, el
hombre nuevo se las tendrá que ver con el hombre del saco, ese mismo que
anda viajando todos los días a la Isla desde el Norte, usa saco y
corbata, y hasta ahora no se ha comido a nadie.
Source: ¿Qué hay detrás del disparate castrista llamado Plan de
Desarrollo Nacional hasta 2030? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1465466744_22884.html
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