Cuba: mover la economía, mover el pensamiento
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18:59 08/09/2014
Leonardo Padura
Desde el año 2008, cuando el general Raúl Castro se convirtió en el
sustituto oficial de su hermano Fidel, el Gobierno cubano comenzó un
proceso, todavía en marcha, que ha sido bautizado como "actualización
del modelo económico cubano".
La esencia de este proceso es clara y su necesidad resultaba evidente
para muchos cubanos: se imponía buscar alternativas que desestancaran la
economía de la isla, se propusieran aumentar la magra productividad de
la empresa socialista estatal, intentaran equilibrar la balanza de
importaciones y exportaciones, encontraran soluciones para la necesaria
modernización de la infraestructura y, en última instancia, se empeñaran
en buscar otras alternativas de producción en las que podían jugar un
papel menor, pero de alguna forma considerable, la pequeña empresa
privada y la creación de cooperativas de trabajadores, de muy magra
existencia hasta entonces en Cuba, y un papel mayor la inversión
extranjera como forma de obtener capital fresco del exterior, en medio
de un sostenido contexto de embargo comercial norteamericano a la isla.
El proyecto económico del nuevo presidente se enfrentó entonces con
otros muchos retos que pesaban como fardos para la economía, entre ellos
el sobreempleo (cantidad excesiva y sobrante de trabajadores contratados
por el Estado), la existencia de dos monedas que deformaban desde los
cálculos hasta las esencias económicas de todo el país (incluida la
economía doméstica), o la existencia de llamadas "gratuidades indebidas"
y subsidios que sostenían el equilibrio social pero desfondaban la
contabilidad. Además, debía crear mecanismos confiables de control para
aclarar las "cuentas" de un país, donde –como se ha demostrado- se
ejercitaba la alteración de datos económicos y se practicaba la
corrupción administrativa incluso en niveles elevados de decisión.
El proceso de cambios o reformas emprendidos implicaba, por supuesto, no
solo riesgos económicos, sino seguras consecuencias en las estructuras
sociales igualitarias alentadas por cinco décadas de sistema socialista
ortodoxo y posibles consecuencias políticas a mediano o largo plazo. Con
nuevas formas económicas de producción y servicios muy pronto se hizo
patente que la sociedad homogénea se desbalanceaba, pues mientras unos
ciudadanos (los que trabajaban para el Estado) debían sobrevivir con
salarios de alrededor de 20 dólares mensuales, otros podían ganar mucho
más dinero. Para tratar de regular esa desproporción se dictó entonces
una nueva ley tributaria destinada a impedir grandes acumulaciones de
riquezas en manos de los emprendedores, lo cual es justo socialmente
pero complicado en el plano económico del crecimiento empresarial tan
necesario para el país.
Seis años después de iniciado el proceso de reformas económicas y de
adoptadas muchas medidas empeñadas en agilizar la estructura productiva
cubanas, los resultados obtenidos no llegan a ser satisfactorios. En el
primer semestre de 2014 el crecimiento económico alcanzó apenas un 1,6%,
una cifra que los especialistas consideran insuficiente para desestancar
la economía y emprender planes más ambiciosos, encaminados a generar
prosperidad. O, como se hubiera dicho en la década de 1960, para dar el
salto y salir del subdesarrollo.
A pesar de ese tímido crecimiento, todo parece indicar que las reformas
económicas continuarán el curso previsto, con la misma cautela mantenida
hasta ahora. El último gran movimiento fue la promulgación de una ley de
inversión extranjera, al calor de la cual han mostrado algún interés por
trabajar en Cuba empresas y hombres de negocios de Brasil, China, Rusia
y países de Europa como España, ya bastante presente en el ámbito
económico de la isla del Caribe. Se especula que el próximo paso
trascendente será la unificación monetaria mediante la eliminación de la
moneda convertible cubana y el reinado en solitario del peso cubano.
