Wednesday, February 11, 2015

Ceremonias de Estado - Nueve desafíos para la nueva relación Cuba-EEUU

Ceremonias de Estado: Nueve desafíos para la nueva relación Cuba-EEUU
Posted on 10 febrero, 2015
Por Michael H. Miranda*

Uno: Del enquistamiento cubano

Lo primero será ver cómo los discursos corroboran lo que cada cual cree
que sucederá. Hasta hoy, poca variación hay en la gramática del
enquistamiento cubano.

Nada apunta a un cambio en las operatorias, como mostró el caso Tania
Bruguera. Sobre un tablero de incertidumbres se construyó lo más
parecido a un consenso trágico: alguien decidió declinar, alguien
sacrificó algo, quizás ambas partes. ¿Cómo decodificar estos hechos con
los datos que tenemos? Obama dispuso abrir un nuevo capítulo en las
relaciones con Cuba y muchos tienen razones para considerar que ha dado
mucho a cambio de muy poco. Es como si la paciencia infinita de los
Castro por fin diera con la pieza que cerró su crepuscular entramado.
Frente a las melancólicas democracias occidentales, las dictaduras
(casi) siempre tienen las de ganar en las distancias cortas. Pero sucede
que la cubana ya dura más de medio siglo sin que veamos el final del
laberinto. Nada de distancias cortas con ella.

Dos: Arrebatos de ordeno y mando

Todo esto puede cobrar mayor sentido si nos preguntamos quién es
realmente Raúl Castro y qué ha significado en todos estos años de
historia insular. Un hombre siempre a la sombra, ya sabemos que muy
alargada, de su hermano, y a la cabeza de un ejército que crió fama de
eficiente dentro de un país donde nada ni nadie lo era. Escaso mérito, o
mucho, según se quiera ver, pero supongo que algún día sabremos cuánto
dinero chupó ese ejército para sostener su "eficiencia": siempre tuvo
recursos para transportes y caprichos, verticalidad para que
subordinados de obediencia ciega cumplieran sus arrebatos en un ordeno y
mando muy ideologizado y binario. Y que cuando acaparó la actividad
turística las aberraciones llovieron, como corresponde a viejos
mandamases del MINFAR o el MININT ahora reciclados en gerentes de cortos
escrúpulos, pero con impolutas guayaberas blancas y ciertas facilidades
de cartera.

Tres: Una gama de voces críticas

Situémonos por un instante en el lugar del cubano aquel de allí, ese al
que se le hacen tan caras las comunicaciones y le niegan el acceso a,
entre otras herramientas, internet. Si no hay comunicaciones ni se
accede a internet, ¿qué noticias se consumen y cómo? El escenario aquel
que encontró Arcadio Díaz Quiñones en 1994 sigue prácticamente intacto:
"Lo que sí pude escuchar en La Habana, fue una gama muy rica de voces
críticas, frustradas por no tener acceso a una modernidad democrática."
("Cuba 1994, salida y ¿voz?")

Preguntémonos cuánto ha cambiado el escenario dos décadas después e
intentemos salir a buscar esa "gama de voces críticas". Pero antes
situémonos por un instante en el lugar del cubano aquel de allí, ese al
que se le hacen tan caras las comunicaciones y le niegan el acceso a,
entre otras herramientas, internet. Sin comunicaciones ni internet, ¿qué
noticias se consumen y cómo? La ausencia de libertades descansa sobre el
pilar de nulos consumos, no solo en lo material, sino también en lo
noticioso, en la ausencia de canales adecuados para la exposición de
ideas. Jamás tuvo la Cuba de los Castro un consumidor de noticias debido
a la catastrófica sustitución del periodismo por la propaganda. Ésta
sería el pan de cada día, el diario que se abre para acompañar el
desayuno. De modo que sigue siendo muy previsible la manera en la que en
la Isla se interpretaron estos acuerdos: con esquematismos que responden
a la precariedad de la vida bajo un régimen que ha secuestrado las
libertades.

