Monday, February 9, 2015

Por qué no empoderar también políticamente a la sociedad civil?

¿Por qué no empoderar también políticamente a la sociedad civil?
ALEXIS JARDINES | San Juan | 9 Feb 2015 - 7:31 am.

Dada la coyuntura actual, lo sano no consiste en empeñarse
quijotescamente en revertir o destruir la realidad, sino en aceptarla,
adaptarse a las nuevas condiciones y sacarle provecho.

¿De dónde proviene la fe en la implementación de la normalización de
relaciones entre Cuba y EEUU? La respuesta hay que buscarla en esos 18
meses de secreteos. Los detalles han quedado ocultos para el público,
pero en lo esencial ambos gobernantes se han puesto de acuerdo. Lo que
sucedió, al parecer, es que Raúl se le entregó a Obama y esa rendición
se enmascara ahora para apaciguar a los "adversarios" raulistas dentro
del Partido. Un plan cuidadosamente concebido para ser implementado step
by step, de acuerdo a la metodología típica de los EEUU.

La primera etapa debe desarmar, neutralizar a los hostiles a la
normalización. ¿Cómo hacerlo? Cuba (Raúl) entra en la negociación con su
tradicional gallardía, manteniendo el discurso de la Guerra Fría. Así
tranquiliza a los de línea dura dentro del régimen y va aglutinando a la
disidencia interna y al exilio no intransigente (el segundo obstáculo a
salvar) en torno a Obama: entre Raúl y Obama, se supone que muchos
reaccionen apoyando a Obama aunque, paradójicamente, este último esté
defendiendo el acercamiento al Gobierno cubano.

Si el Gobierno cubano pone obstáculos a la normalización no tendrían ya
que ponerlo sus opositores, a menos que quieran ayudarlo en esto.
Consecuentemente, los hostiles de ambas orillas quedarían en una
posición muy vulnerable: o apoyas a Obama (que en último término es
apoyar a Raúl) o te pones del lado de los que obstaculizan la
negociación e impiden que prospere, es decir, del lado de Raúl (que es,
en último término, el lado de Obama). Esto es lo que se llama tener el
control de casi todos los hilos, porque el tercer factor hostil es el
más difícil: buena parte de los republicanos y, en última instancia, el
Congreso.

En mi opinión, la normalización está diseñada en su generalidad y se irá
implementando según etapas, lo cual es también el estilo de Raúl y de
sus comisiones de trabajo. Aquí no hay cabos sueltos, sino maniobras
diversionistas para allanar el camino. Si de algo estoy seguro es que
los dirigentes cubanos no dan un paso en falso, mucho menos Raúl Castro,
cuyo hobby es controlar y revisar con celo y asiduidad los expedientes
de sus propios colaboradores. Parece claro que cuando se juega un poder
ilimitado y el acceso directo a los dividendos de una nación, no se deja
el asunto a la bondad de Dios ni en manos de la opinión pública.

¿Fue realmente un "meme" lo que propicio el deshielo?

En El gen egoísta (1976) Richard Dawkins, como es sabido, dio a conocer
al gran público su idea de los "memes": una suerte de unidades de
información cultural o, si se prefiere, de unidades culturales de
información que toman como hospederos a los seres humanos y se replican,
al transmitirse de individuo a individuo y de cultura a cultura. Ficción
aparte, si adoptáramos el criterio pragmático acerca de la realidad que
prevalece en la cultura norteamericana, donde lo real viene siendo lo
que funciona, habría que decir que un meme terminó por afectar el
destino de todos los cubanos. Tal es caso de esta apócrifa definición de
locura (atribuida a Albert Einstein): "Locura es hacer una y otra vez lo
mismo y esperar resultados diferentes". En 2012, Federico Harrison
advirtió el carácter de meme que había adoptado la conocida definición,
pero, ya para ese entonces, la frase había poseído también al presidente
de los EEUU.

