¿La tierra de los abuelos felices?
abril 22, 2015 11:23 am·
Cuba actualidad, Arroyo Naranjo, La Habana, (PD) Desde finales de la
década de 1990 en Cuba se experimenta un acelerado descenso en los
niveles de natalidad, viéndose afectado así el crecimiento demográfico.
El envejecimiento poblacional, aunado al éxodo de los jóvenes hacia
otros países, constituye un serio problema que compromete
irreversiblemente el futuro de la nación.
Disimiles son las causas del descenso en la natalidad, la mayor parte de
ellas relacionadas con la incompetencia e indolencia de un Gobierno que
no es capaz de implementar un programa que fomente algo tan natural como
la maternidad.
Una de las primeras causas es la ausencia de un espacio propio donde
desarrollar el clima necesario para la creación de una nueva familia. En
la mayoría de los hogares cubanos encontramos, en una misma vivienda,
una mezcla generacional que conspira contra la indispensable privacidad
de la pareja. La convivencia se torna insoportable al confluir las
limitaciones económicas con algo tan cotidiano como los gustos
televisivos y culinarios, las distintas costumbres y hasta el tiempo
dedicado al cuidado de la higiene personal. Imagine usted la rutina de
un amanecer cualquiera, en un apartamento donde hay un solo baño y
habite una familia conformada por tres matrimonios, incluidos niños
pequeños en edad escolar, los inconvenientes que conlleva el mero hecho
de aprestarse a salir a la calle cada mañana. Historias así se repiten
en miles de hogares cubanos. No nos llamemos a engaño con eso de que
donde caben dos caben cuatro. Quizás suene bien al oído, pero no al
estómago ni responde a la noción más elemental de confort.
Las estadísticas de fecundidad en Cuba han sufrido variaciones con el
paso del tiempo.
A finales del siglo XIX nos encontrábamos con madres de entre diez y
quince hijos, generalmente de las zonas rurales. Hacia 1925 había una
tasa media, aún bastante alta, de 6 hijos por mujer.
Observando los registros de la época donde se recogen las variables
demográficas de mortalidad y natalidad, nos enteramos del descenso de la
mortalidad infantil de unos 200 a principios del año 1900 hasta niveles
cercanos a los 60 por cada mil nacidos vivos para finales de la década
de 1950. Cifras que ya nos situaban entre los países con niveles más
bajos de mortalidad infantil en América e incluso ligeramente inferiores
a naciones europeas como Italia y España.
Desde los inicios de la república comenzó a despuntar la gestión estatal
de salud pública, como lo demuestra la creación de la Secretaría de
Sanidad y Beneficencia en 1909, que llevó a cabo acciones de saneamiento
urbano y control e inmunización de enfermedades infecciosas.
En 1936 en Cuba se aprobó y legalizó el aborto como práctica médica, en
principio practicable solo en casos probados de violación e incesto, o
por condiciones médicas excepcionales que hicieran peligrar la vida de
la gestante y obligaran a la interrupción del embarazo.
Por entonces hubo un aumento significativo de la esperanza de vida, de
38 a 59 años como media, disminuyendo sin embargo entonces la tasa de
fecundidad de 6 a 3.5 hijos por mujer, todo ello aunado quizá a la
creciente independencia económica y social que ya alcanzaban las féminas
cubanas, así como al aumento en el nivel general de instrucción, que
registró significativos avances, alcanzando la tasa de alfabetización
del 76% de la población para el año 1953.
La presencia de la inversión extranjera, en especial la estadounidense,
tuvo un impacto positivo en el ámbito social y doméstico al generar un
crecimiento de los ingresos.
Desde distintos países, millares de personas arribaban a Cuba con la
perspectiva de mejorar sus vidas, hecho que resulta irónicamente
controversial cincuenta y tantos años y miles de balsas después.
Hubo un boom del proceso de urbanización, tanto en la capital como en
otras ciudades del país. Para 1950, la población urbana, que superaba el
55%, era una de las mayores de América Latina.