Cuatro: Los milagros de la unanimidad

Así, nadie tiene que salir a las calles de La Habana o Santiago de Cuba
a encuestar cubanos: el gobierno se las ha arreglado para que sus
respuestas sean, como dijera el poeta, "palabras harto conocidas",
sintagmas cautivos. Y no es que al régimen no le interesara si pocos o
muchos le seguían como en un Twitter primitivo, le bastaba con que
muchos se dejaran avasallar por su aparato de propaganda.

Al totalitarismo no le interesa sumar seguidores: le entusiasma acumular
vasallos. Los milagros de la unanimidad llegarían. Y así fue en un
orden práctico: criminalización de las oposiciones; división de
familias; asesinatos de reputación; grandes oleadas de, primero,
exiliados, y de un tiempo a hoy, ya no se sabe muy bien si de emigrantes
o turistas round trip de una sola ruta. Y en otras dimensiones, como la
simbólica, la negación de una incómoda memoria y su sustitución por
acuerdos pragmáticos. En definitiva, el exceso de memoria que vivimos
los cubanos en medio siglo también puede ser leída como ausencia total
de ella.

Cinco: Votar con los pies

Imaginemos por un momento que Tania Bruguera se apresuró un poco,
imaginemos que no calculó bien, que provocó y que lo hizo antes de
tiempo. ¿Justifica eso la magnitud represiva? En la lógica totalitaria
está contenida la respuesta. Cómo desmontar décadas de terror
revolucionario es lo que debería quitarles el sueño a los arquitectos de
esta negociación. Ese terror viaja siempre de arriba hacia abajo y lo
que funciona no tiene por qué ser removido. Las viejas historias rusas
de gulags y KGBs no están del todo ancladas en el pasado ni se agotan en
el relato vencido de entreguerras y Guerra Fría, muy al contrario, se
reproducen en cada golpiza, insulto, encarcelamiento sin proceso
judicial, juicio sin garantías. Mientras no se desarticule la policía
política, volverán esas oscuras golondrinas. Lo que no siempre entienden
con profundidad las sociedades libres es el modo en que cala ese terror,
las maneras de articularlo a un nivel muy primario, de núcleo hogareño,
de padre de familia, de joven que solo piensan en votar con los pies.

Seis: La retórica de la intransigencia

Emilio Ichikawa ha hecho una aguda lectura de cómo recibe la cúpula
gobernante a los cinco ex prisioneros. Al gobierno le interesa fagocitar
las claras señales de que las nuevas generaciones de cubanos tienen muy
poco ya que ver con el grupo de militares e ideólogos que conforman esa
cúpula. Quiere revestir a los ex espías de un halo sacrificial que es el
que no encuentran ya en ningún grupo generacional, mucho menos en los
jóvenes. Eso: atisbos de lecturas entre líneas, indicios es lo que
siempre nos ha dejado consumir el régimen. Por ellos hemos descubierto
no poco de su operatoria política, pero también sabemos que muchos más
elementos han quedado en la sombra y que tal vez nunca sepamos.

Si ponemos la luz corta, todo apunta a que en esta negociación Estados
Unidos ha obtenido muy poco, sus negociadores no llegan a la condición
de aprobado y ha terminado por prevalecer el secretismo, ese lado oscuro
en el que tan bien se mueve el totalitarismo. Pero cuidado, en los
campos discursivos y de lenguaje -esos grandes vehículos para mostrar
músculo político- esta podría significar la primera y más importante
fractura de la narrativa poscomunista de la Isla, su "retórica de la
intransigencia", por decirlo con Hirschman.

