Tania Bruguera: «Cuba necesita una alfabetización cívica masiva en las
calles»
JOAN ANTONI GUERRERO VALL | Barcelona | 4 Oct 2015 - 10:38 am.
La artista, que defiende la intervención del arte en la historia, afirma
que 'sería bueno que por unas cuantas generaciones ningún Castro esté
más en el poder, por decencia y respeto al pueblo'.
Después de ocho meses retenida en el país por el régimen como
escarmiento por el intento de llevar su performance El susurro de Tatlin
a la Plaza de la Revolución, Tania Bruguera sigue hoy sin arrugarse.
Reconoce incluso que, cuando fue conducida a los calabozos del Vivac y
la maquinaria represiva cubana estaba echando humo por poner freno a su
libertad de expresión, ella estaba feliz por sentirse libre. Actúaba de
acuerdo a sus principios, pese a cualquier acción que el régimen
emprendiera contra su persona.
En conversación con DIARIO DE CUBA desde Nueva York, la artista hace un
recuento de esos días, habla del presente y futuro de Cuba, y considera
que al pueblo cubano le toca ahora mucho que aprender: "Hay que hacer
que la gente entienda la felicidad que produce hacer las cosas en las
que uno cree".
Tras ocho meses en Cuba, ¿cuáles han sido las enseñanzas por todo lo
ocurrido?
Todavía estoy procesando muchas cosas. Aprendí que una cosa es la imagen
de la Revolución y otra la manera en que esta se sostiene. Hay una
dicotomía extraordinaria entre la imagen de la Revolución y la
convivencia con la misma. También aprendí que aquellas palabras que
usamos, como "solidaridad" y "compañerismo", han perdido todo el
sentido. La Revolución las ha usado de manera indiscriminada y se han
vaciado de su funcionalidad emocional, a nivel de humanismo y activismo.
¿Y qué sentido han tomado esas palabras bajo el actual sistema?
Creo que tuve la dicha de entender qué cosa es solidaridad y
compañerismo: creer de verdad en tus propios principios. En Cuba nos
pasamos la vida diciendo consignas que se repiten y no tienen ningún
sentido. Son como una construcción retórica. Ni siquiera son
construcciones para llamar a la acción, de hecho no quieren que te las
creas realmente.
¿El intento de hacer El susurro de Tatlin en la Plaza de la Revolución
te lo demostró?
En esta obra no he hecho nada más, y es de lo que estoy más satisfecha,
que presentar una ética y una actitud revolucionaria. He activado todos
los conceptos y consignas de ser parte de la historia, toda la idea de
tener principios, todo lo que nos dicen y que, en realidad, no dejan que
lo actúemos.
En ese sentido aprendí que son palabras para no actuar. Los cubanos no
tenemos derecho de participar en la historia de Cuba. Es un derecho que
se lo ha tomado el Gobierno. Este aprendizaje es un proceso personal por
el que pasan todos los cubanos.
¿Cómo se produjo el cambio?
Llegué a Cuba sabiendo qué es libertad, porque he vivido en libertad. Al
principio, cuando salía de Cuba era una gran mentirosa. Porque al salir
de Cuba todo es mentira: tienes que mentir sobre tus sentimientos, tus
ideas, mentir sobre lo que de verdad quieres en tu vida.
Decir la verdad en Cuba es un peligro. Me costó mucho trabajo personal y
mucha disciplina entender el valor de la verdad, de vivir diciéndola.
Todavía me tengo que cuidar, aunque llevo años siendo una persona que no
miente y no hablo con la gente que miente.
Por eso dejé de hablar con agentes de la Seguridad del Estado. Me
gustaría que la gente en Cuba pudiera experimentar lo bien que se siente
uno cuando se hacen las cosas en las que uno cree, siendo honestos,
diciendo la verdad por una vez en la vida.
¿Fue difícil estar en el calabozo?
