Monday, May 19, 2014

El día que nació la República de Cuba

Publicado el sábado, 05.17.14

El día que nació la República de Cuba
DANIEL F. CALDERIN
ESPECIAL/EL NUEVO HERALD

El 20 de mayo de 1902 en el Castillo del Morro de La Habana fue izada la
bandera de la estrella solitaria proclamando al mundo el nacimiento de
la República de Cuba. Digo república y no nación, porque la nación
cubana había sido ya instaurada en la manigua redentora durante más de
medio siglo de luchas en una de las más gloriosas jornadas en que pueblo
alguno se haya enfrascado por el triunfo del ideal sublime de la
libertad y el decoro humano. La figura cimera de ese proceso histórico
fue José Martí, apóstol de los más sublimes ideales democráticos, adalid
incansable por la causa de la libertad y la justicia, fuente infinita de
amor patrio y ejemplo imperecedero del más alto civismo.

Martí fue la cumbre, pero la historia de Cuba está llena de hombres con
estatura de montañas: Ignacio Agramonte, el héroe épico de Jimaguayú, es
recordado con más amor y respeto por su intervención como parlamentario
en la Asamblea Constituyente de Guáimaro que por sus innumerables
hazañas bélicas; Antonio Maceo, el Titán de Bronce, con un puñado de
valientes, abandonando la relativa seguridad de las selvas orientales,
marchó hacia Occidente para llevar la antorcha de la guerra libertadora
hacia el extremo opuesto de la Isla; el general Máximo Gómez, jefe
militar victorioso de la Guerra de Independencia, a la hora del triunfo
colgó su sable y la presidencia de la nueva república cayó en las manos
civilistas de Don Tomás Estrada Palma.

 A los nombres de estos líderes legítimos, forjadores de nuestro
pueblo, podemos agregar decenas de héroes que harían esta lista
interminable. La República de Cuba fue el fruto de largos años de lucha
en contra de un sistema colonial que negaba a los ciudadanos nativos
todos los derechos políticos. El alto nivel cultural y socio-económico
de los criollos hacía aún más difícil la conformidad con el ostracismo
político impuesto por la metrópoli española. Los grandes propietarios de
las plantaciones y fábricas azucareras, enriquecidos por la apertura del
mercado norteamericano en los años que siguieron al breve periodo de
dominación inglesa en La Habana, no podían estar satisfechos con el
poderío económico logrado mientras que se les negaba el derecho a
intervenir en las decisiones políticas de la isla. Este descontento dio
origen al la Gran Guerra de los Diez Años. Carlos Manuel de Céspedes
convocó a sus partidarios en el central La Demajagua el 10 de octubre de
1868 y secundado por Francisco Vicente Aguilera en el pronunciamiento
conocido en la historia como El Grito de Yara, proclamó al mundo la
intención de crear la República de Cuba libre e independiente.

Al mismo tiempo Bayardo Ignacio Agramonte incendiaba con su heroísmo y
su verbo los campos del Camagüey legendario. Sangrientas batallas con
heroicas victorias, gloriosos momentos pero también amargos reveses,
diezmaron las mal provistas tropas del ejército mambí. A esta situación
se unió el hecho histórico desafortunado de que el ejército español,
después de la reciente pérdida del vasto Imperio Sudamericano, concentró
todo su poderío en la Isla de Cuba con el propósito de organizar la
reconquista de la América Hispana.

 Un cambio de política en la metrópoli española, ofreciendo a los
cubanos un trato mejor y la oportunidad de enviar diputados a las
Cortes, el nombramiento del pundonoroso general Arsenio Martínez Campos
como capitán general de la Isla, junto a la imposibilidad de las tropas
cubanas de continuar la guerra en tan desfavorables condiciones,
trajeron como consecuencia la firma de un armisticio conocido como La
Paz del Zanjón.  Los gloriosos mambises derrotados tomaron rumbos
diversos: algunos regresaron a sus antiguos negocios y profesiones,
otros al cultivo de los campos, pero una gran mayoría, decididos a vivir
 " sin patria pero sin amo'', al igual que nosotros en el tiempo
presente, se dirigieron al exilio amargo y doloroso pero lleno de decoro
y dignidad. Entonces igual que hoy, los cubanos exiliados del pasado
siglo, encontraron santuario de libertad en la generosa tierra
norteamericana.

Con el proverbial espíritu de empresa que ha caracterizado a todas las
inmigraciones cubanas, un puñado de compatriotas nuestros convirtieron a
la ciudad de Tampa de una descolorida aldea floridana, en el centro
tabacalero más importante de los Estados Unidos. El empresario Vicente
Martínez Ybor levantó su gigantesca fábrica de tabaco torcido, y un gran
sector de la ciudad tomó su nombre.

Con la recuperación del poderío económico, la nostalgia de la patria
perdida renació en los corazones de los cubanos expatriados. En la Isla
irredenta, el breve período de apaciguamiento después de la Paz del
Zanjón fue seguido por una represión aún mayor.