Siete: La garantía del falso cambio

Estos acuerdos primarios entre los gobiernos de Obama y Castro nos dejan
a todos a la intemperie, en una posición esquizo que debería llevarnos,
primero, a no sobredimensionar demasiado los hechos, y por otro, a
evitar la pregunta de quién ha ganado aquí. A un nivel simbólico,
parecería que el Gobierno cubano, pero ¿cómo traducir esa relativa
victoria en ganancia concreta en términos políticos? En el fondo, lo
que ha sido puesto en crisis es la persistencia de una idea romántica de
transición, que nos colocaba a todos los que amamos las libertades en
posición de severos jueces que juzgan a criminales de guerra. Hoy esos
criminales son los que, en primeras instancias, afianzan su
maniobrabilidad para ejecutar ellos su propia idea de transiciones,
aquella que, como corresponde a buenos no-lectores de Lampedusa –no hay
nadie más alejado de un buen lector que un general cubano, ¿no era esta
idea la que subyacía en la médula de las críticas hacia la República
fundada en 1902?, pues tomen dos tazas–, muestra el falso cambio como
garantía para que todo permanezca tal cual.

Ocho: La máquina del olvido

Es cierto que para Estados Unidos era necesario modificar o remodelar
los marcos de influencia sobre el futuro más próximo de Cuba. En el
escenario anterior al 17-D, parecía más fácil un regreso de Rusia al
Caribe que un real giro hacia el Norte. Pero queda, de nuevo, el escollo
discursivo: desde la autoridad del régimen se ha insistido una vez y
otra sobre la histórica beligerancia de esa relación. Convendría que se
refirieran también a lo positivo que tuvieron las relaciones entre ambos
países a lo largo de la historia. Como ha recordado Rafael Rojas en La
máquina del olvido: "la política de Estados Unidos hacia Cuba no siempre
fue la misma y no siempre fue perjudicial para la Isla. En Washington se
produjo la Enmienda Platt (…) pero también la Joint Resolution que
reconocía el derecho a la plena soberanía de los cubanos. Estados Unidos
ocupó Cuba entre 1898 y 1902 y entre 1906 y 1909, pero también
contribuyó a la modernización insular en la primera década del siglo. La
injerencia norteamericana, entre 1902 y 1959, fue permanente, pero en
1934 fue derogada la Enmienda Platt. Estados Unidos respaldó a Batista,
pero en 1958 le retiró ese apoyo y en 1959 reconoció al gobierno
revolucionario." (117-18)

De manera que la posibilidad de una desamericanización del problema
cubano es poco menos que improbable. Lo fue antes del 17-D y lo será
después de Obama. Los lazos entre ambas naciones, por contradictorio que
parezca, se hicieron mucho más estrechos en este medio siglo,
especialmente a nivel people-to-people, y el gobierno cubano sufrió
siempre de una dependencia que se hizo crónica a nivel
político/discursivo del papel de Estados Unidos, al punto de convertir
al vecino del Norte en su gran Némesis y calcular cada decisión que
tomaba por el impacto que podría tener en las relaciones.

Nueve: El heroísmo del futuro

En las páginas de LTI. La lengua del Tercer Reich, Victor Klemperer
describe el uso que del término "ceremonias de Estado" solía hacer el
nazismo. Nos dice que "el tejido" de aquellas ceremonias "se montaba
siempre siguiendo el mismo modelo, aunque en dos versiones: con o sin
féretro en el centro. La suntuosidad" del espectáculo, "toda la
parafernalia que rodeaba al discurso, se mantenía siempre igual". La
idea, nos dice Klemperer, era aprovechar el suceso "con la mira puesta
en el heroísmo del futuro": "Una ceremonia de Estado posee un
significado histórico particularmente solemne." (70-72)

En esta singular ceremonia entre dos Estados al parecer ya no más
enemigos, está claro que hay un féretro en el centro, pero todavía no
sabemos muy bien de quién es. Póngale usted a ese féretro el nombre que
mejor se acomode a su interpretación de los hechos.

* Periodista y escritor cubano. Una versión de este texto fue presentada
en el evento Imagining Cuba in a Post Embargo Era, organizado por la
Universidad de Texas en Austin, el pasado 30 de enero.

Source: Ceremonias de Estado: Nueve desafíos para la nueva relación
Cuba-EEUU | Café Fuerte -
http://cafefuerte.com/cuba/22145-ceremonias-de-estado-nueve-desafios-para-la-nueva-relacion-cuba-eeuu/

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