¿Yanquización o mexicanización?
JOSÉ GABRIEL BARRENECHEA | La Habana | 11 Feb 2015 - 10:08 am.
A Abel Prieto, asesor presidencial, le preocupa la 'yanquización' de la
cultura popular cubana. Más preocupante, sin embargo, es la
'mexicanización'.
Al camarada Abel Prieto, asesor presidencial para la cultura, no lo deja
dormir lo que llama "yanquización". Un término con que pretende
satanizar la influencia cultural americana en Cuba, sin distinguir si
esa influencia procede de Dixieland, de New England u Oregon.
A mí, sin embargo, más bien me preocupa la "mexicanización". O sea, la
significativa influencia que sobre amplios estratos de nuestra población
han conseguido los telenovelones, los corridos y en general la cultura
del "fast tortilla" con que desde México, y sobre todo desde su
emigración en los EEUU, se nos inunda.
Por supuesto que, como país, necesitamos adoptar ciertos valores de
otras culturas. Nos es imprescindible, por ejemplo, una muchísima mayor
capacidad para el asociacionismo espontáneo, un sentido menos hedonista
del tiempo, una visión en que nuestros individuos excepcionales se vean
más como servidores públicos que como candidatos a gallos de gallinero,
un enfoque más utilitario de nuestro criterio, que sustituya a esa
pueril tendencia, tan de nosotros, a considerarlo como un medio que
puede ser variado a voluntad solo para no perder en alguna discusión…
Valores que, aunque le pese al camarada Abel, pueden encontrarse en
muchos productos culturales estadounidenses para el consumo de masas.
Recuerdo ahora a ese destacable sector de par de generaciones nuestras
que, gracias a seriales televisivos como Friends, han asumido modos
personales de socialización más complejos e incluyentes.
Ahora, ¿qué nos trae el producto cultural mexicano, el "fast tortilla"
que Univisión universaliza? Pues un reforzamiento de los valores, ideas
y costumbres de los que más debemos vaciar a nuestra cultura si es que
deseamos hacerla más compleja, productiva e incluyente. Por ejemplo, de
esa desgraciada tendencia del individuo latinoamericano que solo parece
atinar verse a sí mismo como un pobrecito, infeliz y humillado, al que
todos desean joder como objetivo prioritario de sus vidas; exceptuada,
claro, su madrecita, santa viejecita. Cultura de la víctima perpetua
que, además de favorecer el despotismo y el paternalismo políticos,
también da pie a la más desenfrenada violencia a nivel interpersonal.
Porque la tal víctima latinoamericana no puede convertirse a la larga
más que en victimario, en ese específico "bueno" de telenovelón, para
quien cualquier barbarie se justifica siempre que sea para castigar a
los "malos".
Pero no culpemos solamente a Univisión. A fin de cuentas, el producto
cultural mexicano para el consumo de masas solo tiene como fin
satisfacer el gusto del mexicano medio. Ese individuo, latinoamericano
por antonomasia, que en la mayoría de los casos desconoce incluso de
nombre a Alfonso Reyes o a Juan Rulfo. Es en un final de la cultura
popular mexicana, a través del estandarizado "fast tortilla", que nos
llega esa disgregadora idea de que fuera de nuestro más limitado marco
familiar es justificable, y hasta edificante, matar por los más variados
y diversos motivos. La cual, por cierto, nace de la explosiva
confluencia en México de dos tradiciones: la española de la defensa de
la honra a ultranza, y la azteca del más completo desprecio de la vida
del otro, que nace a su vez del más absoluto desprecio de la propia.
No hablamos de nada nuevo, no obstante. Ya en la década de los 50 del
siglo pasado nuestra cultura estaba bajo grave peligro de
mexicanización. Sobre todo en sus sectores menos educados, y en lo
principal a través del potente cine de aquel país. No obstante, por
entonces teníamos una pujante cultura popular que se enfrentaba con
éxito a esa amenaza, y de hecho contraatacaba dentro del mismo México.
No solo mediante nuestro producto cultural musical, sino incluso gracias
a la desproporcionada presencia e influencia cubana dentro de la misma
industria cinematográfica azteca.
Poco después, no obstante, el castrismo impuso un proceso de
modernización cultural. Mas no fue en sí dicho proceso quien logró
mantener a raya al referido peligro, sino el aislamiento sanitario a
que, en paralelo, el régimen castrista sometió a la Isla. Sin embargo,
con la gradual pérdida del control total que sobre Cuba logró imponer el
castrismo en sus inicios, y que persistió hasta el final de los años 80,
el peligro de mexicanización reapareció casi de inmediato. Desde
entonces la situación no ha hecho más que empeorar.
Se impone por tanto revivir nuestra propia cultura popular, tan
maltratada por el castrismo. Favorecer el crecimiento de una cultura
popular propia y potente, que sea capaz de evitar que terminemos
convertidos en un área cultural subsidiaria de México. Lo cual no es tan
imposible, como lo demuestra la música, que en la última década ha
conseguido recuperar en buena medida su dominio histórico sobre nuestro
propio patio. Porque "El Chupi-chupi", camarada Abel, como "La
Engañadora" en su momento, es un acto de patriotismo por lo menos más
útil que todo ese discurso banal del que usted ahora vive (y no mal).
La solución está en una mayor libertad de acción para la cultura popular
cubana, junto a una reinterpretación más realista de los intentos
modernizadores de las elites culturales que tan mal camino asumieron
bajo el castrismo. Porque siempre deberá haber, y habrá, intención
modernizadora de las elites, solo que estas deben de acabar de admitir
una realidad: si deseamos una sociedad más abierta, compleja y plural,
debemos reconciliarnos con nuestra naturaleza más atlántica que
latinoamericana, más occidental que pachamamica. Y por sobre todo: no
hacerle tantos ascos a the american manners and ideas, que tanto nos han
influido a través de nuestra historia, y de las que tanto necesitamos
transculturar aún.
Source: ¿Yanquización o mexicanización? | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/cultura/1423604438_12817.html
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