Con la Revolución parecía que estos niveles se mantendrían estables,
dadas las altas expectativas generadas. Pero el tiempo se encargaría de
exponer la cruda realidad que estábamos destinados a padecer en este
Alcatraz caribeño.
La división de las familias por motivos políticos, la acentuada
politización de la educación, el adoctrinamiento de las nuevas
generaciones, las escuelas en el campo, de manera manifiesta, restaron
autoridad a los padres y conllevaron a la atomización de una sociedad
que se vio obligada, con la pérdida de sus tradiciones, a cambiar sus
creencias religiosas por el culto a la personalidad del Máximo Líder.
Se produjo entonces un descenso paulatino de la fecundidad hasta
alcanzar, ya en 1978, alarmantes niveles por debajo incluso del concepto
de reemplazo poblacional. En los años 90 experimentó su cota mínima
histórica: 1.44 hijos por mujer.
Durante el llamado Período Especial, el deterioro de las condiciones de
vida del cubano de a pie fue tal que para algunas parejas el posible
nacimiento de un hijo llegó a representar un riesgo inmediato para la
supervivencia de un núcleo familiar que no lograba satisfacer siquiera
sus necesidades básicas.
Si bien aumentó luego la esperanza de vida tanto para las mujeres como
para los hombres, en un futuro no muy lejano seremos entonces un país
colmado de "abuelitos felices".
Mientras nos acercamos a un punto de no retorno podemos observar otros
factores confluyentes de la transición demográfica cubana:
– El cambio en los patrones nupcialidad, donde observamos un aumento en
la edad promedio en la que la mujer decide casarse, eso sin analizar que
muchas parejas, al estar unidas consensualmente suelen posponer en
reiteradas ocasiones el momento de concebir.
– Otra variable de tipo cultural que restringe decisivamente la
fecundidad es la incorporación masiva de la mujer a los procesos
sociales y la justa posibilidad de elevar su nivel de escolaridad, la
mujer cubana constituye hoy sin dudas el mayor por ciento de graduados
de la enseñanza media superior.
– El período obligatorio post-estudios para insertarse a la vida laboral
y donde la remuneración es ridículamente baja, a lo que debe sumarse los
que deciden continuar su superación académico-profesional, hecho que
ineludiblemente necesita de tiempo, por lo que en la práctica solo luego
de alcanzar dichas metas se dedicarán los futuros padres a la formación
efectiva de un hogar.
– El complejo deber diario de llevar a la mesa familiar los alimentos
necesarios y conseguir los insumos domésticos
– El acceso generalizado a los modernos métodos anticonceptivos,
incluido el uso y abuso del aborto, al que lamentablemente acuden muchas
parejas a manera de método de control de la natalidad, sin meditar a
fondo los riesgos de accidentes quirúrgicos y las complicaciones, ya
sean inmediatas o tardías, que conlleva para la mujer.
Como padres nos sentimos en la gustosa obligación de entregarle a
nuestros hijos lo mejor y ¿cómo lograrlo?, cuando se debe escoger entre
comprarle al niño un juguete o un par de zapatos para la escuela,
sacarlo a pasear sin comprometer luego la compra semanal de los
alimentos, sin mencionar lo complicada que se torna la situación cuando
los chicos crecen, llegan a la adolescencia y quieren vestir a la moda
para lograr la aceptación del grupo. A ello se unen los pagos a los
profesores particulares para atenuar las deficiencias del sistema
educacional y que el muchacho logre llegar a la Universidad. ¿Cómo
enfrentar estos retos cotidianos con un mísero salario, siendo honestos,
robar? Tiemblan las piernas de solo imaginarlo. ¡Y que luego en el NTV o
la Mesa Redonda te hablen de altruismo, austeridad y solidaridad, o
pretendan convencerte de que todo va bien en Cuba y que los problemas
solo se hallan mas allá de nuestras fronteras!
