Radio Martí: otro enfoque noticioso antes que la internet llegara a Cuba (I)
Lo que decía Fidel Castro era sagrado. Sinónimo de la verdad. El año
1984 estimuló el interés de los cubanos por explorar otras
informaciones, y dejar de vivir como auténticos zombis.
Iván García Quintero
abril 12, 2014
A finales de los años 70, cuando cualquier cosa parecida a Internet aún
sonaba a fábula de ciencia ficción, habaneros como Sergio se pasaban
horas rastreando en sus radios soviéticos la onda corta para escuchar la
VOA o el Servicio Latinoamericano de la BBC.
Por ese entonces, la Cuba de Fidel Castro era una pieza del Kremlin en
el ajedrez de la Guerra Fría. En la isla, buscar otras fuentes de
información era peligroso.
Castro implantó un calco caribeño de la URSS. Era delito leer la prensa
de Estados Unidos o libros de escritores disidentes como Guillermo
Cabrera Infante o Aleksandr Solzhenitsyn.
"Así y todo, aquellos que deseábamos estar informados buscábamos la
manera. Había técnicos que te instalaban piezas de radios militares
robados para que el aparato mejorase su potencia. Un grupo de amigos y
yo nos pasábamos la madrugada en una azotea, rastreando las emisoras en
español de Miami. De esa forma, los amantes del rock, prohibido por el
gobierno, lo escuchábamos", recuerda Sergio.
Por esas fechas, la población tenía como única fuente de información la
prensa oficial. Hubo personas que se enteraron con años de retraso de
que una nave estadounidense había llegado a la luna. La invasión
soviética a Praga era un eco lejano. También, la agresión a Afganistán,
y las reformas chinas de Deng Xiao Ping.
El diario Granma solo dedicaba espacio a los extensos discursos del
comandante en jefe, los logros del comunismo soviético, que en 1980
prometía superar el estándar de vida de Estados Unidos, o las derrotas y
crímenes de las tropas gringas en Vietnam.
Las cartas a los parientes al otro lado del Estrecho de la Florida eran
revisadas con lupa por los servicios especiales, igual que las llamadas
telefónicas. La percepción general era que las sociedades capitalistas
tenían fecha de caducidad. Se creía que Moscú era una ciudad más
opulenta que Nueva York. Y que en Estados Unidos, los negros y los
hispanos vivían segregados.
'El futuro pertenece por entero al socialismo', aseguraba el lema
oficial. Se publicaban amplias estadísticas para demostrar el salto
cualitativo económico y social de Cuba con respecto a su etapa republicana.
Pero la muralla a la información foránea se fue resquebrajando en 1978,
con la apertura de los viajes a la isla de cubanos residentes en 'el
país de los malos'. Unos 'malos' que llegaban cargados de maletas con
medicinas, calzado y ropa de moda.
Y que por las noches, contaban a sus parientes pobres las oportunidades
que brindaba Estados Unidos a todos aquéllos que trabajaran duro y bien.
Detallaban cómo los supermercados estaban repletos de alimentos y por
las calles circulaban los últimos modelos de autos salidos de Ford y
Chrysler.
Luego la tele comenzó a pasar filmes de Hollywood los sábados por la
noche. Y en los cines, además de películas soviéticas, checas y polacas,
se proyectaban filmes de USA. Había una mezcla de apertura y descaro:
debido al embargo, se pirateaban las cintas, sin pagar derechos de autor.
Pero a grandes rasgos seguía la férrea censura. Asuntos en apariencia
inocuos podían provocar un informe detallado a las 'instancias
superiores' de algún intransigente partidario del régimen.
José Luis, 47 años, recuerda: "A mediados de los 80, un oficial de la
Seguridad del Estado habló con mis padres, porque en una videocasetera
Betamax junto a unos amigos veíamos películas de Bruce Lee. Un vecino
había hecho la denuncia".
Han pasado tres décadas y Danilo, 49 años, no olvida el susto que pasó
cuando al salir de las clases en el preuniversitario, agentes de la
Seguridad lo detuvieron. "El supuesto delito era haber comentado con
compañeros de aula que las armas y los autos americanos eran de superior
calidad a los soviéticos y que Dios existía".
Los libros sobre religión, el béisbol de Grandes Ligas, o de política
que no fuera el marxismo-leninismo, se forraban, para no llamar la
atención, con fotos de Fidel Castro. Buscar información desde otra
perspectiva era pasatiempo de intelectuales curiosos o de pichones de
'contrarrevolucionarios'.
Lo que decía Castro era sagrado. Sus versiones de la muerte del custodio
de la embajada del Perú Pedro Ortiz Cabrera en abril de 1980, o la
noticia de que un grupo de cubanos se había inmolado junto a la bandera
durante la intervención estadounidense en Granada en 1983, no admitían
dobles lecturas.
Fidel Castro era omnisciente. Sinónimo de la verdad. Te anotabas puntos
si te sabías "de carretilla" algún fragmento de sus discursos o un
trecho de la carta enviada por Che Guevara antes de partir a la guerra
de guerrillas en Bolivia.
La lealtad se recompensaba con un refrigerador Minsk, o un televisor en
blanco y negro Krim de factura soviética.
Si 1984, el libro de Orwell, fue decisivo para muchos jóvenes, el año
1984 definitivamente estimuló el interés de buena parte de la población
por explorar otras informaciones y dejar de vivir como auténticos
zombis. [En octubre del año anterior el Presidente Ronald Reagan había
promulgado la Ley de Transmisiones Radiales a Cuba, que preveía la
creación de Radio Martí para romper el monopolio de las noticias y la
información en la isla]
El 20 de mayo de 1985 Radio Martí salió al aire. ¡La que armó el
régimen!. Tanta algazara despertó aún más la curiosidad. Amas de casa en
todos los barrios habaneros escuchaban la radionovela Esmeralda con el
audio muy bajo.
A los pocos días, el caudillo verdeolivo interfirió la señal con un
molesto pitido. Había orientaciones a los Comités de Defensa de la
Revolución de informar sobre las personas que oyeran Radio Martí.
Años después, con altibajos en la calidad de su programación, se
convirtió en una tribuna para la disidencia y la prensa libre de la
isla. El único medio por donde los escuchaban -y los siguen escuchando--
los ciudadanos de la Cuba profunda.
Pero ésa es otra historia, más larga.
(Continuará)
Source: Radio Martí: otro enfoque noticioso antes que la internet
llegara a Cuba (I) -
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