Un hecho trascendental
DIMAS CASTELLANOS | La Habana | 25 Nov 2014 - 9:18 am.
54 años después de su clausura por el castrismo, la reapertura del Salón
de la Fama del béisbol cubano es el regreso a un camino que nunca se
debió abandonar.
Unos cien entusiastas de nuestro deporte nacional, bajo el emblema "de
la utopía a la realidad", participaron en el "Primer Coloquio Museo y
Salón de la Fama del béisbol cubano" los días 7 y 8 de noviembre de 2014
en el capitalino Estadio Latinoamericano.
En el evento, periodistas, historiadores e investigadores, entre otros,
aprobaron la refundación del Salón de la Fama adjunto a un museo del
Béisbol Cubano, definieron el Reglamento para la selección y exaltación
de los candidatos, eligieron al Tribunal que tendrá esa función en los
primeros dos años y solicitaron al Ministerio de Cultura declarar al
béisbol como "patrimonio intangible de la nación cubana".
Si el Salón de la Fama fue creado en 1939 (tres años después del famoso
Baseball Hall of Fame de Cooperstown, Estados Unidos) y erradicado en
1960, su refundación además de noticia constituye un acontecimiento de
trascendencia para el deporte y la nación cubana.
Sin embargo, el hecho recibió una pobre cobertura informativa. El
periódico Granma del 10 de noviembre ubicó la noticia como un subtitulo
de un artículo destinado al análisis del equipo que representaría a Cuba
en los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Tal y como si la
refundación del Salón fuera un subproducto de la selección que viajaría
a Veracruz.
Una mirada retrospectiva
Una mirada retrospectiva basta para develar la trascendencia del hecho.
En 1866 ya se jugaba pelota en Cuba; en 1874 se celebró el primer juego
noticiado en el Palmar del Junco; y en 1878, dos años después de Estados
Unidos, debutó el profesionalismo en la Isla con la primera Liga Oficial
del Beisbol Cubano. La calidad alcanzada fue tal que ya en la primera
década del siglo XX los equipos cubanos ganaban y perdían de tú a tú con
los equipos de la pelota profesional norteamericana.
Cuba se alzó como primera potencia del béisbol amateur y segunda de la
pelota profesional. Por ejemplo, tras la Primera Serie Mundial de
Béisbol Amateur celebrada en Londres en 1938, las cinco siguientes se
efectuaron en el estadio La Tropical de La Habana, de las cuales Cuba
ganó cuatro. Mientras, en la Serie del Caribe, de las 12 que tuvieron
lugar entre 1949 y 1960, Cuba ganó siete, las últimas cinco de forma
consecutiva. Esos y otros resultados se reflejaron en el Salón de la
Fama nacional durante los 21 años de existencia (1939-1960), donde
fueron exaltados 68 peloteros por sus méritos deportivos.
En 1960 el Gobierno, convencido de que la pelota "esclava" —como le
llamaron al béisbol profesional— sería derrotada por la pelota "libre",
decidió suprimir el profesionalismo. Para ese fin el Estado dedicó
inmensos recursos y logró la supremacía durante décadas en las
competencias amateurs centroamericanas, panamericanas y mundiales.
Satisfecho, el líder de la revolución, el 2 de enero de 1967, exclamó:
"Se erradicó el deporte profesional, y sobre todo, se erradicó en aquel
deporte, que era uno de los más populares: la pelota… Pero lo más
interesante es que jamás ningún deportista profesional cuyo negocio es
el deporte, jugó con tanto entusiasmo, con tanta entereza, con tanto
coraje, como el que llevan a cabo nuestros deportistas, que no son
profesionales".
Se proclamó así la gran victoria sobre la pelota "esclava". En octubre
de 1975, Castro dijo: "si en otros países de América latina no existe la
revolución social, no se desarrolla la revolución social; por mucha
técnica; por muchos entrenadores que contraten; por muchas cosas que
inventen, no podrán obtener los éxitos que obtiene Cuba en el deporte".
Cuando se reiniciaron los choques con los equipos profesionales
foráneos, la supuesta superioridad comenzó a declinar, mientras cientos
de jugadores de alta calidad comenzaron a abandonar el país en busca de
lo inalcanzable dentro de las fronteras.
