Voy a pedir pa ti lo mismo que tú pa mí…
Vivimos un momento de quiebra de estructuras de contención, pero no
podemos despreciar su inercia
Jorge de Armas, Miami | 10/02/2015 10:39 am
Víctor Varela decía que "el cubano se muere de seguridad". Aludía a ese
medio camino entre prepotencia y confianza en que todo,
independientemente de las realidades y cotidianidades, estaría bien.
Hablo de memoria, pero en aquel momento, al leer el texto, pensé que esa
seguridad venía del consuelo tardío de ceder a terceros la solución de
nuestros problemas.
Recuerdo —y tal parece que lo escribo en un pasado de siglos— que lo
típico era echar culpas afuera, y al mismo tiempo que se escuchaba
frecuentemente eso de "si Fidel supiera esto no pasaba", aquí en Miami
la contraparte cubana esperaba confiada en "que los americanos no van a
aguantar" y "aquello se acaba en tres meses".
Quien obvie los cambios reales que están ocurriendo en el espacio social
cubano vive, sencillamente, según la realidad descrita en el párrafo
anterior, en la seguridad de que el paternalismo del Estado cubano, o el
de Estados Unidos, resolverán las miserias cotidianas. En ese afán,
mientras los excluidos en su ineficacia intentan no perderse en el
abandono y acuden a encuentros por la unidad en Miami y a audiencias en
el Congreso en Washington, intentando detener lo inevitable, del otro
lado se incrementa el efecto contención, apelando, desde la vieja
retórica, a la gloria que se ha vivido.
Se nutren las polémicas de "agregadores" simbólicos. Toca su turno ahora
a la "sociedad civil" y al espacio ambiguo que esta deja en su propia
indefinición. Lo cierto es que la política se hace con gestos, con
símbolos, con fintas, con trampas, "paso a paso", cita Obama a
Francisco, el Papa. Nadie puede soñar que los esquemas que rigen el
procedimiento simbólico de régimen van a cambiar por que lo haga uno de
los espacios que definen, sea su propia sociedad civil o los modos en
los que se regula.
En la construcción identitaria del proyecto socialista cubano, el
antagonismo explícito con EEUU ha sido definitorio. Del mismo modo, las
políticas de cambio de régimen financiadas desde el "Imperio" como
respuesta al cuestionamiento de su papel hegemónico por la pequeña Isla
se instauraron como única respuesta visible. El embargo/bloqueo de una
parte, los derechos humanos de la otra; la devolución del territorio que
ocupa la Base Naval de Guantánamo por el sur, elecciones libres por el
norte. Los esquemas de hostilidad y resistencia clásicos que se han
puesto de manifiesto durante 56 años, base conflictual de la relación
entre ambos Estados, son imposibles de sobreseer aun cuando los
optimismos puedan justificarse.
Es ingenuo pensar que las palabras de Raúl Castro en la Cumbre de la
CELAC. en Costa Rica, sean una respuesta a las declaraciones de Roberta
Jacobson, pero por ahí se ha escuchado. Los gobiernos no se suicidan de
esa manera. Casi dos años de conversaciones no se dilapidan en discursos
puntuales y específicos. Pensar así es de ciegos políticos y nostálgicos
de la pataleta.
EEUU continuará "presionando" en su política de cambio de régimen a Cuba
mientras la Isla, y los cubanos patriotas, continuaremos exigiendo el
fin del embargo. En la medida en que acuerdos específicos en materias
sensibles —narcotráfico, medioambiente, prospección petrolífera,
protección de fronteras, tráfico humano, investigación y desarrollo,
cooperación médica— se consoliden, las exigencias mutuas pueden
incrementarse. Algunas se resolverán, pero en ningún caso serán
obstáculos ni para esos acuerdos puntuales ni para las relaciones.
Retirar a Cuba de la lista de países que patrocinan el terrorismo y de
la Ley de Comercio con el Enemigo de 1917, parecen ser los pasos lógicos
a seguir por el ejecutivo norteamericano. Mientras en la Isla se
extiende la sospecha de que quizás el presidente Barack Obama, en su
soledad ante el Congreso, ha agotado toda posibilidad de incidir en
mejorías más específicas y contundentes, obviando que su capacidad
ejecutiva es limitada y que tiene ante sí a dos cámaras con mayoría
republicana, en Miami se vive la paradoja de que el gran cohesionador de
ideología es nadie más y nadie menos que Fidel Castro.
El Jefe se ha convertido, para las fuerzas históricamente anticastristas
en Miami, en el único apoyo para construir fidelidades
ideológicas. Alejado del ejercicio directo del poder, y sin obviar la
lógica influencia que podría tener en la Cuba actual, es muy difícil
pensar que tuviera un papel decisivo en las negociaciones; pero muy
arriesgado suponer que estuviera al margen de estas. Los elementos
conservadores en el "exilio" y en cierta medida los de contención en la
Isla lo utilizan como símbolo del "tiempo viejo", como eslabón de
permanencia de esquemas de hostilidad.
Ha sido el propio Fidel Castro quien ha afirmado continuamente su
ausencia en el liderazgo ejecutivo del país, manteniéndose alejado de la
visibilidad mediática asociada tanto al anuncio del restablecimiento de
relaciones diplomáticas entre Cuba y EEEUU como el regreso de los tres
agentes cubanos que permanecían presos. Esta ausencia es deliberada y
positiva pues permite despersonalizar los procesos y contribuye a una
visión de Cuba como país en transición sin "pendientes" historicistas.
Innegablemente Fidel Castro cuenta con un capital político a tener en
cuenta, pero en este proceso está pesando mucho más el interés de la
nación toda que en discursos personales. Lo cierto es que la prensa,,
sobre todo en Miami, ha hecho de nuevo el ridículo. Sin prisas, con el
extra simbólico de haber sido después de a las conversaciones entre los
dos países y al discurso de principios pronunciado por Raúl en la Cumbre
de la CELAC, es que tenemos una "fe de vida" del comandante.
Dos naciones han iniciado un diálogo maduro con respeto a sus
diferencias. Suponer desgarros y confesiones es inútil, por improbable.
Para Cuba y EEUU este proceso traerá beneficios evidentes, tanto en la
credibilidad internacional como en la geopolítica global y
particularmente en la latinoamericana.
Vivimos un momento de quiebra de estructuras de contención, pero no
podemos despreciar su inercia. De uno y otro lados hay un capital
ideológico invertido, del enemigo de casi seis lustros esperar
palmaditas en la espalda es de arriesgada temeridad; pero insistir en
preservar y reproducir hostilidades, desde Washington o desde La Habana,
es jugar a la ruleta… rusa.
Source: Voy a pedir pa ti lo mismo que tú pa mí… - Artículos - Opinión -
Cuba Encuentro -
http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/voy-a-pedir-pa-ti-lo-mismo-que-tu-pa-mi-321869
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