Ramiro Valdés, la sombra
La capacidad de sobrevivencia de Valdés es impresionante. Ha sido sacado
del Gobierno y de la dirección política, sin embargo, cuando está casi
olvidado hasta por sus enemigos, resurge con más poder y control.
Pedro Corzo
diciembre 11, 2014
Cuando se estudien las personalidades de la Revolución, Ramiro Valdés
ocupará un lugar destacado entre las cinco primeras figuras de un
proceso cruento y doloroso que ha marcado indeleblemente a la nación cubana.
Antes de la experiencia de la Sierra Maestra, participó con los Castro
en el ataque al cuartel Moncada y en la expedición del yate Granma y,
como contaba con la absoluta confianza de Fidel Castro, fue el que
organizó los servicios de inteligencia en la Sierra Maestra, al igual
que Manuel Piñeiro hizo en el Segundo Frente Oriental. Fue también
segundo jefe de la Columna 8 Ciro Redondo, que comandó Ernesto Guevara.
Ramiro ha ocupado posiciones muy importantes en estos 55 años de
dictadura. Fue miembro del ejecutivo nacional de las Organizaciones
Revolucionarias Integradas (ORI), Ministro del Interior en dos
ocasiones, diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, dos veces
miembro del Buró Político, Viceministro Primero de las FAR, también
Ministro de la Informática y las Comunicaciones, y desde el 2011 está al
frente de los sectores de la Construcción y la Industria Básica, junto a
otras responsabilidades gubernamentales.
La capacidad de sobrevivencia de Valdés es impresionante. Ha sido sacado
del Gobierno y de la dirección política, sin embargo, cuando está casi
olvidado hasta por sus enemigos, resurge con más poder y control.
De 1961 a 1969 ocupó la posición de Ministro del Interior, cargo que
retomó en 1978 hasta 1985, cuando fue reemplazado por orden de Raúl
Castro por uno de sus viceministros, el general José Abrantes. Este
último murió misteriosamente en la prisión donde cumplía condena por
haber estado supuestamente involucrado en actividades delictivas.
El comandante Jaime Costa, quien fuera amigo de la infancia de Ramiro
Valdés, refiere que Valdés estaba al frente de la seguridad en México y
que a los pocos días del triunfo de la Revolución Fidel Castro le asignó
las mismas funciones. Dice Costa que en abril del 59, especialistas de
la KGB que hablaban español, ingresaron a Cuba gracias al permiso que
concedió Ramiro Valdés.
Afirma Costa que Valdés, al igual que Raúl Castro y otros dirigentes de
la Revolución, estuvieron involucrados en la muerte de Camilo Cienfuegos
y que Valdés asistió a Guevara en algunos de los fusilamientos que se
produjeron en Santa Clara y La Cabaña.
Costa fue testigo de una conversación en la que Guevara y Ramiro
comentaban sobre la necesidad de ejecutar con la mayor brevedad a unos
policías del régimen de Fulgencio Batista porque eso fortalecería a la
Revolución.
Valdés, desde la constitución del Ministerio del Interior, estableció
una estrecha colaboración con sus pares del extinto bloque soviético que
duró hasta la caída del Muro de Berlín y en algunos casos por varios
años más. Documentos archivados en la Stassi, policía política de la
RDA, testimonian la estrecha cooperación entre las fuerzas represivas y
los suministros de diferentes clases que la entidad represiva germana
enviaba a sus homólogos de La Habana. Igual relación existía con la KGB,
soviética.
Dariel "Benigno" Alarcón, de la tropa de Camilo Cienfuegos, conoció a
Valdés en la Sierra Maestra cuando este era teniente. Recuerda que era
muy próximo a Fidel Castro, a quien adulaba constantemente, pero que
trataba al resto de la tropa, salvo que tuvieran su misma jerarquía, con
despotismo e impertinencias.
Dice que otro aspecto a destacar del carácter de Ramiro era su
disposición a juzgar y ejecutar a las personas acusadas de ser delatores
o por simples diferencias con el alto mando, pasión que compartía con
Ernesto Guevara.
Valdés instituyó en Cuba la vigilancia contra el ciudadano común, pero
también contra los altos jerarcas del régimen. No había diplomático,
funcionario, empresario o personalidad extranjera, que no fuera espiado
en la isla. Otro aspecto importante en los predios de Valdés cuando
dirigió el MININT, fue la corrupción en la que el Ministro se llevaba la
palma, pues disponía de un cocinero particular, entre otra infinidad de
detalles millonarios que caracterizan la vida de los grandes jerarcas
cubanos.
