El mulo nunca llegó a la cocina
[15-06-2015 22:51:04]
Frank Correa
(www.miscelaneasdecuba.net).- Un video colgado en Internet de un hecho
ocurrido en Mayabeque, mostraba a un grupo de personas desesperadas
descuartizando un caballo muerto en un basurero y repartiéndoselo como
Neandertales.
La fuerza impresionista de esta imagen la compartí con un grupo de
bañistas que tomaban el sol en la playa, que se asquearon y disintieron
de tal acción, pero uno de ellos contó una historia sucedida a él hace
algún tiempo, cuando pasó un hambre terrible que lo obligó a matar un
mulo para comérselo, en un paraje inhóspito de las montañas guantanameras.
--Estaba preso en un correccional llamado Tres piedras, situado en la
cima de una montaña. Cumplía dos años de privación de libertad por cien
resistencias de hornillas eléctricas que compré para venderla en La
Habana. El castigo era cortar árboles con un machete, ¿se imaginan como
tenía las manos llenas de ampollas?, pero había que hacer cincuenta
metros cuadrados de árboles obligados. Y pasando un hambre atroz, porque
era sopa mañana, tarde y noche. Un día no aguanté más y decidí robarle
un mulo a un campesino que tenía un arria como a quince kilómetros del
campamento.
--¿Un mulo?
--Sí, un mulo. De noche. Llegué hasta el lugar y lo conduje hasta una
cañada donde le di táfata. Lo descuarticé, lo metí en un saco, enterré
los restos. Entonces comenzó la odisea del traslado, porque el saco
pesaba un quintal y era subiendo y bajando lomas los quince kilómetros.
La carne olía extraña, tal vez por la sangre coagulada. Por esos días
había escuchado un comentario de los presos, sobre la carne de mulo, que
era la más nutritiva de todas las carnes. Iba pensando en el atracón que
me iba a dar, y cómo me iba a subir la hemoglobina a cien, y arreglarse
mi metabolismo tan perjudicado por la mala comida y falta de
aminoácidos, y pensando en compartirla con otros presos, porque era
mucha carne y se iba a echar a perder, aunque era un riesgo, por la
posibilidad de ser delatado por un chiva.
El grupo escuchaba y en la imaginación andábamos con él por las montañas
guantanameras aquella madrugada, con el saco de carne, que pesaba un
quintal, quince kilómetros subiendo y bajando lomas, y cuando al fin
entramos por la parte de atrás del campamento, junto a la cerca nos
esperaba el mismísimo capitán.
--Se me enfrió hasta el alma cuando lo vi, dejé caer el saco,
desfallecido. En cambio el capitán solo me dijo: Llévalo a la cocina.
Todos quedamos expectantes, ansiosos de conocer el final. Entonces nos
contó el bañista, que no quiso identificarse por temor a que le cobraran
el mulo después de tantos años, que soltó el saco en la puerta de la
cocina y sin chistar se fue a dormir, muerto de cansancio, y de
preocupación.
Recordó que en aquel momento pensó que el capitán era un hombre bueno,
humano, que lo había perdonado y decidió alimentar la tropa y salvarla
con el mulo. Pero al mediodía, cuando llamaron al comedor para el
almuerzo, vio solo la sopa aguada de siempre. Así mismo fue esa tarde, y
al otro día y al otro…
--Yo me extremaba por cortarlos árboles de la norma y andar al hilo,
para ver si el asunto se olvidaba. Pero el capitán jamás me habló del
tema. Andaba con el ánimo alto, y mucha energía. Su tez cobró un tono
rojizo, pienso que tal vez por la proteína de la carne de mulo. Que
después de tanto atrevimiento nunca llegué a probar. Y que dicen es la
más nutritiva de la cadena alimenticia.
Source: El mulo nunca llegó a la cocina - Misceláneas de Cuba -
http://www.miscelaneasdecuba.net/web/Article/Index/557f3ab83a682e09e4c2e1f2#.VX_aMvmqqko
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