Fue bien difícil, pero a la misma vez no tenía problema porque era mucho
más fuerte el sentimiento de felicidad que tenía por decir lo que
pensaba que lo que me pudieran hacer. Es una cosa bien rara. Aprendí que
la injusticia tiene una manifestación física. Tú lo sientes en tu
cuerpo. Por eso creo que el cuerpo de los cubanos está adormecido por la
injusticia que hace años que llevan soportando. La sangre está
adormecida, es algo que pasa de padres a hijos. El miedo en Cuba está en
el ADN social y eso es lo que hay que eliminar.
¿Y cómo puede hacerse?
Hay que hacer que la gente entienda la felicidad que produce hacer las
cosas en las que uno cree. Mi espectro emocional es ahora mucho más
amplio: aprendí cosas que todavía no sé cómo explicar.
Aprendí que el país tiene que cambiar y que no se puede seguir así. El
Gobierno cubano tiene la costumbre de proyectar a los cubanos como gente
que está feliz. ¿Y cómo demuestran la felicidad? Porque hay mucho sexo,
playa y risa. Pero la felicidad no es eso, sino saber que uno es honesto
consigo mismo. Eso es lo que falta en Cuba.
Quiero seguir trabajando para ello. Aprendí que el arte puede ser parte
de la historia e intervenir en un evento en una escala superior, más
allá de la exposición. Disfruté mucho de cómo sucedía todo.
Habrá cambiado la percepción que tienes del país. ¿Alguna decepción o
sorpresa?
Siempre intenté entender quién se beneficiaba más con lo que yo hacía.
Tuve mucha presión para hablar mal de los artistas que no me apoyaban.
Si mi proyecto es de libertad de expresión, no tengo derecho a juzgar a
los otros artistas. Si abogo por la convivencia de la diferencia, no
puedo juzgar a los que piensan diferente.
No le guardo rencor absolutamente a nadie, no tengo ningún problema
personal con ningún artista cubano, tomara la postura que tomara. Creo
que este es un tema muy complicado, desde muchos puntos de vista, y el
arte político tampoco en todos los países lo apoyan.
También me di cuenta, estando en Cuba, que hubo mucho trabajo
subterráneo, que me presionó para que hablara mal de los artistas.
¿Por parte de quién?
Podía ser una estrategia del Gobierno para ayudarles a aislarme más de
mi comunidad. Sé que esa separación con mi gremio fue orquestada por la
Seguridad del Estado. Hubo gente que recibió visitas de la Seguridad.
Les contaban que yo era de la CIA y que si iban a la Bienal y alguien
preguntaba sobre mi caso dijeran que no sabían nada de lo que me estaba
pasando.
A cada cual le contaron una historia distinta. Tengo fe y sé que eso va
a cambiar. Sé que los artistas cubanos se van a unir a la lucha por la
libertad de expresión porque el arte es buscar la libertad personal.
Bajo toda esa presión que venía de la Seguridad del Estado, de
curadores, del director de la Bienal, hubo mucha gente que me ayudó,
quizás no todos lo hicieron de forma pública y quizás una persona te
ayuda dándote el hombro, te puede ayudar dándote la luz sobre algo que
estás haciendo que cree que no debes hacer.
Artistas que quiero mucho se sentaron a confrontar las ideas conmigo. Sé
que no estoy sola y que la comunidad artística de Cuba me apoya y me
respeta. Todo el mundo tiene su tiempo. Creo que hay que respetar el
proceso personal de cada persona. No creo que sea saludable forzar a
nadie a tomar una decisión cuando no está preparado para tomarla.
¿El susurro de Tatlin es ya una acción cerrada? ¿Acabó con tu salida de
Cuba? ¿Cabe la posibilidad de nuevos intentos y de seguir retando a las
autoridades de la Isla desde el arte?
Eso depende de la Seguridad del Estado, no de mí. Para mí El susurro de
Tatlin es una obra de arte de conducta. El significado de la obra lo
hace la manera en qué la gente se comporta. El hecho que unas personas
estuvieran en la Plaza es parte de la obra.
El Gobierno de Cuba quiso apropiarse de la autoría total a través de la
Seguridad del Estado. Es lo que siempre hacen. Mucha gente dice que yo
ya sabía lo que iba a pasar. Lo que sabía es que era un momento
histórico. En esos momentos las cosas no funcionan de la misma manera
como siempre, a las cosas se les puede cambiar el sentido. La gente está
fuera de su zona de confort y reacciona de forma inesperada o distinta.
