El desfile continúa
El diario The New York Times parece empecinado en establecer un diálogo
con alguien que no lo necesita, que solamente quiere comprar tiempo para
subsistir
Roberto Madrigal, Cincinati | 25/11/2014 3:49 pm
Tras los seis editoriales y algunas notas anexas firmadas por el miembro
bisoño del consejo editorial Ernesto Londoño, TheNew York Times continúa
lo que ya se va convirtiendo en un cada vez más deslucido espectáculo de
opiniones sobre lo que debe ser la política del gobierno americano con
respecto a Cuba.
Cada semana le resta un tanto de credibilidad al periódico, que usa y
manipula gran cantidad de datos, ataca merecidamente algunos programas
absurdos del gobierno americano en contra de Cuba (en realidad debieran
decir del gobierno cubano) y se limitan a espetar medias verdades,
llegando a conclusiones dignas de un editorial del Granma y con una
retórica tercermundista que hasta ahora resultaba inimaginable en un
diario de su prestigio.
Con el reciente artículo de Victoria Burnett, publicado el 21 de
noviembre pasado, en el cual sacan a relucir como novedad opositora a
las cartas viejas y marcadas de Roberto Veiga y Lenier González (que
conste que digo esto con el mayor respeto, ya que considero a todo aquel
que se atreva a emitir opiniones no ortodoxas, por muy permitidas que
estén e inofensivas que sean, y a pesar de que yo discrepe de las
mismas, como personas que se la están jugando y merecen un mínimo de
solidaridad), sus intenciones se aclaran.
Al resaltar lo moderado de la posición de estos señores, quienes además
lavan los trapos sucios en público al decir que "los cubanos somos
enemigos de la moderación", obviamente excluyéndose ellos de ese rasgo
nacional, y no muy sutilmente subrayar la idea de que "el gobierno debe
verse como un adversario y no como un enemigo", lo que intenta el
periódico con sus ataques al embargo, sus elogios de las brigadas
médicas, sus ataques a los programas de la USAID y con la atrasada
exaltación de los opositores Veiga y González, es propiciar, en la
opinión pública, la legitimación del gobierno castrista.
Con esto quieren acercar a Estados Unidos a la posición más reciente de
la Unión Europea y presentar como verdad irrebatible que el único camino
hacia la democracia en Cuba tiene que pasar por los hermanos Castro y su
prole. Esto pudiera tener sentido si no fuera porque los hermanos Castro
se han legitimado a si mismos por ya casi 56 años, mediante el ejercicio
constante de la represión, cuyos límites manejan a su antojo. Es llamar
a establecer un diálogo con alguien que no lo necesita, que solamente
quiere comprar tiempo para subsistir sin importarle el bienestar de su
pueblo.
En ausencia de un baño de sangre que nadie desea y que probablemente
nunca ocurra, el camino a la democracia en Cuba es probable que sea
excesivamente lento y no se puede predecir la calidad del producto que
ofrecerá. De momento, en el plano interior se limita a una paciente toma
de posiciones, de establecimiento de cierta presencia en el panorama
político y cultural, tanto por opositores como por los miembros de la
nomenklatura, hasta que el proceso biológico se haga cargo de los
ancianos líderes. Lo mismo sucede con el resto del mundo. Algunas
naciones utilizan canales diplomáticos directos e indirectos pero
mayormente para obtener alguna concesión económica y con la vista puesta
en la sucesión. Presionando un poco, pero no mucho, porque los Castro no
responden a presiones. Ellos se guían por el principio dictado entonces
por Luis XV o por la Pompadour, ahora por Fidel o por Raúl: Aprés moi,
le déluge.
Tomado del blog Diletante sin causa. Se publica con la autorización del
autor.
Source: El desfile continúa - Artículos - Opinión - Cuba Encuentro -
<http://www.cubaencuentro.com/opinion/articulos/el-desfile-continua-321001>
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