Pero este objetivo entraña tantas dificultades económicas, sociales y
hasta políticas que su implementación se ha dilatado en el tiempo pues,
cuando entre en vigor, producirá efectos conmovedores en la macro y en
la microeconomías, con tantas consecuencias que sería imposible intentar
realizar aquí un inventario, pero entre las que se cuentan el precio que
tendrán en los mercados locales los productos de primera necesidad
(gravados con altísimos impuestos) que muchas veces los cubanos deben
adquirir en moneda fuerte, aunque sus salarios sean devengados en pesos
cubanos.
En algunos de sus (pocos) discursos el presidente Raúl Castro advirtió
que los cambios económicos introducidos y los por llegar no tendrían el
carácter de terapia de choque -medidas extremas que podrían ser
catastróficas para el equilibrio social a pesar de todo existente en el
país-, pero que necesitaban ser acompañados por un cambio de mentalidad
en todas las estructuras de la nación: desde los dirigentes estatales,
partidistas, gubernamentales, hasta los ciudadanos de a pie. Si el país
cambiaba, había que modificar la forma de entenderlo, percibirlo,
aceptarlo, pero sobre todo por quienes deciden (los de arriba), más que
por quienes perciben (los de abajo).
Pero, como era de esperar, si bien es relativamente sencillo decidir que
un peluquero deje de ser un empleado estatal y se convierta en un
empresario privado, o incluso, que se modifiquen leyes tan pesadas y
onerosas como las que regulaban la migración y posibilidad de movimiento
de los cubanos, no es lo mismo cambiar las mentalidades. Ni siquiera por
orden o deseo presidencial.
Existe en Cuba una estructura que se solidificó en varias décadas de
práctica que será difícil de modificar: la del Estado paternalista
encargado de decidirlo todo. Esa estructura generó, como en todos los
países socialistas, la existencia de una abultada burocracia cuya
existencia depende, en buena medida, del reinado absoluto del Estado en
las cuestiones públicas, tanto las económicas como las sociales.
Movilizar hacia delante a toda esa burocracia es una labor necesaria
pero complicada, pues como todo movimiento, el de los cambios en Cuba no
solo provoca aceleraciones, sino inercias y… hasta retrocesos.
Sean más o menos profundos, más o menos eficientes, lo cierto es que los
cambios existen. Al menos en el plano material, tangible. Pero las
formas de entender y expresar el nuevo contexto no parecen ir al mismo
ritmo. Muchos años de un sistema vertical de dirección, de sustitución
del pragmatismo y el realismo por la solución política y la retórica,
han permeado hasta la médula la forma de pensar de mucha gente en el
país, desde la más humilde base hasta la superestructura dirigente. Solo
que si los ciudadanos de a pie no deciden, los burócratas sí lo hacen,
opinan, y pueden frenar muchas cosas. Su acción no solo se puede ver en
la viabilización de soluciones o experimentos económicos, sino también
en la percepción que tienen de la sociedad, en la cual muchos de ellos
prefieren mantener a todo trance las viejas estructuras y formas de
pensar asociadas a la unanimidad, la aceptación, la gratitud ciega hacia
el Estado propia del modelo paternalista, y hasta la precariedad
económica generalizada en lugar de la prosperidad debida al esfuerzo.
Resulta complejo mover el cuerpo de un país sin que se movilice su
espíritu. Y aunque mucha gente en Cuba expresa un pensamiento
progresivo, también hay muchos otros que manifiestan una actitud
retardataria, con miedo a lo nuevo, acallando el debate, tratando de
sostener un pensamiento único sobre una economía y, en especial, sobre
una sociedad que comienzan a ser diversas, heterogéneas, portadoras de
nuevas dosis de independencia y de necesidades.
*Leonardo Padura, uno de los novelistas escritores más prometedores e
internacionales de la lengua española. La obra de este escritor y
periodista cubano ha sido traducida a más de una decena de idiomas.
Premios Hammett, Nacional de Literatura de Cuba, Raymond Chandler, Orden
de las Artes y las Letras (Francia) 2013.
Source: Cuba: mover la economía, mover el pensamiento | Debate | RIA
Novosti - http://sp.ria.ru/opinion_analysis/20140908/161713454.html
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