Cuba: Salida electoralista, ¿hacia dónde?
Después de más de medio siglo de régimen totalitario, la sociedad cubana
se encuentra atomizada
miércoles, marzo 16, 2016 | Camilo Ernesto Olivera Peidro
LA HABANA, Cuba.- , por una parte, en pequeños espacios de bienestar más
o menos relacionados con la elite dominante y, por la otra, grandes
zonas de creciente marginalidad y empobrecimiento.
Bajo estas circunstancias, la dictadura pretende asegurar las parcelas
de poder económico, e intenta metamorfosear y blanquear sus mecanismos
de control político. De ahí el interés en hacer pasar como concesiones
políticas, las insuficientes aperturas al sector privado. De ahí también
la intención de ganar tiempo, prometiendo cambios allí donde solo hará
mutaciones.
El escenario actual de la isla dista mucho de ser idílico respecto al
sistema. La acumulación de décadas de control social y terror
generalizado pesan en el inconsciente colectivo. El futuro en una
transición política dependerá, en mucho, del papel que jueguen los
actores opositores en este entorno. La efectividad y credibilidad de sus
hojas de ruta hacia la transición y lo que estas ofrecen como fórmulas
de reconfiguración del país y su democratización. Es necesario que este
proceso sea lo menos traumático posible, y que el tejido social de la
nación se recupere en el menor tiempo. La índole de este tránsito
dependerá de bajo que intereses o agenda se realice.
Pero, desde ahora mismo, lo determinante será no ahogarse en
disquisiciones retoricas basadas en apostar a concesiones, posibles o
supuestas del régimen, de las cuales todavía se desconoce su naturaleza
o alcance.
No es viable depositar la confianza en que un cambio en las reglas del
juego electoral, propiciado por el sistema, permitirá lograr
transformaciones de fondo en lo constitucional.
En el totalitarismo, el cumplimiento de leyes que el régimen se da a sí
mismo es aleatorio por parte de su elite y, por tanto, esta las incumple
o subvierte empleando una "institucionalidad" hecha a su medida.
Esta, en el caso de Cuba, no se basa en la constitucionalidad. El
denominado orden constitucional, no regula al Estado totalitario. Es el
elemento humano, aferrado al poder, quien impone sus decisiones, por
encima de ese supuesto orden, sobre la base del dominio absoluto y
metodológico del partido único en toda la estructura.
Contra ese muro de control no valen paños tibios ni llamados al sentido
común.
Una salida electoral negociada entre el régimen y la oposición seria lo
más ideal y pacífico, si el primero estuviera dispuesto a retirarse de
parcelas de poder que son determinantes en el ordenamiento del país.
Para que se abra esta posibilidad, es necesario poner en crisis al
sistema, mediante una efectiva presión derivada del poder de
convocatoria en la base social, que obligue a que esas negociaciones
sean en pie de igualdad.
Pretender que la Asamblea Nacional del Poder Popular, preste atención a
propuestas desde la oposición, sin que estas estén acompañadas de la
presión popular, es un ejercicio político estéril.
Téngase en cuenta el papel que ha jugado el supuesto legislativo durante
los últimos cuarenta años. Obsérvese también el importante detalle de
que el régimen se está preparando para modificar en la forma, pero no en
el contenido, el ordenamiento del Estado.
Es un contrasentido pretender reformas legislativas o apostar a que una
nueva Ley Electoral sea el chispazo de la transición, si esta no está
precedida por la derogación, en principio, del carácter ideológico
totalitario de la denominada Constitución Cubana de 1976. Las garantías
jurídicas para la existencia y accionar de la oposición están coartadas
por esa norma constitucional, en los artículos 3 y 62, que derivan en la
Ley88/1999 que tipifica la disensión política como delito contra la
seguridad nacional.
Por eso es imprescindible, primeramente, la despenalización de la
oposición política, antecedida por la efectiva independencia de los
poderes, ejecutivo, legislativo y judicial, que se anule el control del
CC del PCC en esas estructuras. Es vital el desmontaje de los mecanismos
represivos, que actúan para proteger los intereses de la elite y el
régimen de partido único.
La legalización de los partidos políticos, jurídicamente garantizada por
una nueva Ley de Asociaciones. El acceso sin restricciones al espacio
público como fórmula de convocatoria popular, en paralelo con la
posibilidad de llegar a los medios de difusión.
Hasta ahora, el régimen ha anunciado solamente la promulgación de una
nueva Ley Electoral y el abandono de determinados cargos públicos, por
parte de la "elite militar histórica", en un proceso que concluiría en
2018 con la salida de Raúl Castro. Nada garantiza, hasta ahora, que este
proceso involucre la apertura a un proceso democrático, salvo que el
régimen se vea presionado a hacerlo.
En este sentido el caso de la transición en Birmania es un buen ejemplo.
Allí la oposición tiene los asientos en el legislativo, que fueron
propiciados por la modificación constitucional de 2008 y las elecciones
de diciembre de 2015. Pero su influencia en las decisiones del ejecutivo
civil, manejado por los militares, es mínima.
La antigua élite castrense controla la economía y mantiene intactos los
mecanismos represivos.
La internet es monitoreada, y quien desafía críticamente a los militares
corre el riesgo de ser detenido. Hay libertad de prensa, pero esta no
tiene capacidad para cuestionar a fondo la realidad nacional, marcada
por constantes violaciones de las libertades fundamentales.
Sin embargo, en Birmania, los cambios de índole legislativa estuvieron
precedidos por cambios constitucionales. Los militares ofrecieron un
marco jurídico a la oposición, para enmascarar su tránsito aparente a
otro estatus de poder. Necesitaban el levantamiento de las sanciones
internacionales y la bendición de EE.UU.
A los militares cubanos, esto último, les ha resultado mucho más
sencillo de lograr que a los birmanos, gracias a una desafortunada
combinación de miopías, a cuál más grande, del actual ejecutivo
estadounidense y la Unión Europea.
De esa manera, estos últimos apuestan a la errónea creencia de que la
gobernabilidad y las garantías para acuerdos económicos de calado
estarían en buenas manos en un régimen autoritario, maquillado con
ciertas formalidades democráticas.
Esa posible metamorfosis Castrista, a un autoritarismo electoralista en
el 2018, pudiera estar orientada a renunciar, aparentemente, al mando
absoluto del legislativo, pero conservando las riendas del Estado
mediante el control de los niveles ejecutivo y judicial. Esta potestad,
les permitiría manejar a su antojo los organismos armados del país y
blindar jurídicamente su dominio de la economía nacional.
En este sentido, las modificaciones a nivel constitucional modificaran
en la forma y no en el contenido al ejecutivo y el legislativo, para
vender una imagen de transición hacia una "democracia socialista más
participativa". Una trampa política que requiere de tiempo para ser
armada, quizás dos años, incluso siete.
Pero un país en ruinas no puede esperar ese tiempo para obtener
respuestas sobre su futuro. La solución más responsable, a lo que ya es
un trauma que ha dañado la nación, es el inmediato cambio hacia la
democracia y el estado de derecho.
(Publicado originalmente en Estado de Sats)
Source: Cuba: Salida electoralista, ¿hacia dónde? | Cubanet -
https://www.cubanet.org/blogs/cuba-salida-electoralista-hacia-donde/
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