Desde Pablo Coelho hasta Obama, pasando por toda una pléyade de figuras
menores, la supuesta definición einsteineana —hacia la que los políticos
sienten una peculiar simpatía— se ha reciclado y replicado ad nauseam.
Una simple revisión a vuelo de pájaro nos deja ver que el presidente
Barack Obama la viene blandiendo al menos desde 2010, cuando puso fin a
los vuelos espaciales tripulados. Como dato curioso, Silvio Rodríguez
también la usó ese mismo año en su blog Segunda Cita, a sabiendas que
dicha frase podría ser apócrifa.

En 2012 Juan Manuel Santos se valió de la supuesta definición
einsteineana de locura en una alocución en la toma de posesión de la
ministra de Justicia, Ruth Stella Correa Palacio. La pregunta es: ¿cómo
pudo el presidente de los EEUU dar un paso tan temerario en el que no lo
asistía ni la realidad ni la racionalidad, sino una frase sensata y a la
moda, pero una frase al fin?

Causa asombro, pero el único argumento que blanden una y otra vez los
partidarios de la negociación con el régimen cubano es la apócrifa
definición de locura de Einstein. Tan frágil es el criterio adoptado por
Obama que puede usarse en el sentido opuesto sin la menor consecuencia.
Así, por ejemplo, el 20 de enero del 2013 se publicó una entrada, a la
manera de editorial, en el blog Solución Cuba bajo el título: "El
castrismo según Albert Einstein", del cual cito su tercer y último párrafo:

¿Cuántas veces vamos a seguir los cubanos tropezando con la misma
piedra? Fue Albert Einstein quien dijo que la mejor definición de locura
es seguir haciendo lo mismo y esperar resultados distintos. Es hora ya
de acometer cambios drásticos. No hay que experimentar más. Se sabe lo
que funciona y lo que no. El sistema castrista de partido único y
economía centralizada es una locura y no hay razón para insistir en ella.

Así pues, si este es el argumento principal en que se asienta la
propuesta de normalización, acaba de venirse abajo al revelarse
antinómico. Donde más se percibe esto es en su intrínseco relativismo,
dado que en el caso cubano justo el mantenerse haciendo lo mismo durante
medio siglo produjo finalmente resultados (diferentes): el Gobierno
norteamericano cabildea al más alto nivel para levantar el embargo.

No es, pues, un argumento que haya que tomar en serio porque depende de
la perspectiva que se adopte: blandiendo esa misma razón, en positivo,
podemos situarnos del lado de la dictadura castrista. En suma, creo que
se trata de una tonta excusa y que la verdadera razón del deshielo,
desde la perspectiva del Gobierno de los EEUU, hay que buscarla en lo
que Raúl Castro le prometió —en términos de concesiones— a Obama en el
transcurso de esas negociaciones secretas. Desde la perspectiva del
Gobierno cubano no existe otra razón que esta: los "Lineamientos"
fracasaron y Cuba perdió, además, sus patrocinadores. Humillada y sin
dinero terminó entregándose a su enemigo histórico. ¿Alguien duda que el
embargo no haya funcionado?

La idea del aislamiento (economic isolation) es otra que ha sido
enarbolada por los detractores del embargo con peculiar énfasis. Roberta
Jacobson repite una y otra vez que "la política de aislamiento no ha
funcionado durante todos estos años", pero no es capaz de explicarnos
por qué Cuba se mantiene, precisamente, de mercancías, alimentos,
medicinas y dinero provenientes de los EEUU, mientras las líneas aéreas
no descansan transportando pasajeros de una orilla a otra. La senadora
Barbara Boxer es otra convencida, entre tantos, de que el embargo
implantado —y cito— "para socavar el Gobierno cubano no ha funcionado".

Es obvio queese no fue el propósito del embargo norteamericano a Cuba.
El mismo fue una respuesta a la confiscación de las propiedades
norteamericanas por parte del régimen, una manera de decirle: si te
apropiaste de mi dinero no vas a obtener nada más de mí. Otra cosa bien
distinta es si el embargo tiene o no potencial para desestabilizar el
régimen cubano. Indirectamente sí, a pesar que los sistemas totalitarios
de izquierda, en épocas de máximo esplendor ideológico, logran hacer de
la escasez una virtud.