Tenía este elemento a mi favor.
Como artista, la Plaza de la Revolución me parece un lugar gastado, un
lugar feo en el sentido de que su significado es muy cerrado. Había
pensado en un plan B, hacerlo en otro lugares. Pero después de todo lo
que pasó al pedir el permiso y vi todo lo que se armó alrededor mío, la
obra cribó y puso sobre alerta todo el sistema de represión en Cuba y el
control de masas. Entonces la Plaza de la Revolución tomó otro
significado: no es el lugar popular, es el centro del poder, los
edificios alrededor son lugares donde se crean las estrategias de
represión. Por tanto era el lugar donde hacer la performance. En ese
momento creí que sí era el lugar donde hacerlo.
A lo largo de los meses que has estado en Cuba el proceso de "deshielo"
ha continuado. Se aprecia una evolución hacia modelos de capitalismo
autoritario. ¿Crees que el Gobierno logrará insertarse en la comunidad
internacional con estas "particularidades"?
El problema que tenemos en Cuba es la arrogancia de las personas que
están en el poder. Creen que son los únicos que tienen las respuestas a
lo que sucede en el país y los únicos capaces de arreglar lo que esta
pasando. Ese es el primer problema que tenemos en el país.
El segundo es que estamos pasando una transición en la que no se le da
una participación al pueblo, convertido en un mero receptor de órdenes.
Se le dice como a un niño pequeño: "Esto es lo mejor para ti". Pues, a
lo mejor, no.
En el modelo que siguen en Cuba —capitalismo, feudalismo o lo que estén
inventando— le están dando una prioridad desmesurada a la economía como
la solución de los problemas humanos que estamos sufriendo los cubanos.
He oído a mucha gente, tanto de la oposición como no, que coincide en
que los negocios privados y crear una clase media fuerte va a resolver
los problemas. No estoy de acuerdo con eso.
Sí que debe haber un florecimiento económico, porque el pueblo se lo
merece, pero creo que la clase media, sin una educación cívica, puede
ser una casta tan reaccionaria como lo son hoy en día los gobernantes de
Cuba. ¿Por qué razón? Porque lo que va a suceder es que el egoísmo de
los que tienen el poder se va a diseminar un poco más.
El pueblo cubano es un pueblo traumatizado, abusado, no sabe lo que
siente porque no le han dejado. Lo primero que hay que hacer es una
alfabetización cívica masiva en las calles para que los que ya saben
leer y escribir sepan entender lo que sienten y expresarse. Lo segundo
es la Constitución: hay que cambiarla, pero quién. ¿El Gobierno de
nuevo? ¿Un grupo de intelectuales?
La tiene que cambiar el pueblo. Me encantaría ver un sistema como el de
Islandia, donde el pueblo tuvo participación directa en los cambios.
Creo que es muy peligroso que se haga una transferencia de ideología
como verdad al dinero como verdad. Ahora el pueblo cubano se merece
explicaciones, no órdenes, merece poder preguntar y tiene el derecho a
que le expliquen y en esta explicación tener sus dudas y preguntar y que
se responda con respeto.
¿Cómo ve la Cuba actual y el papel que desempeña el cuentrapropismo al
que algunos consideran el germen de otros cambios?
No hay una mejoría en la democracia en Cuba con todo lo que está
pasando. Los dueños de los nuevos negocios están reproduciendo de manera
más intensa las injusticias sociales que el Gobierno hace. No hay
protección para trabajadores por cuenta propia, hay como una
reproducción del maltrato… has sido abusado y ahora es tu momento para
abusar.
No sé hasta que punto esa clase media tiene una conciencia social y
nacional, o si es más bien la respuesta lógica a esta hambruna
espiritual y económica que han tenido por 50 años.
Otra cuestión es quién puede poner estos negocios, gente que son familia
del Gobierno o gente con familia afuera. Es falso que los negocios en
Cuba son libres, están chantajeados políticamente.