Es hora de analizar de manera objetiva y concienzuda las causas y las
consecuencias antes de que el descenso de la natalidad en Cuba se
convierta en un fenómeno irreversible.
¿Qué solución tentativa y viable pudiese implementarse ante tan crítico
problema?
Cuando la prensa oficialista ha tratado el tema lo aborda mediante la
óptica que le resulta más conveniente, llegando a pronunciarse de manera
despectiva en relación a la actual generación, tildando a las parejas en
edad reproductora de no ser consecuentes con la situación, acusando
incluso a los gobiernos de distintos países de fomentar la emigración de
jóvenes profesionales (padres en potencia) y desentendiéndose de
aquellas realidades que afloran a simple vista y que evidencian los
motivos a los que responde este éxodo. Desvirtúan así la cuota de
responsabilidad del Estado por mantener durante más de cincuenta años un
sistema tan solo en función de su perpetuación en el poder.
Lo acotó Winston Churchill: "El socialismo es la filosofía del fracaso,
el credo a la ignorancia y la prédica de la envidia, siendo su virtud
inherente la distribución igualitaria de la miseria".
Téngase en cuenta que según los últimos estudios demográficos, para 2025
uno de cada cuatro cubanos rebasará los 60 años de edad. Aumentarán de
ese modo los jubilados y pensionados. Y esa situación no podrá ser
enfrentada tan solo mediante programas tan poco prácticos y objetivos
como la llamada Universidad del Adulto Mayor.
Al parecer el Gobierno prefiere ignorar esta situación, una de las
tantas que aquejan a la población cubana y que por lo visto se supone
sea resuelto por obra y gracia del santoral revolucionario.
Desentenderse del tema no será la solución que revierta este complejo y
serio proceso.
La permanencia durante tanto tiempo de las dificultades económicas
conlleva a conductas extremas que han dado lugar a la reconfiguración
del propio comportamiento reproductivo, acarreando la creación de
familias pequeñas como una estrategia más eficiente en la esfera
económica ante la ausencia de programas legislativos y gubernamentales
que fomenten de manera sustentable una maternidad y paternidad
responsables, aceptando que estas se hallan condicionadas por el entorno
económico, político y sociocultural.
Razonar esto se hace imprescindible para la consecución de herramientas
que, sin desentenderse de las realidades e intereses particulares, se
articule en el bien común de una sociedad que hoy por hoy pierde de a
poco sus valores morales y su dignidad humana bajo la egida caprichosa
de un puñado de déspotas que se han hecho con los destinos y la voluntad
de la nación, una casta acostumbrada a tomar decisiones al margen de las
necesidades de su pueblo y del bienestar de la sociedad.
Es necesaria una nueva cultura de compromiso para con la vida y la
libertad plena, la tolerancia y la convivencia armónica. Hasta ahora
ningún estado verdaderamente democrático y funcional ha logrado
desarrollarse si no es mediante una economía de mercado. Por cruel que
parezca, solo los mercados ofrecen libre elección de consumo, por ende
lleva intrínseca la libertad personal en que se apoya la democracia para
garantizar el óptimo funcionamiento de la infraestructura social que
lleva a la nación a un estado de bienestar perceptible.
Se precisan acciones de liderazgo sensatas que den como resultado la
toma de decisiones consecuentes tanto con el interés poblacional más
inmediato, como para la implementación de proyecciones de vastas
perspectivas futuras y objetivas que brinden la necesaria estabilidad
socio-económica y política a la nación y a los individuos, dando lugar
entonces al clima de confianza indispensable para la creación de nuevos
y sólidos proyectos de familia.
De no tomar el asunto con la seriedad que precisa no solo legaremos a
las futuras generaciones de cubanos un país con la economía e
infraestructuras devastadas, sino que ni siquiera seremos capases de
asegurar el capital humano indispensable para su futura recuperación y
desarrollo.
Para Cuba actualidad: mapard2012@gmail.com
Source: ¿La tierra de los abuelos felices¬? | Primavera Digital -
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