Adversus socialismus
No hay capitalismo de Estado en Cuba, como quieren hacer ver hoy
izquierdosos y no pocos derechosos
Miércoles, junio 8, 2016 | Alexis Jardines Chacón
LA HABANA, Cuba.- Justo un día antes del aniversario de la muerte del
Apóstol, el periódico Granma reprodujo una apología del socialismo
cubano con el correspondiente ataque al capitalismo mundial. Se olvidó
que Martí rechazaba de plano el socialismo y, en franco contraste, a la
política (léase, al capitalismo) le aconsejaba de este permisivo modo:
"¡Yerra, pero consuela! Que el que consuela, nunca yerra".
No hay capitalismo de Estado en Cuba, como quieren hacer ver hoy
izquierdosos (desde socialistas democráticos hasta trotskistas, pasando
por intelectuales de fina prensa) y no pocos derechosos amantes de la
visibilidad mediática. Económica, política, ideológica y
constitucionalmente Cuba es un país socialista, en su caso: un régimen
marxista totalitario de Partido único. El socialismo, no importa la
variante que tome, es estatal o no estatal. Y el hecho que sea estatal,
como en el caso de Cuba y del extinto socialismo real de la Europa del
Este, no lo hace menos socialista que las utopías libertarias y/o
anarquistas. La NEP (Nueva Política Económica, por sus siglas en ruso)
no hizo capitalista a la Rusia de Lenin y el modelo híbrido chino
actual, al estilo del vaso medio lleno o medio vacío, no hay por qué
cargarlo a la cuenta del capitalismo. Por lo demás, cualquier
asimilación de elementos capitalistas se hace en Cuba sobre una matriz
comunista, no se olvide que la economía mixta también existió en el
entorno soviético. Que sea impracticable o no esta promiscuidad, debido
a la carencia de realidad ―en sentido hegeliano― del llamado socialismo,
ya es harina de otro costal.
¿Por qué el socialismo es inviable como sistema socioeconómico?
Sencillamente, porque es un derivado atávico del capitalismo y no un
modo de producción, como lo definió Marx. Lamento decirles a esos que
cifran sus esperanzas en el advenimiento de la era socialista o el
estado definitivo comunista, que el socialismo es parte de la lógica del
capitalismo, es tan solo un elemento residual y, como tal, está
condenado a permanecer siempre, en el mejor de los casos, en vías de
realización. Convertir en sistema los espacios nostálgicos de
primitivismo que pueda generar la lógica capitalista es el error de la
Izquierda toda. No se olvide que el capitalismo es resultado natural de
la evolución de la sociedad, mientras que el socialismo es pura
conjetura: nace y vive en libros baratos. Pretender insuflarle realidad
al socialismo, además de una torpeza, es un crimen de lesa política. Así
pues, el socialismo no es un fenómeno que se pueda oponer al capitalismo
como alternativa. Como diría en casos como estos el célebre Th. Kuhn,
capitalismo y socialismo son fenómenos inconmensurables.
Tiempo atrás manejé estos conceptos como una oposición. Hoy considero
que el socialismo es tan solo un espectro, en el doble sentido que se le
puede atribuir a este término. El socialismo no puede materializarse,
está condenado a vagar eternamente en el reino de las utopías. Y cuando
este ha intentado ir en contra de su naturaleza ha sucumbido a una
suerte de sentencia bíblico-freudiana: del sueño ―en tanto realización
de deseo― eres y al sueño volverás. No es de extrañar que la extinción
de los Estados socialistas de la Europa del Este haya reconducido al
capitalismo y no al comunismo.
Me resulta curiosa esa tendencia que, ya en los límites del desconsuelo,
suele apelar a países como Noruega, Dinamarca, etc., para intentar
vendernos una vez más la utopía socialista. Quiero ser bien claro en
este punto: parafraseando al filósofo español José Ortega y Gasset, lo
que tiene de bueno el modelo nórdico es lo que tiene de nórdico, no lo
que tiene de socialista. Inténtese hacer funcionar ese modelo en
Artemisa y Mayabeque ―o en Venezuela, si se prefiere― y ya se verán los
resultados. El problema, obviamente, es cultural. No obstante, hay que
decir que ese también llamado modelo de bienestar, eficiente en países
nórdicos y escandinavos, no es socialista.
