¿Nueva constitución o nueva trampa?
El pluripartidismo no va a garantizar por sí solo el fin de la
dictadura. Pero al menos justificaría las expectativas que ahora están
creando
jueves, junio 19, 2014 | José Hugo Fernández
LA HABANA, Cuba. -Deben ser pocos los que ignoran que ningún cambio
puede esperarse ya del régimen cubano, como no sea el de pequeños
remedios en lo económico y mínimos ajustes en la administración
socio-política, para que actúen como aliviaderos de la crisis y a la vez
como pruebas de crédito ante la opinión internacional. Igualmente, son
muchos los que aprueban la coyuntura o los que al menos se resignan,
partiendo del criterio de que tales bálsamos representan un avance, por
más lento que fuere, hacia la democracia.
Sin embargo, una cosa es aceptar lo irremediable de la situación,
asumiéndola con optimismo, y otra bien distinta es dejarse engañar
mansamente por los trillados y obsoletos recursos manipuladores del régimen.
La expectativa que ciertos voceros neo-oficialistas han creado en estos
días en torno a la necesidad de que sea dictada una nueva Constitución
de la República, trae toda la traza de una de esas avanzadillas que
suelen lanzar por vías informarles los ideólogos del Comité Central.
Pero no me sorprende (la fuerza hace costumbre) que tampoco sean pocos
los que esta vez estén dispuestos a darle otro chance a la ilusión,
poniendo a un lado la obviedad de que así como los boniatales no pueden
producir sino boniatos, las dictaduras totalitarias están
imposibilitadas, por su propia naturaleza, de crear leyes o estatutos
auténticamente democráticos.
Bastó que el cebo fuese colocado en la vara por dos o tres blogueros
(equipados, diseñados, bendecidos por el régimen para que les hagan la
pala con "críticas constructivas"), para que de inmediato el asunto
ocupara titulares en casi todos los medios que se dedican a informar
libremente sobre la realidad cubana, mientras la prensa oficial "se
hacía eco".
En los medios democráticos, unos especulan sobre la probabilidad de
concesiones que haría el régimen para impulsar la eliminación del
embargo estadounidense, o para atraer a inversionistas del exterior.
Otros, los más cautos quizá, consideran que los presuntos cambios
constitucionales podrían ser producto de una reacción oficial ante las
reiteradas exigencias de ciertas representaciones del movimiento opositor.
A unos y otros presento mis disculpas, pues no me gusta ser pájaro de
mal agüero, pero, en primera, no creo que la corte de Raúl Castro actúe
guiada por ese tipo de reacciones, mucho menos en temas tan sensibles
como el de la constitución. Quien actuaba así era Fidel, y a nadie habrá
que recordarle lo nefastas que resultaron siempre sus reacciones. Raúl y
su equipo aplican a pie juntillas la vieja escuela del socialismo real,
incluso cuando disfrazan de reformismo sus medidas, o tal vez en esas
circunstancias es cuando proyectan aún más claramente su vocación de
sóviets.
Eso significa que ahora mismo no estarían dispuestos a despegarse ni una
micra de lo que tan fría, paciente y alevosamente estipularon en los
llamados Lineamientos del Partido. Y ya que es así, no veo razón para
que cifremos demasiadas esperanzas en que lo que hoy se comenta, como si
fuera novedad, sobre posibles nuevos cambios constitucionales. Raúl
Castro lo había anunciado claro y públicamente, desde el pasado año, en
la VIII Legislatura de la Asamblea Nacional del Poder Popular: "será
preciso armonizar los postulados de la Constitución de la República con
los cambios asociados a la paulatina implementación de los Lineamientos".
No obstante la evidencia, diríamos que otra vez están coincidiendo los
cómplices y los críticos del régimen al ver perspectivas esperanzadoras
en cuanto a esta posibilidad de una nueva constitución. Ya coincidieron
antes al aprobar que se emprendiesen aquí reformas netamente económicas
para evitar o demorar los cambios políticos. Y la verdad, no me parece
que haya resultado demasiado halagüeña la actitud de los críticos al
respecto.
Por otro lado, creo sinceramente que el régimen cubano no va a necesitar
cambiar lo que no quiere cambiar en la constitución para que tarde o
temprano sea levantado el embargo estadounidense. Creo que también la
corte de Raúl lo considera así. Incluso, creo que no les apremia para
nada el levantamiento del embargo. Lo que quieren los últimos caciques
de la revolución fidelista, lo quieren para sí mismos, no para el
pueblo. Y para lo que les queda en el convento, el embargo les beneficia
más que perjudicarles.
A través de uno de los mencionados blog neo-oficialistas que han estado
dando trigo al tema de la nueva constitución, una profesora de Derecho
Constitucional (nada menos) de la Universidad de La Habana, opinaba que
se debe "agregar mayor posibilidad de participación ciudadana en la
generación legislativa" de cubanos. Pues, muy bien, casi bastaría con eso.
Toda vez que en Cuba lo que la gente necesita en materia de
participación ciudadana es justo lo que están demandando casi todos los
opositores, no estaría mal que la nueva constitución aboliera el
precepto según el cual el partido comunista es el único que puede
conducir los destinos del país. Que se contemple el pluripartidismo. No
sería la solución de todos nuestros problemas, ni siquiera la solución
de todos los problemas legislativos. Tampoco eso va a garantizar por sí
solo el fin de la dictadura. Pero al menos justificaría las expectativas
que ahora están creando.
Source: ¿Nueva constitución o nueva trampa? | Cubanet -
http://www.cubanet.org/opiniones/nueva-constitucion-o-nueva-trampa/
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