El chivatón que no se nos quita de la cabeza
LA HABANA, Cuba.- Hay que quitarse el policía de la cabeza, el libro
sobre Cuba del sociólogo y periodista sueco Erik Jennische, es polémico
desde el mismo título. Máxime cuando nos enteramos, justo en el primer
renglón de la primera página que la frase, que no solo sirvió de título
al libro sino que su…
jueves, septiembre 17, 2015 | Luis Cino Álvarez
LA HABANA, Cuba.- Hay que quitarse el policía de la cabeza, el libro
sobre Cuba del sociólogo y periodista sueco Erik Jennische, es polémico
desde el mismo título. Máxime cuando nos enteramos, justo en el primer
renglón de la primera página que la frase, que no solo sirvió de título
al libro sino que su tesis pertenece a Manuel David Orrio, el periodista
independiente destapado como el agente Miguel de la Seguridad del Estado
durante los juicios sumarios donde declaró contra los ex-colegas suyos
encarcelados en la ola represiva de marzo de 2003.
Orrio, en sus dos facetas, aparece una y otra vez en el libro. Le sirve
a Jennische como hilo conductor de su reportaje sobre Cuba. Es casi el
protagonista.
Jennische, que conoció a Orrio en 1998 y trabó amistad con él, más que
sentirse defraudado o traicionado, se siente desconcertado y todavía
trata de encontrar explicaciones a la actitud de Orrio. Tarea en la que
no le auguro éxito. Desde hace años somos muchos los que estamos a la
búsqueda de esas explicaciones sin conseguirlo.
Diplomado por partida doble, por la Florida International University y
la 'Universidad de La Habana solo para revolucionarios', en realidad
Orrio no precisaba de los dichosos diplomas: antes de que se los
otorgaran ya era uno de los mejores periodistas independientes de
aquella época. Solo Raúl Rivero lo superaba con creces. Y contra él
lanzaba Orrio ataques demasiado encarnizados para que se debieran solo a
celos profesionales, lo cual lo hacía sospechoso para muchos que lo
conocíamos. La vida demostraría que no estábamos equivocados.
Sumamente inteligente y manipulador, un maestro de las fintas y las
estocadas en la esgrima verbal que dominaba y disfrutaba, después del
destape Orrio siguió escribiendo –cada vez que pudo- algunas de las
cosas que decía cuando era periodista independiente. Por ejemplo,
criticaba las inconstitucionalidades, la debilidad institucional del
sistema, los lastres del periodismo oficialista y el excesivo control
estatal de la economía. Pero ciertas premisas y adjetivos, y la
profusión de citas de Marx y Lenin marcaban la diferencia. Pero eso no
basta para hacer que lo olvidemos en aquellos ignominiosos simulacros de
juicio.
El bueno de Jennische, que echa mano de Vaclav Havel y Gene Sharp tiene
razón en mucho de lo que dice. En definitiva, la Seguridad del Estado no
tiene por qué ser más eficiente que el resto de este carcomido sistema.
Pero al Jennische apelar constantemente a Orrio, es bastante improbable
que consiga que logremos vencer la paranoia y quitarnos el policía de la
cabeza. Eso estará bien para los que aun no han roto con los rituales de
la sumisión, pero los que nos decidimos abiertamente a disentir, no
podemos, no debemos…
Sería saludable que los que viven en democracia, si quieren dominar el
tema, hicieran una especie de pasantía en un estado policial como Cuba,
lo suficientemente larga para captar a cabalidad como son las cosas.
Evidentemente, a Jennische no le sirvieron de mucho las horas de
detención e interrogatorios que tiene en su haber, en los que tuvo la
suerte, ciudadano extranjero al fin, de que los guardias lo dejaran
argumentar y hasta le prestaran un poco de atención, en vez de
propinarle una golpiza.
El libro de Jennische es interesante, está bien escrito, es un reportaje
con todas las de la ley, objetivo, documentado, pero salvo las
escaramuzas por correo con Orrio para desentrañar su conducta y la
insólita recomendación -¿o es un chiste?- de escuchar el punk de Gorki
Águila para debilitar el poder del castrismo, apenas dice algo que ya no
haya sido dicho y con mejores argumentos sobre el régimen castrista y
los que se le oponen.
Por suerte, Jennische no repite el cliché al uso de tanto periodista
extranjero sobre "la disidencia fragmentada y penetrada por la Seguridad
del Estado", porque entonces lo de quitarse al policía de la cabeza
carecería de sentido. Más bien habría que resignarse a cederle un
espacio al polizonte -o al informante, que aquí nunca se sabe quién es
quién-, olvidarnos de él y seguir en lo nuestro. Creo que es eso
precisamente lo que recomienda Jennische. Y también lo recomendaba Orrio
en sus buenos tiempos, solo que en su caso, remedando al lobo del
cuento, era para vigilarnos mejor…
luicino2012@gmail.com
Source: El chivatón que no se nos quita de la cabeza | Cubanet -
https://www.cubanet.org/opiniones/el-chivaton-que-no-se-nos-quita-de-la-cabeza/
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