¿Los valores y los principios éticos dónde están?
Recuerdo que estaba a punto de cumplir los siete años cuando llegó el
desastre a mi país en forma de torbellino social que aufemísticamente
llamaron "Revolución". Nunca he sido partidaria de bullas ni de
multitudes por lo que me resultaba muy difícil soportar la muchedumbre
que casi de manera inmediata comenzó a caracterizar la vida…
lunes, junio 9, 2014 | Mercedes Eleine González
Recuerdo que estaba a punto de cumplir los siete años cuando llegó el
desastre a mi país en forma de torbellino social que aufemísticamente
llamaron "Revolución". Nunca he sido partidaria de bullas ni de
multitudes por lo que me resultaba muy difícil soportar la muchedumbre
que casi de manera inmediata comenzó a caracterizar la vida en la Isla y
a lo cual se sumó con la misma inmediatez mi padre cuando se crearon las
Milicias Revolucionarias con sus prácticas de tiros y las clases a los
milicianos que defenderían la "libertad conquistada" por si al enemigo
de enfrente se le ocurría la peregrina idea de invadirnos.
Se vivía verdaderamente un tiempo de agitación y propaganda en todos los
sentidos, lleno de reuniones, proclamas y discursos que comenzó a dar
sus frutos con la desintegración familiar, los divorcios, la separación
de la familia, el enfrentamiento de las ideas políticas y de los dogmas
religiosos. El atroz ateísmo asomaba su sonriente faz por una esquina de
la sociedad hasta hacer ostensible su presencia. Era una suerte de
salvoconducto social no creer en Dios.
La vida se dividió en dos bandos, los buenos y los malos. Los buenos se
quedaban a luchar a brazo partido con todo lo que significara cambio y
"desarrollo" del proletariado y los malos eran los que abandonaban a
"los suyos" buscando la vida cómoda del burgués en el país del enemigo.
Los renegados eran los que se iban, desertando de la patria,
convirtiéndose en almas vendidas al Imperialismo. Comenzaron a llamarlos
traidores y eran mal mirados hasta por su propia familia.
Todo esto se desarrollaba ante los ojos atٕónitos de una niña de apenas
siete años que una mañana amaneció sin pasta dentrífica Colgate y tuvo
que empezar a lavarse los dientes con bicarbonato hasta que también
desapareció….el bicarbonato. Como comprenderán, no guardo el mejor de
los recuerdos de esta etapa inicial del desastre socio-político que
comenzó a dominar mi país.
Mi madre me explicaba y yo trataba de entender pero no llegué a
comprender nunca del todo lo bueno y maravilloso de ese sistema social
instaurado en que todo se iba perdiendo poco a poco sin recuperarse
luego. Así sentí que además de la pasta Colgate perdí el Kresto de mi
leche, el refresco Materva que tanto me gustaba, el Orange en su botella
ámbar, los dulcesitos azucarados de naranja y un sinfin de chucherías
que enriquecían mi infancia. Tal vez parezcan hoy cosas supérfluas pero
son parte de mi mundo perdido y no recuperado.
Mi madre y mi padre me habían estado inculcando desde que tuve uso de
razón principios básicos para toda la vida además de la consabida
educación formal que yo enarbolaba como un estandarte: "pedir permiso",
"dar las gracias", "hablar bajito", "ceder el paso", "respetar a las
personas mayores" , "no decir malas palabras", "nunca gritar", "sentarse
con las piernas junticas", etc., etc. que me hicieron a veces objeto de
burlas en alguna que otra escuela cuando las demás chicas de mi edad y
algo mayores no aplicaban en su comportamiento tales reglas éticas.
Con el tiempo, claro, crecí y traté de adaptarme al medio social que me
impelía a no distinguirme demasiado de la manada so pena de sufrir el
castido del rechazo y la separación pero siempre fueron tiempos
difíciles para mi. Imagino que para los que peinamos canas fue igual
porque padecimos la misma degeneración de conceptos y principios éticos
que caracterizó toda una educación que se fue perdiendo en Cuba de
manera gradual.
Algún resquicio debió quedar en mi alma cuando me refugié en la
Literatura pues presagiaba que de alguna manera la belleza y la bondad
podían aún encontrarse en alguna parte del planeta aunque ya no en mi
país, cada día más carente de lo impresicindible, no sólo del alimento
diario sino de las elementales condiciones de vida. Cuando fui Maestra
comprobé en mis jóvenes estudiantes cómo se iban perdiendo las buenas
costumbres, el respeto, el no gritar y hasta el amor en el mejor sentido
de la palabra.
Hoy estamos ante los profundos cambios que aquel desastre social trajo a
Cuba aparejado con sus nefastas consecuencias: nuevas generaciones en
las cuales no hay el menor sentido ni de pudor ni de respeto para nada
ni para nadie, un "salvése quien pueda" en un país donde vender el
cuerpo a un foráneo desde la más temprana edad es una especie de carta
de triunfo y orgullo familiar para subsistir en ese medio absolutamente
hostil y entonces me pregunto: ¿los valores y los principios éticos
dónde están?
Source: ¿Los valores y los principios éticos dónde están? | Cubanet -
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