"El último mazo se lo regalé a una anciana"
"Por favor, no me retrate, que pienso volver la semana que viene con más
cebolla. Y con ajo. Tal vez si pones mi nombre cuando vuelva me saquen
por el techo, no por vender caro como los habaneros, sino por vender barato"
jueves, abril 23, 2015 | Frank Correa
LA HABANA, Cuba. -Un dueño de un camión de Ranchuelo, municipio de Villa
Clara, invirtió todo su dinero en cebolla y viajó hasta La Habana con su
hijo de 15 años a vender la carga. La aventura que vivió llena de
percances me la cuenta para que la haga pública, pero me ruega no
publique sus nombres por temor a represalias.
Lo encontré sentado en la orilla de la playa, en Jaimanitas, refrescando
la pelazón de la entrepierna causada por el calor, el trajín de la
venta, el sobre peso que lo aqueja y dos días que llevaban sin bañarse.
Su hijo también padecía lo mismo y al entrar al agua chilló de dolor, al
contacto con la sal. Habían conseguido un alquiler en un cuartucho,
pensaban bañarse y dormir, para regresar a su provincia por la mañana.
¨La cosecha de cebolla en Ranchuelo este año fue como nunca antes y los
precios se abarataron. Invertí mi dinero y en vez de contratar un
ayudante traje a mi chamaco, además del ahorro lo voy preparando para la
labor. Cuando entré en La Habana fui hasta El Trigal, a coger vista y
sondear los precios, pero lo que encontré fue una verdadera mafia. Vino
un tipo gordo con muchas cadenas de oro que intentó comprarme el camión
completo, es decir toda la carga, pero a un precio menor del que me
costó en Villa Clara. Le di el bate (lo rechacé)."
"Me fui al área de los carretilleros, un gentío de hombres que daban
pena, pujando por comprar barato, pero era imposible, los intermediarios
controlaban el negocio y no permitían que los camioneros hicieran tratos
directamente con ellos. Se formó un lío tremendo en un camión cercano al
nuestro, sacaron machetes y se amenazaban, entonces decidí vender mi
cebolla en la calle¨.
El Trigal es el centro de acopio y venta al por mayor, situado en las
afueras de La Habana. Es único de su tipo en la capital y allí se fijan
los precios, que se duplican o triplican cuando llegan a la gente: el
mazo de cebollas veinte pesos, un ajo siete, la naranja agria a cinco,
solo por citar tres ejemplos de productos con precios de escándalo,
entre un listado largo de absurdos. Cuenta nuestro protagonista que El
Trigal no le gustó. Se fue a vender a la esquina de Zanja y Manrique, en
un agromercado con un área libre donde sábados y domingos se permite la
venta.
¨Cuando anuncié cebolla a siete pesos el mazo, la cola que se formó en
el camión fue de película. No dábamos abasto mi hijo de aquí para para
allá, vendiendo y cobrando, pero la felicidad en casa del pobre dura
poco, dos inspectores se presentaron en el lugar, detuvieron la cola y
me pidieron los papeles de la carga. La reacción de la gente cuando
pararon la cola fue de 'ampanga'. Les dijeron a los inspectores desde
perro muerto hasta que no mandaban ni en sus casas, en cambio querían
disponer allí, aplastando a la gente y a quienes venden barato. No
encontraron nada anormal, pero siguieron allí, durante un rato, con la
cola parada y simulando una inspección. A las claras esperaban que les
soltara algo, pero se jodieron, porque no les di un peso, ni siquiera
una cebolla. Cuando al fin se largaron continuamos la venta, con las
entrepiernas en carne viva, pero sin importarnos porque cumplíamos un
objetivo, hasta que llegaron un par de señoronas perfumadas y en
tacones, se presentaron como inspectoras de la ONAT, detuvieron otra vez
la cola y volvió a armarse las de San Quintín."
"La gente les gritó que fueran a buscarse un trabajo de verdad en vez de
estar molestando a quienes vendían barato. Tuvieron que irse con el rabo
entre las patas, porque aquella gente de Centro Habana estaba que
mordían. Creo que los mismos vendedores del agromercado nos echaban a
los inspectores para arriba, ya que le 'jodíamos' el negocio con
nuestros precios. Deben haber sentido un gran alivio cuando vendí el
último mazo, que no fue vendido, se lo regalé a una anciana que hizo una
colecta junto a la cola rato para juntar los siete pesos. Algo bien
triste, de verdad. Por favor, no me retrate, que pienso volver la semana
que viene con más cebolla. Y con ajo. Tal vez si pones mi nombre cuando
vuelva me saquen por el techo, no por vender caro como los habaneros,
sino por vender barato. Ahora lo que más quiero es bañarme y conseguir
alguna crema para estos pelados que no nos dejan caminar. Mi hijo
también aprendió mucho en este viaje. Sobre todo que en La Habana no se
le ha perdido nada¨.
Source: "El último mazo se lo regalé a una anciana" | Cubanet -
http://www.cubanet.org/mas-noticias/el-ultimo-mazo-se-lo-regale-a-una-anciana/
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