Dice Alarcón que Valdés participó directa o indirectamente en muchas de
las operaciones que se realizaron en el exterior y que el MININT
desarrolló su propio aparato de subversión y espionaje internacional
cuando constituyó la Dirección General de Inteligencia (DGI) que
competía con el Departamento América que dirigió Manuel Piñeiro Losada.
Entre el Departamento América y la Dirección General de Inteligencia o
DGI, que comandaba Valdés, había una gran animosidad, al extremo que no
existía colaboración entre las dependencias. Valdés era del criterio de
que si ya había una oficina a cargo del espionaje internacional, la
suya, no era necesario crear otra que cumpliera deberes similares en
América, donde también operaba su oficina de espionaje y subversión.
Es importante destacar que el actual Vicepresidente del Consejo de
Ministros y Vicepresidente del Consejo de Estado de Cuba fue uno de los
brazos ejecutores de la subversión castrista en el hemisferio. Las
incursiones de los sicarios de la revolución cubana en Venezuela,
Bolivia, Colombia y el resto de los países del continente contaron con
la asesoría de Valdés.
Dice Dariel Alarcón que los documentos falsificados con los que operaban
los subversivos en el hemisferio se confeccionaban en las oficinas del
ministro Valdés. De allí salían los pasaportes o cualquier otro tipo de
identificación que requiriesen los espías o sediciosos.
También eran oficiales bajo el mando de Valdés los que entrenaban a los
insurrectos en el aspecto militar, pero también como agentes de
espionaje o seguridad. Los futuros cuadros insurrectos entre los que se
contaban chilenos, venezolanos, peruanos, brasileños y argentinos, entre
otros, eran preparados para soportar los más duros interrogatorios en
caso de que fueran capturados.
A las pocas semanas del triunfo de la insurrección y después de haber
ejercido como Jefe Militar de la provincia de Las Villas, Ramiro Valdés
asumió la dirección del Departamento de Investigaciones del Ejército
Rebelde (DIER), una fuerza policial que se especializó en reprimir
brutalmente a las organizaciones clandestinas y guerrilleras que
confrontaron al nuevo régimen desde el propio año 1959.
El "Departamento", como se conoció, fue una especie de embrión de lo que
sería el Departamento de Seguridad del Estado, un organismo que llevó a
prisión a más de medio millón de hombres y mujeres, y ejecutó acerca de
seis mil personas. A excepción de Valeriano Weyler, ningún otro
individuo en la historia de Cuba ha sido responsable directo de tantos
actos de maldad y crímenes como "Ramirito".
El comandante de la Sierra Maestra, Huber Matos, coincide con Alarcón en
que Ramiro tenía la triste fama de ser represivo aún antes del triunfo
de la insurrección. También comparte la opinión de que Ramiro Valdés era
muy dependiente de Fidel y Ernesto Guevara. Matos cuenta que durante su
arresto en Camagüey, Valdés le apuntaba con una pistola constantemente y
que fue quien lo condujo a la capital.
Por años, Ramiro Valdés, por estar al frente de la policía política, fue
más temido que Raúl Castro. La participación de sus hombres como
instructores, interrogadores y combatientes en la lucha contra los que
enfrentaban al totalitarismo le confirió una triste popularidad.
Las redadas, condenas y ejecuciones estaban a cargo de los "Ramiritos"
como los califica Dariel Alarcón. Por otra parte señala Ricardo Bofill
que viejos comunistas con un historial de violencia y asesinatos como
Isidoro Malmierca y Osvaldo Sánchez, se incorporaron al MININT y que las
informaciones sobre actividades políticas de determinados ciudadanos que
había logrado acumular el Partido Socialista Popular en sus años de
existencia, fueron entregadas a Valdés.
Para Carlos Franqui, Ramiro Valdés, por su incultura y vocación a la
represión fue el hombre que escogió Fidel Castro como jefe de las
fuerzas policíacas que fueron transformadas en aparato de seguridad
nacional. Valdés aplicó las instrucciones que los agentes en Cuba de la
KGB, los ya referidos Oswaldo Sánchez e Isidoro Malmierca, le
impartieron, con la asistencia de los agentes hispanos soviéticos que en
el mismo año 59 había enviado Moscú a La Habana.
Los agentes de Ramiro actuaron con plena impunidad y desconociendo los
más elementales derechos ciudadanos. Ejecutaban redadas de miles de
personas sin que mediara una actuación judicial. Se calcula que en los
días de Playa Girón fueron arrestados y confinados en campos deportivos,
escuelas y clubes sociales más de 250.000 personas. Las cárceles que
existían en esa época, no pasaban de diez, estaban abarrotadas.
Source: Ramiro Valdés, la sombra -
http://www.martinoticias.com/content/ramiro-valdes-sombra-pedro-corzo/82001.html
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