El tiro de gracia se produjo a mediados de 2013 durante el tope
realizado con una selección de estudiantes universitarios
norteamericanos, donde el equipo nacional exhibió el más bajo
rendimiento de los últimos torneos internacionales. Los cubanos, que
habían derrotado a las selecciones universitarias estadounidenses en
ocho de diez oportunidades, a pesar de superar a sus contrarios en
experiencia y promedio de edad, fueron barridos en cinco partidos por
verdaderos amateurs.
Al tiempo que eso ocurría, en 2013 el cienfueguero Yasiel Puig, tras su
debut con los Dodgers de Los Ángeles, recibió el premio al Mejor Jugador
y Novato del Mes de junio; José Iglesias, en ese momento infilder de los
Medias Rojas de Boston, fue seleccionado Novato del Mes en la Liga
Americana; José Fernández, lanzador de los Marlins de Miami, fue elegido
para el Juego de las Estrellas junto a Aroldis Chapman, el holguinero
cerrador de los Rojos de Cincinnati; y el granmense Yoenis Céspedes, de
los Atléticos de Oakland, ganó la competencia de jonrones. En 2014,
además de Céspedes, Puig y Chapman, en el Juego de las Estrellas
participaron el pinareño Alexei Ramírez y el cienfueguero José Dariel
Abreu, ambos de los Medias Blancas de Chicago; mientras Céspedes
revalidaba su título de campeón en el Festival de Jonrones.
La calidad de estos jugadores se puede medir por las astronómicas cifras
de sus contratos: 36 millones de Yoenis Céspedes, 42 de Yasiel Puig, 68
de José Dariel Abreu, 72,5 de Rusney Castillo y los aproximadamente 100
millones, en discusión, de Yasmany Tomás.
El regreso a un camino que nunca se debió abandonar
La revolución, a la vez que llevó la pelota a lugares donde no se
jugaba, construyó nuevos estadios, creó escuelas deportivas y añadió
nuevas graderías al Gran Stadium del Cerro (al que le cambió el nombre),
también impidió a nuestros peloteros medirse con los mejores del mundo;
privó a los cubanos del béisbol profesional, que en vivo o por las
cadenas radiales y televisivas se disfrutaba desde cualquier punto del
país; e implantó una política informativa dirigida a ocultar los éxitos
de los cubanos en otros países. El deporte se subordinó a una ideología
y el Estado anuló toda participación e iniciativa ciudadanas.
El resultado: el declive de la pelota cubana, las incontrolables y
crecientes fugas de jugadores y la pérdida de popularidad de la pelota
ante deportes como el fútbol.
A pesar de su falta de voluntad política, el régimen está obligado a
cambiar. En el caso de la pelota ese cambio pasa por el abandono de la
estrategia trazada en 1960 y el regreso a un camino que no se debió
abandonar. En ese contexto se inscribe y se explica que la refundación
del Salón de la Fama, aunque no emergiera de una iniciativa estatal,
haya sido aceptada por las autoridades.
A propuesta de un grupo de entusiastas, encabezados por el cineasta Ian
Padrón, 75 años después de la fundación del Salón de la Fama y 54
después de su clausura, elaboró, propuso y logró el apoyo para la
refundación de dicho Salón. En el Coloquio, de forma democrática —algo
inusual en nuestro contexto— se reconocieron los 68 cubanos exaltados
hasta 1960 y se agregaron otros diez seleccionados por el Tribunal
elegido en el evento: del período 1874-1961, el árbitro Amado Maestri y
los jugadores Esteban Bellán, Camilo Pascual, Orestes Miñoso y Conrado
Marrero. De 1961 a hoy, Omar Linares, Orestes Kindelán, Luis Giraldo
Casanova, Antonio Muñoz y Braudilio Vinent. Con ellos suman 78 peloteros
exaltados.
La importancia no radica en que aún no estén todos los que deben estar,
sino en que la decisión de cerrar el salón de la fama fracasó y por
tanto, con su reapertura, cada año otros cubanos serán exaltados, para
lo cual existe un Reglamento que impide cualquier intento de exclusión.
De ahí emana la trascendencia de la refundación.
Source: Un hecho trascendental | Diario de Cuba -
<http://www.diariodecuba.com/deportes/1416903496_11440.html>
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