¿Por qué la tesis de la ineficacia del aislamiento es falsa? En primer
lugar, porque no hay una relación de causa/efecto entre el embargo y un
levantamiento popular. En segundo lugar, porque lo que nunca se ha hecho
durante todos estos años es aplicar el embargo con todo rigor y, a pesar
de ello, su vigencia fue la única causa que propició el reciente
acercamiento de Cuba a los EEUU, ya que ni China ni Rusia ni Venezuela
podían salvar a la economía cubana del inminente colapso.

Lo que pasan por alto tanto partidarios como detractores del embargo es
el hecho que los famosos "Lineamientos", documento oficial que regula y
contiene la política de reformas del régimen totalitario, es el
resultado directo de la falta de liquidez crónica del Gobierno cubano.
Consecuentemente, hay que atribuirle justo al embargo el paso dado por
Cuba por la vía de la apertura económica. Así de sencillo. El deterioro
de la economía cubana —como el de la venezolana— no depende de embargo
alguno, pero su recuperación, sí.

La tesis de la inoperatividad del aislamiento hubiera tenido algún
sentido en la década del 80 del siglo pasado, cuando el financiamiento
soviético fue más que generoso. No por casualidad aquella fue una época
en que la palabra "bloqueo" desapareció de la vida y del lenguaje de los
dirigentes (Fidel, incluido) y del cubano de a pie. Hoy, en cambio,
"embargo" es la palabra de orden y su rigurosa implementación o total
levantamiento, son las condiciones de posibilidad de la permanencia del
régimen cubano. Como ya expresé en otros textos, de las tres opciones
(recrudecimiento, derogación, flexibilización) lo que los Castro quieren
es justo lo que Obama les viene dando: una paulatina flexibilización,
porque los límites de la misma los establecen ellos atendiendo a que no
se viole el principio sagrado de no enriquecer a la clase media.

¿Debemos rechazar o apoyar la idea del restablecimiento de las
relaciones Cuba-EEUU?

Yo salí definitivamente de Cuba —en marzo de 2011— con la convicción de
que había que aprovechar la amplia base contestataria que constituía el
independiente sector artístico-académico-intelectual de la Isla y no
apostar exclusivamente por la llamada oposición tradicional (la nueva
oposición apenas comenzaba a dar sus primeros pasos). Mi visión era
clara: un artista, un maestro, un bibliotecario independiente, un
músico, un escritor llegan a un círculo de personas incomparablemente
mayor que el de la oposición tradicional.

Por si fuera poco, era este un ambiente natural para los jóvenes, que ni
conocían ni encontraban atractivos a aquellos luchadores estigmatizados
bajo el rótulo "grupo de los derechos humanos". Los jóvenes cubanos, por
demás, son inmunes —a diferencia de buena parte de nuestros opositores—
a la nostalgia de los "beneficios sociales de la Revolución" y a los
posicionamientos anti-embargo. Cabe recordar que, para ese entonces, la
notable mayoría de la población habanera mostraba explícitamente su
rechazo del proyecto revolucionario.

Hace exactamente tres años hice una presentación mediante video en un
programa de Estado de Sats en La Habana. El tema era el intercambio
académico y cultural Cuba-EEUU. El evento revestía una particular
importancia porque estaría presente el segundo jefe de la Oficina de
Intereses de EEUU. De modo que aproveché la oportunidad para ofrecer mi
solución (a partir del minuto 9:45) al tema del intercambio, que por
aquellos días se discutía acaloradamente dentro y fuera de Cuba.

En mi opinión debía mantenerse el contacto académico (viajes y remesas,
incluidos) pero concentrando la ayuda en los proyectos independientes de
la sociedad civil y no en las instituciones del Estado. Llegué a hablar,
incluso, de la necesidad de debilitar la institucionalidad en la medida
que se potenciaba la sociedad civil mediante el apoyo de todo tipo —no
solo material y financiero— a todo género de proyectos independientes de
tipo contestatario. Por aquel entonces toda esta jerga, hoy tan al uso,
sonaba novedosa.

