De Miami a La Habana
CAMILO LORET DE MOLA | Miami | 19 Mar 2015 - 9:20 am. |
'Puede enviar de todo!!!': una visita a una empresa de envío de paquetes
a Cuba.
María no me conoce, pero no le importa, me desafía con la mirada y
afirma que no ha podido divorciarse de su familia en Cuba a pesar de los
20 años que lleva viviendo en Miami. Ella misma se identifica como la
pieza clave en el nuevo sueño de sus sobrinos habaneros: una cafetería
privada o "paladar", como popularmente se les conoce por allá.
A María la encuentro en las oficinas de Caribe Agencia Express, una
empresa de envío de paquetes a Cuba que opera en una céntrica esquina de
la ciudad de Hialeah. Está pagando por el despacho de 20 sillas y seis
mesas que demorarán alrededor de 30 días en llegar a la Isla.
Aunque regresa la vista a los formularios y contratos que llena en el
buró de la oficinista, María no me abandona; cuenta que compró alrededor
de 100 sillas, muy baratas, en un negocio cercano que cerró, pero que
como la cafetería de sus sobrinos es pequeña, solo manda unas pocas.
La perspectiva de María es absurda, sus mesas y sillas abultan demasiado
para definirlas como "pocas"; además, se trata de mercancías nada
usuales en la historia del movimiento de paquetes familiares entre
Estados Unidos y Cuba.
Por muchos años era habitual que "del norte" llegaran a la Isla pequeños
y escasos bultos. La mayoría de ellos terminaban "diezmados" por el robo
en la aduana cubana, o "canibaleados" por los agentes del correo
nacional, quienes simulaban roturas en las envolturas para sustraer
parte de la mercancía.
Pero las cantidades, dimensiones y eficiencia de este comercio han
cambiado considerablemente en el nuevo escenario que se vive entre ambos
países. Caribe Agencia Express es la prueba evidente de ello.
Una avalancha de clientes
Recostado contra la puerta principal otro cliente espera su turno, se
trata de Nino, quien vive en Cuba y está de visita en Miami. Aunque le
faltan unas semanas para regresar a la Isla quiere ganar tiempo y mandar
varias cosas que su familia necesita. Calcula que la carga llegará a La
Habana al mismo tiempo que él.
Nino da pequeños paseos hasta el estacionamiento para vigilar la
camioneta en que vino. En la carga del vehículo se logran distinguir
unos enormes neumáticos con rines plateados y un refrigerador de dos
puertas.
Otros clientes estudian detalladamente una motocicleta eléctrica que la
agencia ofrece a 1.500 dólares. El precio incluye su traslado a Cuba y
según explican, los familiares tendrán que pagar menos de 300 CUC para
sacarla de la agencia en La Habana. Los clientes, que han accionado la
llave de arranque del vehículo, sonríen nerviosos cuando una voz de
mujer les ofrece instrucciones en japonés y luego se dispara la alarma.
Los empleados tienen que abandonar sus tareas para desactivar el sistema
de protección de la motocicleta.
En el contenedor que preparan para su inmediata partida los empleados
intentan acomodar piezas de autos, juegos de muebles, compresores de
aire, cocinas industriales y equipos de gimnasio ente otros bultos que
ocupan mucho espacio y cuesta trabajo envolver.
Nino, el cliente cubano, ha decidido no esperar por la disponibilidad de
los empleados y va rodando, de uno en uno, los grandes neumáticos hacia
el interior de la tienda, le saca el aire a las recamaras y los acomoda
en forma de torre. La pila lo supera en tamaño.
Le digo que no parecen artículos de primera necesidad y me responde que
su familia tiene un auto parado esperando por estas gomas, pero que
quizás las deje y a cambio envíe una motocicleta eléctrica, al final lo
que quieren es moverse.
El local le queda chiquito a la empresa, si mantienen el ritmo actual
muy pronto no tendrán donde almacenar las mercancías. El parqueo es otro
problema, solo cuentan con espacio para tres vehículos. Constantemente
los clientes y los vecinos se quejan con la dirección del lugar, tanto
por no encontrar sitio para estacionarse como por los clientes que
invaden los espacios de otros negocios.
Francisco, uno de los ejecutivos a cargo de la empresa, asegura que el
local no fue una mala elección, que el nivel de operaciones recientes ha
superado todos los cálculos y expectativas. El anuncio del
restablecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos ha provocado
una avalancha de clientes que nadie esperaba.
Negocios como el de Caribe Agencia Express son criticados por parte del
exilio, que lo ven como una especie de premio para el Gobierno de los
Castro y una traición a la lucha histórica de los opositores.
Mucho más cuando el socio obligatorio de estos negocios siempre es una
empresa del Estado cubano con derecho exclusivo para distribuir los
paquetes en la Isla, lo que según ellos, convierte a estos comerciantes
en cómplices y trabajadores a favor de los intereses del Gobierno comunista.
Pero Francisco niega esa interpretación. Él se define como un hombre de
negocios, sin trascendencias políticas ni preocupaciones que no sean las
típicas inquietudes de un comerciante. Según explica, la empresa actúa
acorde a las leyes de ambos países y es un reflejo de los nuevos tiempos
que se viven.
Sus preocupaciones son de carácter operativo, como las mercancías que
cada vez son más grandes y compactas, haciendo casi imposible
subdividirlas o embalarlas dentro de las reglas establecidas.
Pronto descubro que hay cierto sentimiento de culpa entre clientes y
empresarios: cuando me ven sacar la cámara fotográfica algunos esquivan
el lente, otros directamente me piden que no les tome fotos, que no
quieren problemas.
Contradictoriamente clientes y empresarios están dispuestos a mandar lo
que sea a Cuba, pero no quieren que los vean, prefieren que no quede
constancia de lo que legalmente hacen, escogen actuar sin declararse, al
menos por ahora.
Source: De Miami a La Habana | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1426753216_13482.html
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