Los viejos guerreros empezaron de nuevo a afilar sus machetes. En
tertulias patrióticas se recontaban las hazañas de la guerra pasada y
una figura luminosa empezó a destacarse en las labores organizativas.
Sin credenciales bélicas pero con un fervor patriótico quasi religioso,
José Martí hizo vibrar al exilio con su voz y su incansable capacidad
organizativa, e hizo soñar a jóvenes y viejos con el regreso a la patria
añorada. Independencia, soberanía, libre determinación, democracia, eran
entonces al igual que hoy, ideas bien arraigadas en las mentes de los
cubanos, pero para Martí eso no era suficiente. En el Liceo Cubano de
Tampa se levantó su voz para decir : "Yo quiero que nuestra república
tenga como ley primera, el culto a la dignidad plena del hombre, que
cada hombre honrado sienta en su mejilla la bofetada que se dé en la
mejilla de otro hombre; sin este respeto al derecho ajeno nuestra
república no vale una sola gota de sangre de nuestros héroes, ni una
sola lágrima de nuestras mujeres''. Martí creía en la guerra justa y
necesaria contra el sistema colonial que le negaba a su país el derecho
a la libre determinación y a la libertad política, pero el odio y el
rencor estaban muy lejos de su espíritu y cuando llegó el momento de
cambiar su pluma y su tribuna por el rifle guerrero, el destino cruel o
tal vez la bendición del cielo, libraron su alma inmaculada de la mancha
de verter sangre humana, aunque esta fuese la sangre de sus enemigos.

En Dos Ríos, en una pequeña escaramuza militar, una bala enemiga cruzó
su corazón, muriendo de cara al sol bajo las palmas amadas de su tierra.
Así, la república cubana nació sin la presencia necesaria de su
fundador. Cuando la bandera de Narciso López se izó en el Castillo del
Morro aquel 20 de mayo de 1902, la ausencia de José Martí era un dolor
profundo y un vacío irremplazable en el alma misma de la patria.

Y nuestra república duró solamente 57 años. Yo quiero referirme a esa
república que muchos tratan hoy y tratarán siempre de denigrar y
menospreciar como una frustración histórica. Ellos hablan de los
políticos corrompidos, que los hubo, de los dictadores que para
desgracia nuestra también existieron como manchas de lodo y sangre en
nuestro proceso republicano. Pero yo quiero hablar de esa república que
como el ave fénix se levantó de las cenizas de nuestras guerras
independentistas para colocarse en solamente medio siglo en uno de los
lugares cimeros entre las naciones del Continente. en el orden
económico, social, cultural, científico, y ¿por qué no decirlo?, también
en el orden político. Ese proceso histórico, que fue un constante
ascenso en todos los órdenes, tuvo su culminación en la promulgación de
la Constitución de 1940, la carta fundamental más avanzada de la América
Hispana. Así Cuba avanzó año tras año desde aquel 20 de mayo de 1902
hasta el momento sombrío en que un falso líder, perjurando de todos los
principios que pretendía representar, la hundió sin pudor en la más
grotesca versión del comunismo internacional, idea que no solo niega a
Dios, sino que niega también la esencia misma de la persona humana.

Hoy tenemos que contemplar con dolor como nuestro pueblo, otrora uno de
los más felices y prósperos del planeta, se ha despeñado en un
precipicio sin fondo empujado por la tiranía más absoluta y rapaz que ha
conocido la historia del Continente. La miseria total, el horror de
vivir bajo los caprichos de un ente demencial como Fidel Castro, la
violación de todos los derechos humanos, la opresión más absoluta desde
los tiempos de Calígula y Nerón, el primer gobierno del mundo
calificado por un organismo judicial como "una simple organización
criminal''. A esto ha llegado nuestra patria, a la total bancarrota
económica, política y social. Nos asombra, nos duele, y no podemos
comprender como tanto horror es ignorado y encubierto por la gran prensa
escrita y televisada nacional e internacional, y que gobiernos de la
América Hispana y de la propia España traten de proteger de su inminente
caída al grotesco tirano. Y como colofón se ha creado una conspiración
para enlodar y calumniar precisamente a las víctimas de la tiranía,
especialmente a nuestro exilio calificándonos de retrógrados e
intransigentes. Pero Cuba volverá a ser libre, para el bien de todos los
cubanos de aquí y de allá, y pido como José Antonio Echevarría, que era
un cristiano ferviente que odiaba el comunismo tanto como nosotros , "
Que la justicia de nuestra causa nos brinde la bendición de Dios''. A lo
que yo agrego, que con esa bendición venga la libertad de Cuba para que
un día podamos recitar el verso bíblico: " Demos Gracias a Dios por
habernos concedido la victoria''.

Miembro del Colegio Nacional de Periodistas de Cuba en el Exilio y de la
UCP. 

dcalderi@bellsouth.net

Source: El día que nació la República de Cuba - Séptimo Día -
ElNuevoHerald.com -
http://www.elnuevoherald.com/2014/05/17/1750498/daniel-f-calderin-el-dia-que-nacio.html

No comments:

Post a Comment