Poco a poco pude ver cómo se fue fraguando la idea del acercamiento a
Cuba por parte de algunos elementos del sector empresarial
estadounidense y grupos de cabildeo tomando como pretexto a la sociedad
civil. Pero, donde yo había dicho "proyectos independientes de tipo
contestatario de la sociedad civil" ellos comenzaron a hablar de
cuentapropistas y emprendedores, privando a la sociedad civil de su
potencial subversivo. Naturalmente, nunca llegué a sospechar que la
reciente campaña por empoderar al sector cuentapropista (a la que se
sumó también The New York Times) tenía detrás las ultrasecretas
negociaciones Obama-Castro. En cualquier caso, lo hecho hecho está y
lamentarse ahora es la peor de las opciones.

Una de las características más notables de la personalidad de Fidel
Castro es la de no aceptar la realidad cuando esta le es adversa. Los
que se oponen a él no deben, pues, repetir el mismo error. El
restablecimiento de las relaciones entre Cuba y EEUU, nos guste o no, es
un hecho. Por lo tanto, lo sano en este caso no consiste en empeñarse
quijotescamente en revertir o destruir la realidad, sino en aceptarla,
adaptarse a las nuevas condiciones y sacarle provecho. Por el lado de la
disidencia, sigo apoyando la idea de una concertación (opositora) por la
pluralidad política y enfocada en una consulta popular. Es la voz del
pueblo, ignorada sistemáticamente por los gobiernos de ambas orillas, la
que debe ser escuchada. También he insistido en esto: ¿cómo se puede
decidir el destino de 11 millones de personas pasándose recados de una
oficina oval a otra?

La implementación de dicha consulta es responsabilidad de la disidencia
interna (no se trata todavía de un plebiscito, lo cual depende de la
buena voluntad del Gobierno). Hay una gran diferencia entre hacer a los
ciudadanos —hasta hoy, objetos— sujetos del cambio político y el pedirle
migajas al gobierno dictatorial.

Por el lado del exilio, no veo tarea más urgente que la recuperación de
su autoestima. El estar fuera no lo hace menos importante que la
disidencia interna y su papel no debe reducirse al de garante financiero
y logístico de la oposición. Así es que deben estar ambos en igualdad de
condiciones en cada decisión que ataña al presente y al futuro político
de Cuba. Pensar lo contrario es alimentar un perjudicial prejuicio que
no muchos parecen interesados en destruir. Nadie sino Martí fue el gran
organizador de la guerra que trajo la victoria sobre España. Desde
dentro no lo hubiera conseguido; allí solo consiguió una inútil inmolación.

Habida cuenta de que se trata de una jugada cantada y que los resultados
de la disidencia interna siguen siendo modestos, debemos mirar con
buenos ojos el restablecimiento de las relaciones entre ambos países,
siempre que el contacto y la presencia norteamericana en Cuba se
aprovechen en beneficio de la sociedad civil independiente —la cual no
se reduce al cuentapropismo ni a la oposición interna— y de la que
definitivamente hay que excluir a las organizaciones de masas
revolucionarias y a las fundaciones con fachada no gubernamental,
controladas por el Gobierno y el Partido Comunista (único).

Hoy Raúl Castro se apresta a hacer valer su concepto de sociedad civil
de modo que este sea reconocido por los norteamericanos, toda vez que la
normalización apunta, al menos en palabras, al empoderamiento de la
sociedad civil cubana. El secuestro de la sociedad civil por parte de
las fundaciones y organizaciones revolucionarias haría que los dólares
fueran mayormente a manos del Gobierno y no de sus potenciales o
actuales opositores. De ahí la necesidad de que los norteamericanos
encuentren preferentemente a sus interlocutores fuera del círculo
dominado por el Estado y sus instituciones. De otro modo ayudarán al
dictador junto a sus "Lineamientos", pero no a la democratización de Cuba.

Source: ¿Por qué no empoderar también políticamente a la sociedad civil?
| Diario de Cuba - http://www.diariodecuba.com/cuba/1423430915_12777.html

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