Jineterismo sin sexo
En las calles de Cuba, un favor o un gesto de amistad equivalen a un
servicio
martes, mayo 26, 2015 | Ernesto Pérez Chang
LA HABANA, Cuba. -Un amigo español, de visita en Cuba, me llamaba la
atención sobre el modo peculiar de dar y recibir propinas en Cuba. "A
veces", me decía, "me parece que estoy sobornando; otras, me siento como
que ofrezco una limosna pero, al final, siempre me queda la sensación de
que he sido estafado".
De prohibida y sancionada en los años anteriores a la debacle del
socialismo, en Cuba la propina ha pasado a ser un verdadero fenómeno que
afecta no solo a los visitantes extranjeros sino a los propios cubanos,
por las peculiares formas que ha adoptado, a caballo entre los impuestos
y la acción caritativa.
Importantes sitios en internet que ofrecen información a quienes
pretenden hacer turismo en la isla, como eHow en español, advierten
cosas como estas, que evocan aquellos inicios de la colonización cuando
los españoles cambiaban espejitos y cascabeles por pepitas de oro: "Los
cubanos (…) aceptan regalos o bienes en vez de propina, especialmente en
los hoteles. Por ejemplo, coloca una selección de champús y otros
productos de cuidado corporal en una canasta de regalo y déjala en la
habitación el último día de tu estadía para el personal de limpieza".
En otras páginas para viajeros, como VisitarCuba.Org, se puede apreciar
la delgada línea que separan propina y soborno en nuestro
"extraordinario" contexto:
"Las propinas pueden resolver rápidamente muchos problemas en Cuba. Por
ejemplo, si se quiere salir más tarde de la hora exigida en el hotel,
con una pequeña propina de unos 3 CUC [3 dólares] puede que hagan una
excepción".
El ejemplo del soborno como práctica común que utilizan en
VisitarCuba.Org, es el más moderado entre los muchos que pudiera reunir
el visitante en una jornada. Desde que pisa suelo cubano, y logra
traspasar la cadena de pillaje que caracteriza a nuestro control
aduanal, hasta que logra acomodarse en su habitación, en apenas 24
horas, el turista comenzará a "disfrutar" del asedio constante y muy
pronto aprenderá que tras la bondad y la dadivosidad del cubano casi
siempre se esconden verdaderas estrategias de supervivencia.
En las calles de Cuba, un favor o un gesto de amistad equivalen a un
servicio. Todo es susceptible de ser cobrado, son las premisas con que
"trabajan" algunos "buscadores de propinas", un oficio muy parecido al
llamado "jineterismo" pero que no incluye sexo. Es una especie de pícaro
cubano que se ofrece para enseñar a los extranjeros la "Cuba profunda" y
no aquel paraíso idílico que divulgan las revistas de turismo.
Ariel Fonseca, uno de estos "guías no oficiales", nos comenta sobre su
trabajo: "Hay turistas que no les interesa Varadero ni los cayos, ni
pasear con aire acondicionado, lo que quieren es montar en un almendrón,
saber lo que es un solar [una cuartería], una fiesta de barrio, lo que
son las colas en el agro [mercado] o lo que pasa en las guaguas
[transporte público], comer lo que comen los cubanos, ver una pelea de
perros o jugar dominó, vaya, todo lo que tú sabes que es Cuba de verdad,
y entonces yo los acompaño a esos lugares, los llevo (…). Me acerco, les
saco conversación y me hago amigo (…) y casi siempre se me pega algo,
ropa, zapatos, perfumes, relojes, teléfonos. Vivo de la propina, de lo
que me quieran dejar, esa es mi búsqueda".
