Claudicar para triunfar
[27-07-2015 21:54:24]
Alberto Medina Méndez
(www.miscelaneasdecuba.net).- En política parece inevitable separar el
proceso electoral del efectivo ejercicio del poder. Los más pragmáticos
sostienen, con bastante evidencia a su favor, que es necesario
concentrarse primero en acceder al poder para luego recién soñar con la
posibilidad de cambiar la realidad.
Entusiasmados con esas consigas apelan, sin dudar, al "vale todo",
convirtiendo al medio en un fin. Así nacen las frecuentes concesiones
que derivan en el ocultamiento premeditado de las convicciones más
profundas.
Para los que hacen política, esto no es realmente grave, ni siquiera es
demasiado cuestionable. Para ellos, esas son las inmutables reglas de
juego vigentes. Si alguien pretende conquistar el trono, deberá recorrer
irremediablemente ese sendero, por despiadado y cruel que parezca.
Alcanzar el poder implica someterse a la voluntad popular y a las
demandas de una sociedad que establece sus objetivos propios. Son muchos
los ciudadanos que entienden que la política debe resolver sus
problemas, y pretenden que sus dirigentes se ocupen del tema dándole
total prioridad.
No importa si esos programas son justos, razonables o absolutamente
inviables. Lo relevante es que serán esos los criterios que definirán
los perfiles de los candidatos y sus predecibles alegatos de campaña.
La gente es escéptica y no confía en que la dinámica electoral encamine
todo adecuadamente. Pero también sabe, qué ante la falta de
alternativas, este es el modo menos ineficiente de influir con su
opinión ciudadana.
Los políticos recitan discursos, casi siempre, diciendo lo que la gente
quiere escuchar. Contratan encuestas y dialogan con muchos, solo para
diseñar un relato que se ajuste afinadamente a los requerimientos de la
comunidad, y les permita lograr los votos suficientes para llegar al poder.
Por eso es que rara vez la política realmente lidera. En la inmensa
mayoría de los casos lo hace la sociedad, explicitando lo que pretende y
es la política la que finalmente promete soluciones a esas exigencias.
Los dirigentes son solo meros seguidores, instrumentadores
circunstanciales de planteos que la sociedad impone unilateralmente sin
participación de la política.
En ese esquema, los políticos solo perfeccionan y mejoran las formas de
husmear en las prioridades de la gente, y en vez de "dirigir" el
recorrido, solo terminan siendo herramientas descartables de ese atroz
proceso.
Tal vez por eso tampoco sean respetables los políticos. La gente sabe
que ellos mienten descaradamente, qué dicen solo lo que resulta útil y
oportuno, para luego, en el accionar cotidiano, hacer cualquier otra cosa.
Es un juego de una gran hipocresía. La sociedad reclama sobre opinables
asuntos, los políticos abandonan sus convicciones y dicen lo que la
gente espera. El resultado está a la vista y no merece consideraciones
adicionales.
Hay mucho de patético en todo esto. Demasiadas actitudes inapropiadas,
bastante de cinismo y, sobre todo, una enorme dosis de inmoralidad.
Parece difícil interrumpir este círculo vicioso. Ante la ausencia de un
sistema que sea percibido como superador, solo resta esperar que
aparezcan líderes con mayúsculas, aunque no existen estímulos
suficientes para que ello ocurra.
La llegada al ruedo de personas de honor, preparadas para compartir su
visión sin esperar una recompensa electoral en el corto plazo, parece
solo una utopía o, en el mejor de los casos, una ingenua expresión de
deseos.
Si esos individuos estuvieran en la escena, ciertas ideas podrían
prosperar, algunos ciudadanos se cuestionarían sus verdades irrefutables
y se aspiraría a que empiece a modificarse lentamente el curso de los
acontecimientos.
Lamentablemente, la política está repleta de ansiosos y voraces
personajes que solo piensan en términos de inmediatez. Ellos pretenden
ocupar cargos pronto y no tienen la paciencia que merece un genuino
cambio de rumbo.
A menudo se pueden identificar personas que tienen principios y que
podrían administrar el porvenir, pero lo cierto es que frente a un
proceso electoral concreto, son muchos los que deciden dejar de lado sus
elaborados argumentos para terminar repitiendo lo que la mayoría reclama.
Inexorablemente deciden sucumbir frente a sus ansias de alcanzar la cima
y entonces todo vuelve al inicio. Así no se puede construir nada sensato
y, menos aún, pedirle a la gente que crea en la política y que participe.
Si el requisito para hacer política es mentir, ser hipócrita y estar
dispuesto a arrojar la honra al suelo para abandonar definitivamente las
convicciones, no es esperable que "los mejores" quieran ser parte de
esta parodia.
Parece ser este el denominador común de todo proceso electoral. O el
sistema cambia algún día, vaya a saber gracias a qué extraño mecanismo
difícil de imaginar, o aparece mágicamente ese paciente héroe dispuesto
a liderar la interrupción de esta pérfida inercia, o se seguirá
asistiendo a este triste espectáculo en el que la campaña es solo una
secuencia de falsos discursos ajustados a las supuestas demandas de la
sociedad.
Mientras tanto, esta pantomima se repetirá hasta el infinito y el
montaje solo mostrará, como hasta ahora, una gran farsa en la que un
conjunto de dirigentes políticos siguen dispuestos a claudicar para
triunfar.
Source: Claudicar para triunfar - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/55b68c703a682e0a70cc0983#.VbdlG_mqqko
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