Otra vez "los americanos"
Posted on 23 diciembre, 2014
or Pío E. Serrano
Una vez más "los americanos" inciden espectacularmente en la historia de
Cuba.
La Isla ha sido un importante enclave de la política norteamericana en
el Caribe, desde la Doctrina Monroe hasta la sostenida creencia en el
Destino Manifiesto como sustrato ideológico para asegurar el
expansionismo político y comercial de unos Estados Unidos que vivían un
decisivo crecimiento económico posterior a la Guerra de Secesión. Lo
confirmó la flota del almirante Sampson en la bahía de Santiago de Cuba
y los Rough Riders de Teddy Roosevelt en la playa de Daiquirí. Al igual
que el oportuno ultimátum de Sumner Wells a Machado o cuando el
Departamento de Estado suspendió su ayuda militar a Batista y sembró el
pánico entre los Regimientos del Ejército, precipitando su caída.
Por acción u omisión, para bien o para mal, Cuba ha debido convivir con
los vaivenes de la política exterior norteamericana. Nunca sabremos
hasta qué punto fueron decisivas en el curso de la Revolución cubana la
ignorancia de Eisenhower y la soberbia de Nixon, o la renuncia de
Kennedy a usar la Fuerza Aérea en Playa Girón, pero también la
aprobación de la Ley de Ajuste Cuba (CAA) que abrió las puertas de
Estados Unidos a los refugiados cubanos que huían del castrismo en
condiciones excepcionalmente generosas. Sin olvidar la Ley Helms-Burton.
La tentación es la ficción distópica.
Juego de posiciones
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos
y Cuba parece insertarse en este apasionante juego de posiciones. Algo
que parpadea como una suerte de déjà vu. ¿O es que acaso los célebres
cinco editoriales del New York Times no nos recuerdan las campañas de
Hearst?
Un escenario, sin duda, polémico; pero un acontecimiento crucial.
Polémico porque, de una parte, siembra el desconsuelo en la comunidad
anticastrista que hubiera preferido la humillación de la derrota del
tirano, la frustración de asistir a una entrada triunfal en la
desfallecida, hambreada y reprimida Isla. O, al menos, el escarnio de
una rendición formal y pactada, al estilo de Pétain en Reahondes; y por
otra, porque una parte de esa misma comunidad anticastrista, no toda
homogénea, contempla con alivio, cierto que matizado de escepticismo, la
posibilidad de un cese al hostigamiento, la represión y persecución de
los disidentes, la puesta en libertad de los presos políticos, una
posibilidad de la libre activación económica, una convivencia entre los
de dentro y los de afuera sin sobresaltos e incluso entre los más
optimistas -¿incautos?- un presumible regreso a una Ítaca en democracia.
Pero todo parece indicar que la polémica se enrarece para ambas partes.
Es presumible que no habrá derrota ni entrada triunfal; pero tampoco la
realización del sueño de una pronta recuperación de libertades, cese de
represiones ni regresos milagrosos. Eso en cuanto a lo polémico.
En cuanto al carácter crucial del evento habrá que juzgarlo más por lo
que presumiblemente oculte que por su escenificación. La Habana, como es
habitual en el manejo eficaz de las puestas en escena –recordemos el
esperado y sujeto a una deliberada dilación del cortejo con que Castro
hizo su entrada en La Habana, más las oportunas palomas del cuartel de
Columbia-, asumió el uniforme militar para la ocasión y engoló la voz.
Lo cierto es que mientras uno entra, otro se está yendo (presente
continuo) y que, como ha señalado Iván de la Nuez, Obama gana espacio,
mientras Raúl gana tiempo (poco).
Historia y biografía
La magnitud del acuerdo únicamente es evaluable en términos de Historia,
el lento e inexorable transcurrir de los acontecimientos. A la Historia
se opone la Biografía, la precaria existencia de cada cual, única e
irreductible. Mientras la Historia marca un presumible acontecer
optimista, la Biografía individual de cada cubano deberá continuar, en
el interior, la precaria y reprimible existencia cotidiana a la que el
régimen le condena; y en el exterior, integrado por exiliados y
emigrantes económicos, la prolongación de una desesperante espera. La
Historia, favorecida por el evento, sacrificándolos, al menos por un
tiempo, a ambos, terminará por desalojar al castrismo de las ruinas en
que se envuelve.
Quizás el sacrificio no sea prolongado. A favor de los que deseamos un
pleno ejercicio de la democracia en la Isla están la capacidad de
acumular ruinas del castrismo y su vencimiento biológico, más el
perseverante pragmatismo anglosajón. Pronto veremos en las cámaras
norteamericanas el resultado de la presión de los lobbys sobre sus
representantes republicanos para liberar el ansiado comercio con Cuba.
Se levantará el embargo, y ya saben, una cosa trae la otra. ¿Triunfo de
la real politik? Mientras nuestras vidas se consumen, la Historia
progresa. Ni siquiera la caída del Muro de Berlín -cierto que la
analogía no es perfecta- garantizó a los alemanes orientales una
inmediata mejora de sus vidas, pero sí sucedió que a medio plazo sus
vidas comenzaron a cambiar para mejor.
Con posterioridad a la segunda intervención de Raúl, ¿qué se puede
avizorar? Pecando quizás de un excesivo voluntarismo: una previsible
transición que fusione el modelo chino, un país, dos sistemas; y el
modelo ruso, la reconversión de la jerarquía actual en prósperos hombres
de negocios.
En resumen, Estados Unidos ha sido siempre esa bola blanca, el mingo,
que corre sobre el dócil tapiz verde y golpea ciego sobre las bolas de
colores que aguardan el impacto que decidirá sus suertes. Cuba ha sido
muchas veces una de esas bolas de colores. Y no siempre cayó en la mejor
tronera. Confiemos en que ahora sí, nos impulse a caer en la menos mala.
Source: Otra vez "los americanos" | Café Fuerte -
http://cafefuerte.com/cuba/20537-otra-vez-los-americanos/
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