Cuba encaja del todo en el molde de los socialismos de Estado, es una
empresa vana el esforzarse en ver capitalismo donde no lo hay. Si una
familia controla todo un país ello estaría más cerca del orden feudal
que del capitalista. A pesar de lo que diga la Nueva Izquierda criolla,
los Castro son socialistas y también son comunistas.
Preguntémonos: ¿Por qué el capitalismo es ―y discúlpese el neologismo―
democratizable? El libre mercado (que no el mercado per se) es la
respuesta. Todas las economías modernas son de mercado, incluso las
totalitarias (en tanto no son de trueque, como en la Edad Media) pero no
todas son de libre mercado.
En el Programa de UNPACU, recién publicado, se introdujo el concepto de
economía social. ¿Qué se pretende decir con esto? ¿Es que en Cuba hasta
los opositores le temen al capitalismo? Sería ello un gran logro del
régimen. ¿Será que se confunde gratuidad con acceso, en lo que toca a la
salud y la educación? ¿Será que hablar aquí de economía social es una
manera dulce de referirse al colectivismo, factor clave en la dimensión
utópica de toda empresa socialista? El capitalismo puede ser todo lo
malo que se quiera, pero es la única opción real.
Dicho sea de paso, hay que ponerse en guardia contra los peligros que
entraña el colectivismo, tanto el marxista como el anarquista. Ya ambos
han tenido la posibilidad de probar su eficacia. La implementación de la
teoría de Marx derivó hacia el sistema estatista del socialismo real,
mientras que las economías libertarias del anarco comunismo se pusieron
a prueba por todo el planeta: América (EE UU), Europa occidental
(España, Inglaterra) y oriental (Ucrania), el Medio Oriente (Israel) con
resultados igualmente calamitosos aun al margen del Estado. Cuando la
situación no era tan compleja como la actual todas esas propuestas,
ancladas en el modelo feudal, fracasaron (la Tienda del tiempo de
Cincinnati y la Colonia Tiempos Modernos en el siglo XIX norteamericano,
las colectividades de la Revolución Española de 1936, el Territorio
Libre en Ucrania, durante la Revolución majnovista, los kibbutz de
Israel, para no hablar ya de aquellas comunas originarias de Robert
Owen, primero en Inglaterra y después en los EE UU).
Hoy el llamado socialismo del siglo XXI, heredero de los experimentos
arriba señalados, felizmente ha mostrado de forma palmaria su dimensión
utópica. La breve historia del chavismo, la punta de lanza de este
movimiento y, sobre todo, sus devastadoras consecuencias debían hacer
entrar en razones hasta el más tozudo ejemplar de la especie homo sapiens.
La tesis de que en Venezuela fracasó el castro-chavismo y no el
socialismo es obscena. Ante cada previsible fracaso (y todos lo son) los
socialistas se protegen culpando a los hombres, nunca al "modelo" o
"sistema". De ese modo, la posibilidad de retomar la utopía colectivista
siempre queda abierta.
El capitalismo es malo sobre todo allí donde te dice lo que tienes que
hacer; el capitalismo es miserable si no te paga o te paga mal. Por lo
tanto, en lugar de hacer de la eliminación del trabajo asalariado y del
colectivismo un fin, los socialistas debieran comenzar por plantearse,
como condición sine qua non, la autonomía y la libertad del individuo.
Solo que ya esto no sería social-ismo.
Por supuesto, la libertad o es individual o no es ninguna. Entonces, ¿no
será más sensato y más realista reformar el capitalismo que construir el
socialismo?
Source: Adversus socialismus | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/adversus-socialismus/
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