Friday, November 20, 2015

Éxodo, 'actualización' y gatopardismo

Éxodo, 'actualización' y gatopardismo
ROBERTO ÁLVAREZ QUIÑONES | Los Ángeles | 20 Nov 2015 - 6:49 am.

El drenaje al extranjero de lo más valioso que tiene cualquier economía,
su capital humano, es un crimen histórico del gatopardismo del dictador
y su junta militar.

La oleada imparable de cubanos que se están yendo de la Isla, la mayor
estampida migratoria desde el éxodo del Mariel en 1980, es la más
dramática expresión del fracaso de la "actualización del modelo
económico socialista" y un rotundo mentís a quienes alaban las reformas
de Raúl Castro.

Un total de 43.159 cubanos, según cifras oficiales, emigraron hacia
Estados Unidos en el último año fiscal que terminó el 30 de septiembre,
para un aumento del 77% en relación con el periodo anterior (24.278) que
superó al éxodo de balseros de 1994 (32.362). Actualmente hay una
crisis humanitaria con casi 2.000 cubanos que han quedado atrapados en
territorio de Costa Rica porque el régimen procastrista de Nicaragua no
los deja seguir su ruta hacia EEUU.

Todos los que logran llegar e territorio de EEUU por estos días dicen lo
mismo: de Cuba hay que irse porque nada ha cambiado allí realmente, ni
va a cambiar mientras estén en el poder los Castro, sus familiares o el
generalato.

¿Qué reformas positivas hay en Cuba si lo que crece allí es la ansiedad
por emigrar a como dé lugar? Algunos arguyen que el temor a que sea
derogada la Ley de Ajuste Cubano ha causado esta estampida. Puede ser un
factor, pero francamente tanta gente no abandona su patria, familiares y
amigos, sus costumbres, su entorno histórico y su cultura, si tiene
esperanzas de una vida mejor en su suelo natal.

Lo que es cierto es que Cuba es el único país del mundo en el que la
gestión del Gobierno no se mide por los resultados alcanzados, sino por
las bonitas promesas que hacen sus dirigentes políticos. Tan peculiar
estilo de gobernar fue instaurado por Fidel Castro en enero de 1959.
Prometió elecciones para elegir al Presidente de la República y varias
semanas después dijo: "¿Elecciones para qué?".

Después de reemplazar a Fidel como Jefe de Gobierno, Raúl Castro
prometió un vaso de leche diario para todos los cubanos y anunció
profundos cambios estructurales porque el salario de los trabajadores
era insuficiente para cubrir las necesidades básicas. Hoy se produce
menos leche que en 2007, el salario (24 dólares) es la mitad del de
Haití (59 dólares) y es el más bajo de Occidente. ¿Y las reformas
estructurales?

Por eso, cuando ya se prepara el VII Congreso del Partido Comunista
(PCC), programado para abril próximo, la cúpula castrista no menciona
siquiera a los Lineamientos económicos del VI Congreso (2011), que
constituyeron la promesa de turno. Con tono amenazante (es su estilo) el
nuevo dictador anunció la reestructuración del aparato económico estatal
para elevar la producción industrial y los servicios con la calidad
"que el pueblo merece"; y dar apoyo a los autorizados oficios por cuenta
propia (exclusivamente para la prestación exclusivamente de precarios
servicios propios de los tiempos medievales).

El gatopardo raulista

Fue todo un embuste. El general Castro y su régimen militar practican el
gatopardismo, vocablo utilizado en la vida política y que viene de la
novela El Gatopardo, del italiano Giuseppe di Lampedusa (1896-1957), en
la que el autor entroniza la paradoja de hacer cambios para que todo
quede exactamente igual que antes.

El gatopardismo raulista lo resumió el coronel Marino Murillo,
vicepresidente del Gobierno, en una reunión en la Asociación Nacional de
Economistas, en octubre de 2013: "La actualización hay que entenderla
como la modernización de la gestión, hacer la propiedad estatal más
eficiente, que permita un amplio desarrollo de las fuerzas productivas,
pero esto no se puede entender como un cambio de estructura de la
propiedad estatal, esto debe quedar bien claro".

