"Luchar" a lo cubano
Es este el popular eufemismo con el que muchos en la Isla denominan sus
robos al Estado
jueves, mayo 19, 2016 | Roberto Jesús Quiñones Haces
GUANTÁNAMO, Cuba.- Son las diez de una soleada mañana de mayo. Parque
Martí de Guantánamo. A menos de un metro de donde estoy, un negro
gigantesco, cincuentón y algo gordo, enamora a una joven mulata. De su
cuello cuelga una gruesa cadena de oro con una medalla reluciente que
advierto gracias a su camisa abierta. Entusiasmado, no se percata de que
se le acerca otro individuo, blanco, panzudo, acompañado de sendas
jovencitas. El recién llegado, que también usa una gruesa cadena dorada,
le dice:
-Asere, hace rato que no te veo.
-Es que estoy en mi lucha en el almacén, bárbaro. Pero tú tampoco te
dejas ver.
-Es que mi lucha también está en llamas. A tu hermano hace rato que
tampoco lo veo, ¿se fue pal' yuma?
-Na' qué va, a él no le hace falta eso, está de gerente en una discoteca
en La Habana.
-Ñooo asere, partió el bate…
Luego de otras frases por el estilo, el recién llegado invita al Don
Juan y a la mulata a la barra del restaurante 1870, situado muy cerca.
Se trata del mejor bar restaurante estatal de la ciudad, que vende en
pesos convertibles (CUC). Para que no queden dudas de que tiene dinero
dice bien alto: "¡Tú y yo vamos a celebrar con un Chivas Regal y para
las chicas cerveza! ¡Todas las que quieran!" Y se fueron.
Cualquier cubano sabe que "luchar" significa en la jerga popular
buscarse la vida, sea honradamente o en un negocio sucio, porque cada
día los límites entre actuación ética y comportamiento censurable son
más confusos para quienes carecen de una sólida formación moral, y
también para los que se las ven muy duras y apelan a toda clase de
subterfugios y acciones turbias para vivir.
Personas como las del diálogo anterior, "triunfadores" ante los ojos de
muchos ciudadanos, no caen dentro del último grupo citado
precedentemente, sino que conforman una especie de mafia insaciable, no
sindicalizada, pero igualmente desangradora de la economía nacional.
Solamente en Guantánamo el monto de las malversaciones en los últimos
tres años supera los sesenta millones de pesos, veinte por año, según ha
publicado el periódico Venceremos, órgano oficial del Comité Provincial
del Partido único.
Individuos como éstos, la mayoría con un bajo nivel cultural —aunque
cuenten con títulos universitarios— y cuyos lenguaje y actuación lindan
con la marginalidad, proliferan por todo el archipiélago.
Ante los ojos de las autoridades y de nuestra suspicaz
contrainteligencia —que tiene muchos recursos para reprimir a la
oposición pacífica y decente pero al parecer muy pocos para
contrarrestar este cáncer social— toda una estela de ladrones, cuyos
salarios oficiales no sobrepasan los quinientos pesos anémicos (CUP),
compran motos, autos, construyen confortables viviendas y montan
prósperos negocios. Son, además, miembros de honor —por sus espléndidas
propinas— de los bares y restaurantes de la ciudad, aunque, salvo
contadísimas excepciones, jamás podrían justificar los gastos que hacen
en ellos.
"Luchar" es el eufemismo con el que denominan sus robos al Estado. Eso
sí, aún en la más vulgar borrachera se les escuchará reafirmar su
fidelidad al régimen. Es comprensible. Mantener esa imagen es lo que les
permite acceder a los cargos que les proporcionan pingües dividendos.
Hay quien dice que su actuación es una forma de resistencia frente a un
gobierno que jamás ha respetado la propiedad privada, que esquilma a los
trabajadores pagándoles bajísimos salarios y ofreciéndoles productos a
precios exorbitantes, que paga en una moneda y ofrece los mejores
productos y servicios en otra veinticinco veces más fuerte, que se
apropia del 60 % del dinero que pagan a los colaboradores cubanos en el
extranjero. En resumen, como dice el dicho y parecen asegurar estos
cacos de nueva clase "ladrón que roba a ladrón…"
Términos como "resolver" y "luchar", no sólo se han incorporado al
léxico habitual de los cubanos sino que las acciones que representan en
nuestra sociedad han sido asimiladas como algo normal en el
comportamiento de muchos ciudadanos. Lo triste es que a pesar de todas
las campañas del gobierno no se avizora el momento que se erija en punto
de giro definitivo para el cambio que sitúe a la decencia en su lugar
primigenio. El perjuicio económico puede computarse en cifras y, en
ocasiones, hasta repararse. El antropológico es otra cosa.
A principios de los años noventa del pasado siglo tuve que solicitar los
servicios de un herrero-soldador para que hiciera un trabajo en mi casa.
Después de varios días de labor hicimos confianza y me contó que le
había hecho las verjas a la vivienda de la amante de un conocido
dirigente guantanamero. Cuando terminó el trabajo y fijó el precio, el
dirigente, uno de los más aguerridos comunistas del territorio, le
preguntó si no le convenía recibir, en vez de dinero, un televisor Krim
en colores y un refrigerador soviético. El herrero aceptó porque ambos
bienes superaban, según el precio que ya tenían en el mercado negro, el
valor de su trabajo.
Nunca olvidaré que al terminar su anécdota el soldador me dijo: "Ese
tipo era un luchador". Hasta el final, pensé, pues casualmente el día de
su muerte también falleció el padre de un amigo y fui a la funeraria.
Allí estaba el féretro del dirigente, cubierto con la bandera cubana y
por un cojín con sus medallas, como si más allá de la muerte quisiera
reafirmar su presunta condición de revolucionario impoluto y decirnos:
"Yo sigo luchando".
Source: "Luchar" a lo cubano | Cubanet -
https://www.cubanet.org/actualidad-destacados/luchar-a-lo-cubano/
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