¿Y qué augura en este contexto para el mundo del arte? Recientemente
vimos la censura de El rey se muere...
Las estrategias de los artistas desde los 90 de hablar con demandas
oblicuas y metafóricas y usar ejemplos geográficos desplazados para
hacer la conexión y hablar de su realidad inmediata están agotadas. Los
artistas han tenido la oportunidad de presentar lo que está pasando pero
no de cuestionar lo que causa todo esto que estamos viviendo. Nadie
puede hacer una película para buscar las razones de los problemas.
Con Juan Carlos Cremata se ensañaron porque con censurar la obra habría
sido suficiente. Pero creo que es muy importante entender por qué le han
quitado su derecho institucional a hacer teatro. Tienen un miedo tan
grande a que se les vaya el control absoluto de esta transición que no
van a parar y no van a reparar. Van a hacer lo que tengan que hacer para
mantener el control. Están buscando chivos expiatorios para que el resto
de la comunidad artística entienda el mensaje. Tienen miedo.
¿Cree que habrá impedimentos para su regreso a Cuba? A su salida tuvo la
visita de un agente en el aeropuerto...
Hice todo lo que hace falta para que me dejen regresar a Cuba. Me tomó
mes y medio que me dieran la carta donde figuraba que el caso está
sobreseído. Ellos lo hacen todo de forma ilegal. A los seis meses
cerraron el caso porque después tienen que pedir permiso especial al
Ministro de Justicia para seguir con las investigaciones. Ellos van al
límite.
Según todos los abogados que he visto, ellos no tienen ni una sola
razón para no dejarme entrar a Cuba. Mi único pasaporte es cubano, no he
renunciado a la residencia en Cuba y nunca me he saltado la legalidad.
Si cuando decida ir a Cuba el Gobierno de EEUU todavía está negociando
asuntos de derechos humanos con La Habana, creo que me van a dejar
entrar para demostrar que yo no tenía razón y que tenía un miedo
infundado y mostrarles a los americanos que ellos no son tan malos.
Si ellos quieren saber algo, si tiene necesidad de saber algo con un
interrogatorio, es otra opción para que me dejen entrar. Cuando regrese
no pienso hablar más con la Seguridad del Estado porque en este viaje
vinieron a mi casa intentado cambiar mi forma de pensar. Aprovecho esta
entrevista con DIARIO DE CUBA —porque ellos lo leen—, para decirles que
no voy a hablar más con ellos porque me mintieron, me dijeron que
librarían a El Sexto el 24 de agosto y él todavía está preso. Y ya he
dicho que no hablo con mentirosos.
Otra cosa que puede suceder es que si cuando regreso ya se sienten
seguros y han conseguido lo que quieren de EEUU, posiblemente no me
dejen entrar.
Finalmente, ¿cuáles serían las mejores acciones para abogar por una Cuba
inclusiva y democrática?
Primero una alfabetización cívica masiva. La gente tiene que aprender
que tiene algo que dar y que las cosas pueden cambiar. Lo que tocaría
después es que el Gobierno libere a todos los presos políticos.
Deberíamos entrar en un proceso absolutamente democrático en el que la
gente exprese la visión que tiene del país y hacer una especie de
referéndum sobre hacia dónde quiere ir el pueblo cubano. Por supuesto,
todo ello derivaría en un cambio constitucional.
También apostaría por una Comisión de la Verdad, para que la gente
reconozca lo que hizo y como proceso de saneamiento social. Hay que
enfrentar las cosas difíciles que hemos pasado, pero sin que se condene
a estas personas, ni venganzas.
Además, sería bueno que por unas cuantas generaciones ningún Castro esté
más en el poder. No quiero un tercer Castro en el poder. Por decencia y
por respeto al pueblo de Cuba, los descendientes de la familia de los
Castro pueden ayudar al pueblo, estar en fundaciones, pero no deben
meterse en política.
Por respeto al pueblo y porque ellos no son mejores que nadie.
Source: Tania Bruguera: «Cuba necesita una alfabetización cívica masiva
en las calles» | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1443864302_17287.html
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