Es decir, el PCC ordenó jugar con la cadena (la burocracia), pero no con
el mono (las fuerzas productivas). Ninguno de los economistas allí
presentes le aclaró al Vicepresidente que es precisamente la propiedad
estatal la que impide el desarrollo de las fuerzas creadoras de riquezas.

Además, esa modernización nada tiene de moderna. Es una vieja receta
aplicada en la Unión Soviética luego de la muerte de Stalin, llamada
cálculo económico socialista, un absurdo según Ludwig von Mises,
Friederich Hayek y toda la Escuela Austríaca de Economía, que
demostraron que ello no es posible en una economía que suprime el
mercado y la propiedad privada.

Las empresas soviéticas tuvieron más autonomía. Obtenían un porcentaje
de las utilidades y sus trabajadores podían duplicar o triplicar sus
ingresos si sobrepasaban las metas trazadas centralmente. Lo mismo se
hizo en toda Europa del Este, incluso con versiones más atrevidas en
Hungría, Polonia, Rumanía, y sobre todo en Alemania con sus combinados
industriales. Aquellos remiendos no impidieron que el socialismo real
europeo se viniera abajo.

En Cuba hace medio siglo se pudo haber aplicado la ahora llamada
"actualización", o sea, el cálculo económico soviético. No fue posible
por la oposición visceral del Che Guevara, apoyada por su alumno en
materia estalinista, Fidel Castro. Lo que se estableció fue el sistema
presupuestario totalmente centralizado de la época de Stalin, pese a
las recomendaciones de Carlos Rafael Rodríguez, el único economista
capaz de la cúpula castrista de entonces y defensor del cálculo económico.

Claro, Rodríguez recogió velas al ver que el dueto Castro-Guevara (que
de economía no sabía nada) calificaba de "traición al socialismo" los
estímulos materiales (dinero) a los trabajadores, en vez de darles
banderitas y estímulos morales en la Emulación Socialista para formar
la "conciencia comunista del hombre nuevo".

Desde abril de 2014, con medio siglo de retraso, es que se aplica en la
Isla la actualización soviética post-estalinista. Es un "logro"
raulista que las empresas estatales cubanas ahora hagan lo que pudieron
hacer hace 54 años: venden ciertos excedentes de su producción al precio
que dicta el mercado, se quedan hasta con la mitad de las ganancias, y
establecen salarios más altos para sus empleados si hay ganancias. El
Gobierno central decide qué se produce y cuánto.

Pero como advirtió Von Mises, en Cuba no se puede aplicar totalmente el
cálculo económico —tampoco en la URSS se pudo—, que busca la
eficiencia, algo imposible en el socialismo con su ineficiencia
genética. Ante todo hay que reducir los astronómicos costos de
producción, para lo cual hay que despedir a los trabajadores estatales
sobrantes. Eso es inviable si no hay propiedad privada capitalista que
emplee a esa fuerza productiva penosamente inutilizada.

El régimen estima que los trabajadores sobrantes superan el 40% de la
plantilla total de las empresas estatales, de unos 4,2 millones de
empleados. Por cierto, en un hipotético sector privado, si cada uno de
los 1,6 millones de esos trabajadores estatales que prácticamente no
hacen nada produjese valores por $25.000 anuales podría casi duplicarse
el Producto Interno Bruto del país.

Definitivamente, no hay reformas en Cuba. La crisis económica terminal
seguirá agravándose, si no se liberan las fuerzas productivas y surge un
pujante sector privado en la industria, el comercio, la agricultura y en
toda la actividad económica. El PCC incluso está lejos de lo que hizo
Lenin en 1921 cuando lanzó la Nueva Política Económica (NEP), la reforma
de tipo capitalista que puso fin a la hambruna terrible que asolaba Rusia.

El triste drenaje cubano hacia el extranjero de lo más valioso que tiene
cualquier economía, su capital humano, es un crimen histórico del
gatopardismo del dictador y su junta militar.

Source: Éxodo, 'actualización' y gatopardismo | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cuba/1447933464_18244.html

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