Según el propio Ariel Fonseca, él prepara los recorridos y con eso "le
tira un salve" [ayuda] a muchas personas que viven de la bondad de los
extranjeros: "por ejemplo, los llevo a comer a casa de un socio, de
manera informal, como si fuera de casualidad, pero ya todo está
cuadrado. Es solo para que sientan que todo es familiar. Se les pide que
se queden a comer, se les brinda ron, tabaco, si veo que están
interesados en jevitas [mujeres] se las trabajo pero bien elegante, para
que crean que son jevitas normales, de la casa, y al final se sienten
bien, genial, en ambiente, y cuando se van están agradecidos, somos sus
amigos, y nos dejan dinero, cosas, incluso después nos escriben, nos
llaman o nos mandan dinero. Todo queda como una amistad. (…) Eso no es
ser jinetero. De eso vive mucha gente aquí en La Habana, de hacer
amistad con los turistas. Eso es normal. Así somos los cubanos".
La política de obligatoriedad de la propina (sobre todo para quien la
recibe) en algunas instalaciones hoteleras y gastronómicas para el
turismo ha forzado a los empleados de este sector a redoblar los
esfuerzos para obtener ganancias por esa vía. En muchas ocasiones esto
no se ha traducido en una mejora de los servicios sino en un incremento
del asedio y la búsqueda de oportunidades para convertirse en verdaderos
objetos de soborno, lo cual supone no un deterioro de la ética laboral,
según los viejos "principios del socialismo", sino en un valor agregado
y en una fuente de ingresos para el país.
Según un empleado de un hotel de 5 estrellas ―que preferimos dejar en el
anonimato para no perjudicarlo―, la gerencia de la instalación donde
labora le impone metas para la recaudación de propinas. Práctica que
resulta habitual en todas las entidades estatales:
"Tenemos una emulación sindical. Todos estamos obligados a entregar [a
la administración y al Sindicato] un porciento de lo que ganamos como
propina. Según el puesto de trabajo y la relación directa o indirecta
con los huéspedes, se nos establecen tarifas (…). Hay cálculos que ellos
mismos hacen de lo que suponen que ingresamos diario, de ahí sacan los
porcientos y estás obligado a entregar. (…) Se hacen análisis en
reuniones con el Sindicato y el Partido [Comunista] y se hacen
compromisos personales. Todos los trabajadores hacen su compromiso (…).
Si un turista me da 10 dólares, yo debo entregar uno al Estado. (…)
Claro que hay modos de engañar, pero ellos saben más o menos lo que uno
gana. (…) Sí, es como una mafia, como si uno tuviera un chulo
controlándote todo el tiempo. (…) Esa obligación y los compromisos,
promueven el soborno. Por ejemplo, si un turista quiere subir a una
muchachita [a la habitación], que a veces son niñitas, uno lo deja pero
le hace saber que eso no está bien, que hay que llamar a la policía para
que el tipo se asuste y te suelte un buen dinero. Y tiene que ser
bastante porque eso se reparte entre mucha gente. Pero el que se hospeda
aquí es porque tiene dinero y entonces paga sin mucho miramiento. Con
eso se paga la parte al Estado y lo demás queda limpio para uno".
En las empresas cubanas, las cifras de ingresos por concepto de propina
no discriminan cuánta cantidad corresponde al soborno ni qué otro tanto
a la extorsión. Incluso se planifican estas cantidades a sabiendas de
sus diversos orígenes.
Si restaurantes estatales ―como El Palenque, perteneciente al Grupo
Empresarial Palco, atendido directamente por el gobierno―, han
establecido la propina como obligatoriedad del cliente, como una especie
de multa por los servicios, se hace difícil dudar que la iniciativa se
extienda a otros sectores y oficios. Quizás no tardaremos en ver a
nuestras jineteras y jineteros, declarando ingresos y abonando impuestos
como cuentapropistas en las oficinas de la ONAT (Oficina Nacional de
Administración Tributaria), y todo por la prosperidad futura de nuestro
socialismo.
Source: Jineterismo sin sexo | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/buscadores-de-propinas-jineterismo-sin-sexo/
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